Marie Ekeland: la inversora que quiere salvar el planeta
Figura emblemática del capital riesgo francés, Marie Ekeland ha lanzado un nuevo fondo de inversión enfocado a proyectos que deseen alinear los intereses económicos con los de la sociedad
14 marzo, 2021 00:00Marie Ekeland hubiera podido estudiar Matemáticas e Informática en cualquier Grande école de Francia. Sin embargo, prefirió hacerlo en una universidad pública, porque el elitista sistema de educación superior francés le parecía injusto y “demasiado competitivo”. Veinticinco años después, los ideales de esta inversora francesa, considerada la primera mujer de su país en aventurarse en el mundo del capital riesgo, no han cambiado demasiado:
“Deberíamos dejar de mirar tanto a Silicon Valley y crear nuestros propios modelos de inversión enfocados a una economía más sostenible y respectuosa con el medio ambiente”, explica por teléfono esta emblemática inversora de 45 años. Ekeland acaba de lanzar 2050, un fondo de inversión que pretende romper con el modelo clásico de capital riesgo enfocado en la rentabilidad a corto plazo para poder invertir en proyectos que prioricen la sostenibilidad del planeta y una sociedad más justa e igualitaria.
“Las finanzas toman decisiones como si fueran códigos informáticos, reproducen modelos que funcionan y generan mucho dinero. Pero hay que repensar este modelo para liberar a los emprendedores de la presión de la rentabilidad a corto plazo”, detalla Ekeland.
Trabajar bajo presión
La diferencia principal entre 2050 y un fondo de capital riesgo convencional es que los gestores del fondo no son accionistas del mismo, “liberándolos de la presión económica”, comenta la inversora. Por otro lado, se trata de un tipo de fondo denominado de “sostenibilidad”, sin ánimo de lucro, constituido a partir de las contribuciones de los socios. “Su funcionamiento es más parecido al de una fundación”, esclarece Ekeland, ilusionada. 2050 tienen como objetivo levantar entre 100 y 150 millones de euros por año, con el fin de alcanzar el millar de euros en 2030, y pondrá el foco básicamente en cuatro sectores: alimentación, educación/ cultura, vivienda/transporte, y seguros.
“La clave es alinear los intereses económicos con la necesidad de hacer algo bueno por el planeta”, explica Ekeland, que empezó a “preocuparse” por temas como la desigualdad social o el problema de la vivienda tras pasar una temporada en Nueva York trabajando para el banco de inversión J.P. Morgan. Fue a finales de los 90, después de graduarse en la universidad, coincidiendo con la etapa dorada de la banca de inversión. “Aprendí a trabajar bajo presión, a tomar soluciones rápido”, recuerda la conocida inversora.
Proyectos sociales
Al regresar a Francia, se incorporó a la firma de capital riesgo Elaia, donde trabajó varios años, hasta que en 2014 se marchó para fundar su propio fondo, Daphni, convirtiéndose en una de las primeras mujeres de Francia en aventurarse por su cuenta en el mundo del capital riesgo.
“Siempre me ha gustado aprender y sentirme útil”, comenta Ekeland, recordando los motivos que la empujaron a emprender por su cuenta. Y sentirse útil pasaba por empezar a invertir en startups que colaborasen a crear un mundo mejor, algo que no sentía en Elaia. Bajo su mando, Daphni llevó a cabo varias inversiones de éxito, como el caso de Agricool, startup parisina que comercializa frutas y vegetales cultivados en medios urbanos, y Holberton School, una cadena de escuelas de programación informática y desarrollo de software dirigida a profesionales que necesitan reciclarse, con presencia en EEUU y varios países de Latinoamérica.
Creer en un mismo
Sin embargo, ante la amenaza inminente del cambio climático y el auge de la desigualdad social de los últimos años, Ekeland se dio cuenta de la estructura de Daphni no le permitía realizar el tipo de inversiones a largo plazo que este tipo de startups necesitaban. Así que abandonó el fondo que había creado cinco años atrás para fundar 2050.
“Cuando inviertes estás dando forma al futuro. Por lo tanto, antes de invertir en un proyecto, hay que preguntarse: ¿en que mundo queremos vivir? El dinero tiene que servir a una causa”, comenta la inversora, consciente de que se trata de un modelo de inversión novedoso, y que no será fácil atraer el dinero.
Pero Ekeland no tiene miedo a ser novedad. “Durante muchos años fui la única mujer en la sala, y eso me dio una ventaja: a sentirme libre para hacer lo que quisiera, porque nadie tenía expectativas de lo que una mujer tenía que hacer”, comenta. La desventaja es que a veces es duro: “necesitas creer mucho en ti misma porque siempre eres la primera en hacerlo. Y siendo la primera siempre te encontrarás con poca gente que crea en lo que haces”, concluye.