El ambiente en Madrid está crispado. Demasiado para mi gusto. No estamos ante un debate político sino ante una cruzada en el que el adversario ya es el enemigo, donde no se buscan puntos de encuentro sino que se dinamitan puentes, y no se trata de alcanzar el consenso sino humillar, y vencer of course, a ese enemigo. Los argumentos de brocha gorda donde se dibuja un escenario en el que Pedro Sánchez, ansioso de poder lo trata de retener con el apoyo de los que quieren romper España, ergo Sánchez es un vendepatrias. De ahí, que Sánchez proponga los vergonzosos indultos a unos delincuentes que dieron un golpe de Estado al orden constitucional. Sirva un ejemplo. Esta semana fui calificado de inmoral y colaboracionista por defender esta medida de gracia en una tertulia radiofónica. Todo un argumento de peso que define la forma de pensar de esos que se llenan la boca de democracia y España, de su España evidentemente.
La derecha, que tiene solo 20 diputados de 135 en el Parlament de Cataluña, ha decidido agitar el enfrentamiento enarbolando la bandera, apropiándose de España, en contra de la alianza de la izquierda con los independentistas, todo un remake del complot judeomasónico y separatista internacional que reinó en el imaginario español en otras épocas. La polémica sobre los indultos es lógica y, sin la insidia y el odio que agita la derecha, sería interesante en el debate político nacional. Hay interrogantes sobre los efectos de la concesión de la medida de gracia y, sobre todo, hay incertidumbre porque la desinflamación de la sociedad catalana no es necesariamente la solución, y porque se abre un camino inescrutable. Lo único que sabemos es que el camino de la confrontación solo ha comportado frustración a independentistas y a no independentistas, división en dos bloques casi irreconciliables de la sociedad catalana, bloqueo institucional y un detalle no menor, el aumento constante de la representación independentista. La confrontación ha fracasado y los políticos presos son el único punto de cohesión de un independentismo dividido. Abrir un nuevo camino no es baladí, es una obligación. Algo que Rajoy no hizo y de aquellos polvos, estos lodos.
La política tiene la obligación de explorar este camino, pero la derecha no hace política y, con el inestimable apoyo de la mayoría de los medios de comunicación ubicados en la almendra de la M-30, ha creído encontrar la piedra filosofal que puede llevarla al poder. ¡Vaya por dios! Critican que Pedro Sánchez se aferre al poder como si algún presidente no se aferrara a él y ellos buscan por cualquier camino, y con cualquier método, llegar a ese poder. La derecha no trata de buscar una solución porque, si el problema se ataja, no podrán agitar el espantajo, ergo no podrían agitar las más bajas pasiones patrioteras. El mismo que agitaron durante años en Euskadi y ahora le toca a Cataluña, aunque nunca olvidando a ETA, que por sus palabras no parece que haya dejado de existir hace tiempo y los radicales vascos utilicen la política para reivindicar sus objetivos.
La brocha gorda ha dibujado un escenario. El Gobierno pretende indultar a los golpistas --inmoral-- para mantenerse en el poder --colaboracionista-- y vender España a los que la quieren romper. En este punto, ya se está en el pódium de traidor, de botifler. Así, se nos cuenta que los indultos son ilegales porque los reos deben cumplir su pena y el Tribunal Supremo ha confirmado la sentencia. Primero, los indultos son totalmente legales y están previstos en nuestro ordenamiento jurídico, pero esa brocha gorda de Casado, Arrimadas y los neofascistas de Abascal olvida que este mismo tribunal bendijo el indulto a Tejero por “razones de utilidad pública y por la convivencia”. El coronel golpista no fue indultado, pero el Tribunal dijo lo que dijo. El general Armada sí fue indultado. No consta en ninguna parte su arrepentimiento. El tribunal apoyó ese indulto por razones de “equidad, templanza y benignidad”.
Los jueces son los aliados necesarios de esa derecha en pie de guerra. Quizás por eso el PP bloquea la renovación del Consejo General. Ahora mandan los suyos, los jueces que han hecho posible que Europa nos saque los colores tras la sentencia del procés. Para colmo, Sánchez ha dicho que presentará una reforma sobre el delito de sedición, ese que en Europa nos han dicho que es del paleolítico. Da igual, la derecha se rasga las vestiduras y sus voceros llenan horas y horas de programación para henchir el ardor guerrero. Casi si me apuran siguen la pauta, tal cual, de TV3 que sigue sin ser la nostra. Solo la de algunos. Por eso, en este relato aparece un aliado más: los socialistas buenos. Los que levantan la voz contra Sánchez, es decir, el clan de los perdedores de las primarias. Desde Page a Felipe González, del que se desconoce que rechazara el indulto a Vera y Barrionuevo, aquellos sentenciados por el GAL.
Esta semana no solo aumentarán los decibelios porque hay que motivar al personal para que acuda a la Plaza de Colón, aunque veremos codazos para que no se inmortalice una nueva foto de todos cogidos de la mano de Vox. Cospedal ha desatado una tormenta en el PP por su imputación en el caso Villarejo y ha ensombrecido la aparición de mesas petitorias en contra del indulto en particular, y contra los catalanes en general. Contra los catalanes independentistas, contra los catalanes colaboracionistas, léase socialistas y comunes, y contra todo aquel que goce decir que algo hay que hacer para evitar que Cataluña entre en un irreversible camino de decadencia política, social y económica. O sea contra los inmorales y los colaboracionistas. ¿No nos podrían dejar en paz? No, no lo harán porque agitar Cataluña comporta réditos electorales y, lo más importante, porque viven mejor en el los unos contra los otros.