¿A quién podrían no emocionar las palabras del presidente de Francia, Monsieur Emmanuel Macron, con motivo de los doscientos años transcurridos desde la muerte de Napoleón Bonaparte, 'le Petit Caporal', 'L’Empéreur'?
Por cierto que ese aniversario no se celebra en Inglaterra, ni en Alemania, ni en Austria, en Italia, en España ni en Rusia. Qué raro. ¿Por qué será?
Dice Macron, no sin buen criterio ni sin comedimiento, que no debemos juzgar el pasado y sus figuras según los criterios y los valores de hoy. Y en cuanto a Napoleón, dice que no debemos (no deben los franceses) renegar de él, como tampoco venerar ciegamente su audaz ejecutoria, que ciertamente tiene partes sombrías... entre ellas, la restauración de la esclavitud, que la Revolución había abolido.
--Napoleón Bonaparte es parte de nosotros...-- dice Macron.
Sí, ciertamente, Bonaparte es tan “parte de ellos”, o sea de los franceses, y del concepto que tienen de sí mismos, de su historia y su cultura, que le han dedicado literalmente miles de libros, entre ensayos y biografías, y tienen su momia enterrada en un reluciente y pomposo mausoleo parisiense, colocado de tal manera que para verlo es preciso agacharse, rindiéndole pleitesía, o como decían antes, “humillando la testuz”, como en reconocimiento a la grandeza superior del difunto. Yo lo hice, siendo casi un niño, por orden de mi profesor…
--Yo esa momia repugnante del camorrista corso –dice Chucky, despertándose de una de sus homéricas siestas— se la regalaba al gobierno de Egipto, en compensación por la invasión y el latrocinio de sus tesoros, para que la exhiban junto con las de sus asquerosos faraones, gran atractivo turístico del museo de El Cairo.
Ya veo que Chucky busca polémica, pero no pienso entrar en polémicas estériles. Yo, a lo mío: es cierto que en el lado “malo” de la ejecutoria de Napoleón no es posible ocultar que llevó la guerra al Norte de África, y luego a toda Europa, y que su ambición causó millones de muertos. Solo en la campaña de Rusia perdió quinientos mil, pero eso sí, a él le dio tiempo a salir de allí a todo galope, con veinte mil supervivientes, de vuelta a París. Ciertamente, no es la página más elegante de su biografía.
Pero a los progresistas como yo, que, como Macron, lejos de todo maniqueísmo, sabemos ponderar los pros y los contras de las figuras de la Historia, tampoco se nos olvida que Napoleón llevaba en sus banderas el programa del estado moderno; ni que José Bonaparte, su hermano, fue un rey de España usurpador pero liberal e ilustrado, con un proyecto reformista y modernizador para arrancar el país de una incuria secular. No le dio tiempo a aplicarlo en sus escasos cuatro años de reinado…
Si lo comparamos con el catastrófico, reaccionario, cobarde y traicionero Fernando VII, los españoles más o menos ilustrados nos solemos decir: “¡Ah, qué bien habría estado que Napoleón ganase en Waterloo, y así Pepe Botella hubiera podido aplicar su legislación burguesa, sus reformas progresistas…!”
--¡Pero qué dices, traidor, felón, Judas! –clama Chucky--. ¡Ah, cómo desprecio ese prurito europeísta de los progres de salón, especialmente los catalanes, que cuando perdéis unas elecciones o sufrís cualquier contratiempo, suspiráis: “Ah, ¡qué país! ¡No tiene remedio! ¡Te lo juro, yo me hacía francés!”
--Bueno, Chucky, solo es una forma de hablar.
--Sí, una forma de hablar que denota una ignorancia oceánica sobre lo que hicieron los franceses aquí, con Napoleón y luego con Chateaubriand y sus cien mil hijos de la gran…
--… cien mil hijos de san Luis-- le interrumpo, para evitar que pronuncie una palabrota.
--¡De la gran puuuuuta! –insiste, gritando con esa vocecita atiplada, clavadita a la del dictador Franco.
--No seas ordinario, Chucky, que no cuesta nada mantener las formas. Estamos en una columna de prensa respetable.
--Ya, ya, ¿pero es que no te das cuenta, Ignacio, de que cada vez que alguien dice esa tontería de que “ojalá se hubieran quedado los franceses” está afirmando que el fin justifica los medios?…
--Si es que eso solo lo dicen como un lamento, no lo dicen de verdad, Chucky. Hazte cargo…
--Y tú “hazte cargo” de la cuenta que tengo con mi amigo 'El loco camioneta'…
--¿El 'loco camioneta'?
--Sí: Usnavy Mendes, conocido en La Mina con el alias de 'el loco camioneta'.
--¿Usnavy? --me persigné--. ¿El negro?
--¡Ahórrame tu racismo!
--¿Dices que Usnavy, 'el loco camioneta', es amigo tuyo?
--Sí, siempre que le necesito, esté donde esté, acude veloz a mi llamada.
