Desde antes de Semana Santa se ha notado un cambio de tono entre quienes mal gobiernan la pandemia en Cataluña. De la falsa dicotomía entre “salud o economía” que nos ha atenazado durante el otoño y el invierno se ha pasado al “dar aire”, nadie sabe muy bien por qué. Nos dejaron mover por Cataluña un par de semanas y luego nos volvieron a encerrar en nuestras comarcas a ver qué pasaba. Y no pasó nada. Hablaron de confinarnos en las vicarías, qué mejor que una división territorial medieval cuando nos aferramos a técnicas del medievo, pero finalmente nos vuelven a soltar por Cataluña y, oh sorpresa, parece que antes que acabe este siglo podrán abrir bares y restaurantes por la noche e incluso, en un alarde de intrepidez, se habla de mover el inicio del toque de queda de las 22:00 a las 23:00.

Por más que se empeñen en intoxicarnos, la estrategia seguida en Cataluña desde el final del primer estado de alarma, es decir, desde que la gestión es autonómica, ha tenido más o menos los mismos resultados sanitarios que la seguida por la comunidad autónoma de Madrid, a pesar del tremendo daño hecho aquí al sector de la restauración, entre otros. Y ahora miran a otro lado, abren y ni siquiera piden perdón por el daño hecho.

Tras casi 14 meses luchando contra la pandemia, lo que queda más evidente es el poco apego a la verdad y a la exactitud de los políticos, de todos ellos. Cada día nos inundan con datos y más datos que ya solo sirven para confundir. Por la mañana nos cuentan unas cifras, por la tarde se trasladan otras a Madrid. No es que el Ministerio de Sanidad malinterprete el catalán, es que ocurre igual en todas las comunidades autónomas. Información cada vez menos, pero demasiados datos.

Según el informe epidemiológico semanal del Instituto Carlos III, desde el final del primer estado de alarma han fallecido 1.000 personas menos en Madrid que en Cataluña, algo bastante coherente con la evolución de los informes de exceso de mortalidad (MoMo). Según esta misma fuente, en Cataluña han entrado en la UCI “sólo” 1.650 personas frente a 4.050 en Madrid y ahora hay prácticamente las mismas en cada comunidad, 500. No parece muy coherente que en Madrid hayan rotado ocho veces las camas de UCI y solo tres en Cataluña con la misma enfermedad y los mismos medios. Tampoco se han actualizado las camas disponibles con la apertura del Zendal o con las ampliaciones de los hospitales catalanes. Incluso esta fuente, la más sesuda y oficial, lo que nos da es una burda aproximación a la realidad sin interpretar. Saber qué pasa ahora realmente en las UCI tendría mucho más interés que ver vomitar indicadores sin sentido.

El óscar a la manipulación más ruin viene de la mano de la no vacunación de policías y guardia civiles en Cataluña. Ambos colectivos no llegan a 7.000 personas y el futurible y dogmático consejero de Salut nos dice que vacunarles supondrá un retraso para los catalanes entre 70 y 79 años, un colectivo que supera las 625.000 personas. Sería justicia poética que su departamento le nombrase a él responsable de cumplir con la vacunación para que desobedezca y sea inhabilitado, lo que impediría su sueño de quitarle la silla a su jefa.

Todas las decisiones se supone que se basan en los positivos detectados. Y lógicamente este número depende de las pruebas que se realicen. Si en Valencia se hiciesen los mismos test que en Madrid su incidencia acumulada se multiplicaría por tres y ya no sería la mejor comunidad autónoma. Empezamos haciendo muy pocas pruebas porque no había test, luego aceleramos y España pasó a ser uno de los países del mundo con más test por habitante, casi uno por cabeza, pero así como Reino Unido no ha parado de hacer test, ya supera las dos pruebas por habitante, en España hace semanas que se ha frenado el número de test y ahora se hace prácticamente un tercio menos, y nadie nos ha dicho por qué.

Datos, malos datos, datos incoherentes,… y se supone que con esos datos toman decisiones. Al menos de sus errores podemos sacar conclusiones positivas. Una letalidad del 1% implicaría entre 1,5 y 2 millones de contagiados en Cataluña. Si a estos les sumamos los 1,8 millones de vacunados al menos con una dosis, ya nos acercamos al 50% de catalanes con alguna protección, lo que irá cortando más cadenas de contagio y, además, afectando a personas cada vez menos vulnerables. No parece un disparate pensar que en mayo y sobre todo en junio estaremos mucho mejor y tal vez por eso se atreven a abrir la mano a una sociedad exhausta y empobrecida, sea para que la gestión en economía de Junts per Catalunya se asocie a la recuperación, sea para animarnos a volver a votar en julio si no se ponen de acuerdo y ERC no se atreve a distanciarse de los neoconvergentes.

Si no aparecen variantes que ocasionen reinfecciones o la inmunidad comience a caducar, este verano debería ser razonablemente normal, todo eso si los políticos no se empeñan en manipular la realidad para seguir haciéndonos la vida imposible, claro está.