La razón económica puede más que la razón de Estado. En medio del derrumbe político, emerge una cabecera hecha de manantiales: Fluidra. La empresa vallesana especializada en la construcción de piscinas y estructuras acuáticas vence la resistencia de los tiempos magros y se posiciona en el Ibex 35 de la Bolsa española, en lo más alto, allí donde se miden los titanes de la industria y las finanzas. El último rally bursátil de Fluidra ha tenido lugar a lo largo de su semana de estreno anticipado; su descuento ha superado la batalla del tiempo con el notable alto de Standard & Poor’s, BB+ con síntomas claros de que mantendrá el tipo ahí arriba.
Sustituye en el selectivo a Bankia, la entidad salvada por el banco malo --la Sareb-- refinanciada con ingentes cantidades de dinero público y recuperada al fin de una transición que va desde la falsa euforia de Miguel Blesa y la exultante temeridad de Rodrigo Rato, hasta su privatización total. Bankia, aquel banco informal de corte levantino, pasa a las manos expertas de Gonzalo Gortázar, presidente y Ceo de Caixabank, después de que el anterior chairman del grupo financiero catalán, Jordi Gual, haya regresado al mundo académico del IESE.
Es todo un síntoma. Las finanzas hiperbólicas desaparecen de la escena en beneficio de la industria y los servicios de calidad. Adiós a los juegos de mano en el rizoma de los dueños del dinero y bienvenida sea la economía de las empresas que ganan dinero y crean empleo de calidad. No caeremos en aquel tópico fabril de los convergentes, aireado tantas veces como un canto a la “economía real”; pero desde luego, dónde este una empresa de verdad que se quite la brigada Fu-Manchú del dinero-ilusión.
Podría decirse que con Fluidra, el fetiche de la mercancía ha superado a la ilusión monetaria. Su contribución al deporte --Fluidra diseñó y levantó la piscina olímpica de Montjuïc en los Juegos del 92-- ha posicionado a la marca. Disfrutar de una piscina oblitera dolores de cabeza y ayuda a pensar que los catalanes no somos capaces de resolver los problemas, pero sí de cronificarlos. En parte de la vanguardia económica, la carga de la prueba ha sido abandonada por temor a las hordas soberanistas que señorean el país, mientras cae el comercio internacional por la crisis de Suez. Es por lo tanto muy relevante que una empresa como Fluidra --que no es un blue chip-- haya alcanzado el cielo.
Cuando la política se orienta hacia la emocionalidad, a la empresa le corresponde la racionalidad, como lo hace Eloi Planes, el presidente de Fluidra, ingeniero industrial de la Politécnica y representante de la segunda generación de una de las familias fundadoras de la empresa, compartiendo el capital con los Puig, la patrimonial de Carmen Godia o Rhône Capital. Al entrar en el Ibex, Fluidra sale del índice Ibex Medium Cap. La compañía, que ya tiene una capitalización bursátil de 5.000 millones, cerró el ejercicio de 2020 con un beneficio neto de 96,4 millones de euros y con una facturación de más de 1.500 millones.
Antes de la masificación del producto, el sueño de todo piscinero cobró vida en el celuloide, con ejemplos memorables como El graduado, la cinta en la que Dustin Hoffman encuentra en el agua un consuelo líquido, comparable al seno materno. El cine nos acercó también a la piscina de Gatsby, inventada en la letra de Scott Fitzgerald para ser contemplada y envidiada; nos aproximó a El crepúsculo de los dioses, la obra maestra de Billy Wilder, con asesinato y cuerpo yacente sobre el agua o a la pasión de Alain Delon y Romy Schneider, interrumpida por Jean Birkin, cerca de Saint-Tropez. A los aficionados con hambre de capturar el sol en su propio jardín les pudo complacer El nadador, aquel ciudadano encarnado por Burt Lancaster que regresa a su casa dándose un baño en todas las piscinas de sus vecinos. En todo caso, vender piscinas es vender comodidad familiar, aunque el confort no siempre esté adornado de cuerpos esbeltos y pieles bruñidas bajo el sol.
El salto de Fluidra no es una novedad repentina; expresa el cambio de latitud iniciado en 2002, cuando la empresa de piscinas dio un paso decisivo, bajo el liderazgo de Eloi Planes, agrupando las filiales de producción y de distribución. Banco Sabadell adquirió entonces el 20% del capital social y Planes puso en marcha el milagro. Josep Oliu, presidente del banco, definió así un horizonte esperanzador para la banca industrial, ejemplificó el sentido del riesgo que la sociedad le exige al mundo financiero.