--¡Como todos los camellos, Chucky! La suya es una amistad interesada, créeme. Se enriquece a costa de tu salud. ¿Cuánto le debes? Porque ese tira de machete a la primera y te amputa la mano en un periquete.
--Bueno, no discutamos de eso ahora... Oye, Ignacio, ¿verdad que hoy es viernes?…
--Sí. ¿Y qué?
--Ya que es viernes, sé bueno, salda mi cuenta en la marisquería Botafogo…
--El hecho de que sea viernes –suspiré—no implica, en modo alguno, que tenga que saldar ninguna cuenta tuya.
--Bueno… tú verás. Quedas mal conmigo por solo tres mariscadas a las que invité a Nati.
--¿Y quién es Nati?
--Mi esteticién…. Y otras tres mariscadas más, porque sus colegas se ponían celosas. Y además seis botellas de la Viuda. Nada, calderilla. Pero que sepas que ese tipo con chistera que nos sigue es el famoso cobrador del frac. Los dueños del Botafogo carecen de grandeza, de generosidad. Estamos dando el cante en pleno Ensanche, Ignacio.
--Vaya novedad, Chucky. Pero ¿pagar yo tus percebes? ¿En qué delirios provocados por el material de Usnavy has visto tú una alucinación tan descabellada?
--No, si ya me habían dicho que tienes alacranes en el bolsillo…
--¿Qué dices? Yo soy dadivoso. ¿Quién te ha dicho eso?
--¡Napoleón Bonaparte! Jajajaja --(Esa risa suya de perro tísico me saca de quicio)--. Mira, ahora que lo pienso hay algo en que Bonaparte también es muy “nuestro”. ¿Sabes en qué? En su candidez.
--Qué me cuentas. Así que Napoleón, 'El ogro de Ajaccio', 'El usurpador universal', era cándido. –Lancé una risa, oh, muy diferente de las suyas…
Él extrajo del bolsillo de su chaleco de felpa verde un papel doblado en cuatro pliegues y ya muy sobado, lo abrió y me dijo que aquel era un facsímil de la carta que, tras su última derrota, embarcado frente a las costas de La Rochelle, Napoleón envió al príncipe regente inglés, futuro Jorge IV, pidiendo su graciosa protección y su ayuda para viajar a América, donde le esperaba su hermano José, y allí iniciar una segunda vida.
--La llevo siempre encima, como un recordatorio de que no hay que ser ingenuos –dijo. Y procedió a leerla:
“Blanco de las facciones que dividen a mi país y de la enemistad de las más grandes potencias de Europa”, leyó Chucky, “he concluido mi carrera política. Como Temístocles, vengo a sentarme en el hogar del pueblo británico; me pongo bajo la protección de sus leyes, que reclamo de Vuestra Alteza Real, como del más poderoso, constante y generoso de mis enemigos”.
Aquí Chucky lanzó otra risita de perro Patán.
--¡Llevaba años dando guerra a todo el mundo, hacía apenas un mes que había salido a escape de Waterloo, dejado cincuenta mil cadáveres en la llanura, y ahora se confiaba al espíritu deportivo del enemigo!
--¿Y qué le contestó el regente Jorge?
--No se tomó la molestia de contestarle. Lo enviaron a que se pudriese en Santa Helena, una isla perdida en mitad del Atlántico Sur, de donde ya no podría escapar y donde murió, al cabo de cinco o seis años…
--Oh, Chucky –contesté--, qué culto eres, cuántas cosas sabes. Bien se ve que tienes estudios.
--Uno tiene sus lecturas, sí –dijo, sacando pecho y rebosante de satisfacción, pues adora que le adulen.— Sobre todo de la Wikipedia y de la revista Muy Interesante, que tiene Nati en su antesala, dice que hace chic… Pero aquí lo más curioso, por lo menos para mí, Ignacio, es esa candidez de Napoleón, parecida a la de Himmler al final de la segunda guerra mundial, cuando intentaba pactar con los Aliados una rendición honrosa de Alemania a espaldas de Hitler.
--¡Otro ingenuo!
--Efectivamente. La gente poderosa pierde rápidamente el sentido de la realidad… Y a propósito: ¿no te recuerdan estos casos a los de esos políticos nuestros, muy gallitos ayer, que se quedan atónitos al comprobar que la vida no es un juego, y que los jueces…?
En esas vi por el rabillo del ojo que el cobrador del frac, con cara de pocos amigos, se acercaba, tendiéndome lo que parecía una laaaaarga factura; mientras por la esquina vi aparecer a Usnavy, 'el loco camioneta', que se me venía encima gritando “¡Paguen lo que me deben, güevones gonorrientos!”. Blandía algo reluciente al sol.
De manera que, arrancándole a una joven muy mona su bicicleta, que me hacía más falta a mí que a ella, puse tierra de por medio. Y mientras pedaleaba desesperadamente Chucky reía, diciendo:
--¡Como Napoleón saliendo de Rusia!