La leyenda cuenta que una persona se gustaba tanto que se vio en un estanque, --entonces no existían los espejos-- y se enamoró perdidamente. Creo que esto es lo que le pasa al fugado en Waterloo, Carles Puigemont, que está encantado de haberse conocido. De hecho, los antisistema de la CUP lo eligieron para sustituir a un muerto viviente, como era Artur Mas. Junts per Catalunya imita a los antisistema. Y es que los independentistas han perdido el 'seny', infectados por el extremismo cupero. Los separatistas están en un callejón sin salida. El cansancio de la epidemia les ha congelado. Nada es igual. Ni un solo Estado ha dicho nada. Nadie reconoce su proyecto.
Hace 45 días que se celebraron la elecciones catalanas y estamos instalados en el día de la Marmota. Tanto Vox, como Ciutadans o el PP coincidían en decir que el triparto de izquierdas se iba a repetir, aunque ellos sabían que no iba a ser así. Pero era su discurso político, en el que no creían, pero que estaban empeñados en defender, porque el arte de la mentira es consustancial en la política de todos partidos. No lo decían porque Esquerra hubiera pasado una línea gruesa: el delito. De hecho, por eso hace tres años que los no huidos están en la sombra. A Pedro Sánchez no le gusta que estén en la cárcel, a Mariano Rajoy tampoco, pero estamos ante el Imperio de la Ley, mal que les pese a los independentistas.
Estoy convencido de que nadie cometerá el mismo error de incumplir la Ley porque estar en la cárcel será una lección. Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar. Sólo la CUP y el fugado en Waterloo continúan erre que erre con el mismo discurso repetido. El embate del huido está en ello pero no creo que se la jueguen. Ya no.
La moneda está en el aire, pero estoy convencido de que los independentistas no se la van a jugar convocando unas nuevas elecciones. La banda del fugado no es suicida aunque a veces lo parece: porque una buena parte de los que no fueron a votar cambiarían el voto. Los catalanes independentistas o constitucionalistas no somos tontos. Habrá alguno, como en todas las sociedades, pero al final acaba triunfando el sentido común.
Lo malo de esta desgraciada política es que el populismo lo ha radicalizado todo, por los dos extremos.
Acabo como al principio. Carles Puigdemont se ha mirado en el estanque y se ha quedado enamorado de sí mismo. No sé si volverá a España, si lo expulsan de Bélgica. Yo no lo veo en Girona.