La degradación del debate político en España se manifiesta en las sesiones de control semanales en el Congreso de los Diputados y en los grandes plenos de la cámara. En las sesiones de control, lo de menos son las preguntas o las respuestas, normalmente de temas genéricos o banales, lo que realmente importa es la bronca y el enfrentamiento dialéctico. Esta semana, el miércoles, coincidieron en el mismo día un pleno sobre los fondos europeos y el estado de alarma por la pandemia y la sesión de control. Hubo, pues, bronca en sesión doble.
La vida política española se ha convertido en un “pim, pam, pum” constante se trate de lo que se trate en el que solo importa el efectismo y la búsqueda del titular o de la metáfora estridente, sin el menor deseo de buscar un acuerdo, aunque se aborden cuestiones tan trascendentes como el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, nombre oficial de la aportación de los fondos europeos, o la pandemia, con la posibilidad o no de prolongar el estado de alarma que rige desde el 25 de octubre de 2020 y caduca el 9 de mayo.
El Congreso se convierte de esta forma en una barra de bar o en una sucursal de Twitter en el que se traspasan todos los límites, y más si hay una campaña electoral de por medio, como ahora la de las polarizadas elecciones a la Comunidad de Madrid. Pero en España, por unas razones o por otras, siempre hay una campaña electoral de por medio, y si no se propicia, como ha ocurrido con el adelanto electoral decidido por Isabel Díaz Ayuso sin ninguna necesidad.
El presidente del PP, Pablo Casado, recuperó el tono duro que utiliza especialmente cuando sube a la tribuna sin papeles y acusó a Pedro Sánchez de ser “gafe” por las incidencias con las vacunas, de gobernar con “chulería” y como Napoleón y de despreciar al Parlamento. “¿Quién se cree que es?”, le lanzó al presidente del Gobierno nada más empezar su discurso. Después le tocó el turno a Santiago Abascal, que utiliza cada día el adjetivo de “criminal”, ya se trate de calificar a la II República o al Gobierno por cualquier iniciativa que haya tomado.
En la sesión se escucharon otras lindezas como llamar “saco sin fondo de la indignidad” al ministro José Luis Ábalos por parte del diputado del PP Andrés Lorite o insultar al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, con apelativos como “falaz, cobarde, sectario” e “indigno”, como hizo el diputado de Vox Ignacio Gil Lázaro, antes del PP. También hubo alusiones al “comunismo” de parte del secretario general del PP, Teodoro García Egea. Lo del comunismo, ahora que no existe, se está convirtiendo en una obsesión recurrente de la derecha española.
La bronca se produjo en especial en la parte del debate dedicada a la prolongación o no del estado de alarma. Al menos tres autonomías --País Vasco, Murcia y Andalucía, las dos últimas gobernadas por el PP-- piden su prórroga, así como gran parte de los partidos de la oposición y de los socios del Gobierno, entre ellos el PNV, Más País y Compromís. El Gobierno, sin embargo, se opone por razones epidemiológicas --cree que los datos de contagios mejorarán con la vacunación---, económicas --sobre todo para salvar la temporada turística-- y políticas, para no dar más ventaja a Díaz Ayuso en las elecciones del 4 de mayo.
El debate sobre el estado de alarma es una muestra más de las contradicciones con que los partidos abordan la pandemia. Mientras al menos dos autonomías del PP piden la prórroga, el partido no se pronuncia y Madrid, como siempre, va a la suya, contraria a cualquier medida restrictiva. Cuando en octubre pasado Sánchez propuso que el estado de alarma durase hasta mayo hubo asombro y una oleada de críticas y algunos de los que se oponían piden ahora la prolongación de una medida que va a durar casi siete meses.
El pleno del 29 de octubre aprobó el estado de alarma hasta el 9 de mayo por 194 votos a favor, 53 en contra (de Vox) y 99 abstenciones, entre ellas la del PP. En el pleno abundaron las críticas, incluso de algunos grupos que votaron a favor, entre otras razones porque Sánchez no se quedó al debate. El PP optó por una “abstención crítica” ante un Gobierno que “gobierna mal” y “a golpe de decreto”. “Nos piden comulgar con ruedas de molino” para “saltarse a la torera la Constitución”, dijo Casado, quien anunció que el PP acudiría a la Comisión de Venecia del Consejo de Europa por prorrogar el estado de alarma medio año. El líder del PP criticó la restricción de derechos que significa el estado de alarma.
Ahora, seis meses después, Casado no se pronuncia, aunque preferiría sustituir el estado de alarma, un instrumento constitucional, por una “ley de pandemias”, como si fuera a haber una cada pocos años. El Gobierno, por su parte, considera que ya hay suficientes instrumentos legales en el actual estadio de la pandemia para combatir el covid-19, pero lo cierto es que, sin estado de alarma, las resoluciones judiciales sobre las restricciones han sido contradictorias. No estaría de más, pues, una prórroga, aunque entonces el PP quizá se abstendría o votaría en contra. La cuestión es no dar la razón nunca al rival.