El todavía vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Unidas Podemos se ha convertido en una parodia de sí mismo. El lunes arreó un tremendo patadón al tablero político con el anuncio de su candidatura a la Comunidad de Madrid para las elecciones del 4 de mayo y la dimisión de su cargo en el Ejecutivo de Pedro Sánchez cuando empiece la campaña. Comunicó su decisión no en una rueda de prensa con preguntas, como suele hacerse en democracia cuando un político informa de algo tan relevante, sino mediante un vídeo en el que dio casi por seguras otras tres noticias. Primero, concurriría en una sola lista junto a Más Madrid, superando la división de la izquierda alternativa, lo que en 2019 se tradujo en un resultado muy pobre para el partido morado que estuvo a un paso de quedarse fuera del parlamento regional, pues superó el listón del 5% de los votos por solo 6 décimas. En cambio, la formación de Íñigo Errejón sacó 20 diputados y el 14,6%, en gran parte gracias al impulso del tándem con la entonces alcaldesa Manuel Carmena, aunque a la postre la pelea entre ambos gallitos acarreó la derrota de la izquierda en el ayuntamiento, en beneficio del popular José Luis Martínez Almeida, e hizo posible el ascenso en la Comunidad de la trumpista Isabel Díaz Ayuso.
En segundo lugar, Iglesias comunicó que Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, sería su sustituta en la vicepresidencia segunda, designación que es una potestad exclusiva de Sánchez, y que este ayer objetó que no podía ser porque Trabajo es un área económica y Nadia Calviño es vicepresidenta tercera, con lo que el rango de Díaz sería más elevado. Iglesias vendió la piel del oso antes de cazarlo porque habla demasiado. Y en tercer lugar, dio por hecho que Díaz sería también la próxima candidata a la Moncloa por Unidas Podemos. Teniendo en cuenta que la formación morada es asamblearia, Iglesias visualizó un dedazo como la copa de un pino. Puede que el futuro pase por ella, pero como anuncio político es lamentable.
Por la noche, en el Intermedio de La Sexta, Iglesias reiteró ambas cosas y advirtió con tono sombrío que la democracia está en peligro en Madrid y en España por el avance del neofascismo. Que al Gran Woyming no le acabaron de convencer ninguna de sus explicaciones, quedó claro cuando le previno de que “a este paso no le van a votar ni los suyos” y que se arriesga a quedarse en el banquillo.
Solo 24 horas después le han dado calabazas desde Más Madrid y la cabeza de lista de la formación errejonista, Mónica García, le soltado nada menos que “las mujeres estamos cansadas de hacer el trabajo sucio para que en los momentos históricos nos pidan que nos apartemos”. Es lo que la RAE definiría como un zasca que pone punto y final al debate sobre las listas. Finalmente, Iglesias con mucho desparpajo instó anteayer a Ángel Gabilondo a repartirse los papeles, quedándose él con el voto de toda la izquierda y dejando al candidato socialista el trabajo de captar el voto de PP y Cs. Pues bien, ahora el líder morado tendrá que pelear de nuevo con los de Errejón por el votante a la izquierda del PSOE. El frenético giro de guion de su candidatura se limita a una operación para reflotar a Unidas Podemos del naufragio al que se dirigía en Madrid.
Así y todo, su decisión de abandonar el Gobierno es una excelente noticia. Primero porque, efectivamente, su sustituta, Yolanda Díaz, es mucho mejor que él, más competente y leal. Sánchez gana una buena vicepresidenta (finalmente tercera), que como ministra de Trabajo ha sido capaz de cerrar diversos pactos con patronal y sindicatos. La diferencia es que es comunista, de la buena escuela del PCE, mientras él es un populista adicto la política inflamada que rebosa testosterona. Segundo, si la candidatura de Iglesias contribuye a que Podemos no desaparezca en la Comunidad y a que entre PSOE y Más Madrid superen en diputados a PP y Vox, Díaz Ayuso no repetirá. Eso también sería una buena noticia. Entre la presidenta actual y Ángel Gabilondo, no hay color. Madrid se merece algo mejor. La líder del PP es una política populista, ideológicamente voxista. En muchas cosas es una alumna aventajada de Quim Torra Y, finalmente, la prueba definitiva de que la salida del Gobierno de Iglesias es bueno para España es que a ERC no le ha gustado nada. Hay malestar entre las filas independentistas, temen que su agenda decaiga sin un interlocutor tan comprometido con su causa como él. En definitiva, Iglesias pierde antes de empezar, pero igual también se lleva por delante a Ayuso, y con su salida ERC pierde influencia en la política española.