El futuro es femenino (The future is female) reza una de las consignas más vistas en las manifestaciones feministas de los últimos 8M. No hay duda de que cada vez son más las mujeres de países desarrollados que se suman a los movimientos para revindicar la igualdad de derechos y libertades frente a los hombres, tanto en el terreno personal como laboral. Sin embargo, hay quienes no tienen tan claro que el feminismo actual sea un movimiento verdaderamente inclusivo, que integre a mujeres de todas las razas, culturas y géneros, y denuncian que está demasiado anclado en los valores de la sociedad capitalista occidental. Es el caso de la periodista estadounidense Koa Beck, que acaba de publicar White Feminism (Feminismo Blanco), un libro que recorre la historia del feminismo moderno en EEUU, desde las sufragistas hasta las influencers, para llegar a la conclusión de que son muchas las mujeres que se han quedado apartadas de este movimiento.
“El feminismo blanco es una ideología que ensalza la importancia del éxito individual y concibe la igualdad como algo que las mujeres pueden conseguir principalmente gracias a conductas enfocadas a la carrera profesional y la explotación de otras mujeres o poblaciones marginadas. Su objetivo no es alterar los sistemas que oprimen a las mujeres --patriarcado, capitalismo, imperialismo-- sino conseguir el éxito a través de él”, dijo en una entrevista con la cadena NBC en enero de este año, poco después de la publicación del libro.
Según Beck, el feminismo tal y como esta planteado hoy en día es una “ideología” con severas limitaciones, ya que defiende metas que no son válidas para todas las mujeres, especialmente aquellas pertenecientes a otras razas o colectivos discriminados, como las inmigrantes o la comunidad LGTB.
Matrimonio con las grandes corporaciones
“Las blancas imponen una agenda porque 'es-lo-que-nos-afecta-a-todas'. Y no (...) Por ejemplo, las mujeres negras no tienen problemas con el techo de cristal, simplemente porque terminan sus carreras y no encuentran trabajo de su especialidad. Al final, los problemas que plantean son los de las mujeres de clase media, blancas y heterosexuales”, denunciaba en febrero de 2020 la actriz afro-española Silvia Albert Sopale en una entrevista con El Periódico. Según Albert Sopale, las feministas blancas deberían replantearse su racismo inherente y tener una visión más inclusiva de los problemas de las mujeres. “¿Dónde estaban las movilizadas contra la Manada cuando las temporeras de la fresa de Huelva denunciaron abusos?”, se preguntaba.
Por otro lado, Beck critica que el feminismo, igual que hicieron las sufragistas en los años veinte, siga siendo un movimiento demasiado basado en la imagen y el marketing personal, poniendo como ejemplo las influencers en Instagram, mujeres que se “venden” como feministas a través de la imagen, proyectando unas vidas fuera del alcance de la mayoría (montar una empresa, casarse, tener hijos... ). Y también denuncia que el feminismo se haya casado con las grandes corporaciones y empresas, “que se posicionan ahora como feministas en su marketing”, criticó en la misma entrevista.
“Cuando alguien usa la palabra “feminista”, ¿de qué está hablando exactamente? Cuando una startup emplea a 20 personas con útero y ninguna de ellas puede permitirse métodos anticonceptivos, ¿se trata realmente de una empresa “feminista”? Si una empresa se enorgullece de tener libros de mujeres feministas en sus estanterías pero sus empleadas de la limpieza han sufrido acoso sexual, ¿es feminista? Hay que redefinir lo que significa un lugar de trabajo feminista, una empresa feminista o una líder feminista, y el primer paso es reinterpretar todas estas imágenes y mensajes que nos llegan continuamente”, puntualizó Beck en la entrevista con NBC.
¿Y las hermanas indígenas?
La plataforma Afroféminas, una comunidad online de mujeres afrodescendientes/negras con presencia en varios países latinoamericanos, ha criticado en varias ocasiones el carácter exclusivo del feminismo actual y describe el feminismo blanco como “una plataforma que trata de perpetuar la supremacía blanca a través de un movimiento que en su base ideológica debería propiciar equidad para todos los sujetos que la integran”, pero en lugar de eso, “hacen feminismo en base a una experiencia en particular y universalizan esta experiencia”.
“Ignorar completamente las vivencias de otros cuerpos, de no asumirlos como válidos en las militancias feministas o de tomarlos en cuenta como cuestiones particulares, jerarquizando las experiencias de la hegemonía sobre las demás. En eso consiste el feminismo blanco, en perpetuar la categorización de lo humano y lo no humano priorizando unas voces sobre otras”, escribe en Afroféminas Alejandra Pretel, estudiante de Filosofía afrocolombiana, tachando al feminismo blanco de “selectivo”: “la feminista blanca es la que sale a la calle el 8M junto a los que tienen el privilegio de faltar al trabajo, pero deja solas a las hermanas indígenas acampando una semana frente al Ministerio de Interior en Buenos Aires por el terrorismo de Estado en sus territorios ancestrales. Ese es el feminismo blanco, el feminismo selectivo que decide qué es digno de ser masificado mediáticamente y qué causas son dignas de quedar en el olvido”, concluye.