Hace unos meses me regalaron un portátil nuevo superpotente y por fin puedo ver películas en streaming sin que se me congele la pantalla a los diez minutos de empezar. El domingo pasado, aprovechando que mi bebé se durmió pronto y yo no tenía sueño, quise darme el placer de ver una peli en el ordenador y busqué en Netflix una que me había llamado la atención hace poco: The 40-Year-Old Version (traducida al español como Rapera a los 40) : “una comedia desenfadada sobre no saber qué hacer con tu vida”, decía el titular de la reseña publicada en The Atlantic, la revista que me descubrió la peli. El titular parecía escrito especialmente para mí.
Filmada en blanco y negro, The 40-year-Old Version narra la historia de Radha Blank, una escritora de obras de teatro afroamericana que se siente frustrada porque --uno-- está a punto de cumplir 40 y no tiene novio ni nada de nada; y --dos-- hace diez años que no consigue vender un guion, así que malvive dando clases de teatro en un instituto de Harlem.
En medio de tanta frustración, le llega una oportunidad inesperada: un famoso productor de Broadway le ofrece llevar a escena su último guion con la condición de que modifique parte del texto para que la obra sea más comercial y al gusto de la audiencia culturetas de Nueva York, blanca y pijoprogre. Radha accepta a regañadientes: eso significa transformar su obra original, una comedia sobre la vida de un matrimonio del Harlem, en una obra sobre la gentrificación y el “trauma” de la raza negra, dos tópicos que Rhada quería evitar a toda costa, porque eso, según ella, es hacer “porno de la pobreza”: “No happy blacks in the plotlines, please / But a crane shot of Big Momma crying on her knees / For her dead son, the b-ball star, who almost made it out / Sounds fucked-up enough to gain my film some capital.”, rapea Rhada en una de las escenas de la película.
Ante la imposibilidad de ganarse bien la vida escribiendo lo que le gusta --y no lo que otros quieren que escriba, para ser más comercial-- Rhada empieza a componer canciones de rap y descubre que se le da bien. Sin embargo, acomplejada por su edad y la frustración por no haber logrado ser lo que soñaba con ser, no se atreve a lanzarse como rapera profesional.
“Si no quieres estancarte, te toca tragar”, le suelta su agente, animándola a producir la obra de Broadway aunque sea a costa de hacer porno de la pobreza y saltarse sus principios. Si hay algo que no soporta Rhada Bank --que en realidad es el nombre real de la directora de la peli-- es la hipocresia de la industria creativa de su país, dominada por blancos, que por un lado explota la pobreza de los negros para despertar compasión y generar más audiencia, y por otro, sigue discriminado a los directores y actores negros.
El concepto porno de la pobreza me parece muy acertado. Es un problema que también es usado por algunas oenegés para captar más socios y donaciones y solo sirve para que los países del norte veamos a los del sur con cara de pena, en lugar de tratarlos de igual a igual. Entre 2013 y 2017, la ong noruega SAIH organizó una campaña internacional para conscienciar a la población de que los vídeos de captación de fondos para actividades benéficas que explotan los estereotipos de pobreza (por ejemplo, niños hambrientos con la barriga inflada) son contraproducentes porque ofrecen un escenario alejado de la realidad y se basan en victimizar al otro. En mi opinión, la tendencia a victimizar a las minorías --sean afroamericanos, inmigrantes, menas, prostitutas-- no ayuda a su empoderamiento. Lo que necesitan es empatía, no compasión.
Todo esto me ha hecho pensar en la polémica reciente sobre quién debe traducir a Amanda Gorman, la joven poeta afroamericana elegida para recitar el poema The Hill We Climb en la ceremonia de inauguración de la presidencia de Joe Biden. Los agentes de Gorman exigen que los traductores de su obra sean mujeres jóvenes y de origen afroamericano y han rechazado que su traductor al catalán sea Víctor Obiols. Unos días antes, la traductora elegida para su edición al holandés, una escritora blanca, anunció que rechazaba el trabajo tras las críticas suscitadas por no ser negra.
No me gusta opinar de lo que no sé, pero la decisión de los agentes de Gorman me parece una provocación bastante interesante para el mundo editorial. A ver a cuántas traductoras negras encuentran por Europa.