Esquerra Republicana y la CUP han protagonizado el primer contacto del baile post electoral. Sin acuerdos, pero con buenas palabras. Lo único que está claro después de una semana llena de movimientos tácticos, declaraciones, contradeclaraciones, mensajes y conversaciones entre bambalinas entre diferentes fuerzas políticas, es que está todo abierto menos la presidencia de la Generalitat. Aragonès será presidente porque cualquier combinación, incluida la socialista, le llevará al Palau. ¿Qué gobierno formará? Eso está en el aire.
Aragonès quiere formar un gobierno contando con la CUP, Comunes y Junts per Catalunya. Al menos eso dice. La fórmula plantea incógnitas de todo tipo porque es sinónimo de inestabilidad e incertidumbre. Les une la celebración de un referéndum y la amnistía, pero les separa todo lo demás. Aragonès no debería olvidar que la CUP lo dejó en la estacada con los presupuestos, que salvó con los Comunes.
En un gobierno de estas características será complejo arbitrar unos nuevos presupuestos. Para evitarlo, Aragonès haría bien en incluirlos en las negociaciones de la investidura. O sea, atar un acuerdo de gobierno con los grandes números acordados para que lleguen al Parlament lo antes posible. La negociación de la investidura debe conllevar la negociación presupuestaria porque el nuevo gobierno necesita tener las herramientas necesarias para ponerse en marcha, además de estar cohesionado. ¿Garantiza la cohesión la fórmula de vía amplia de Aragonès? A simple vista no parece que sea un gobierno cohesionado si da cobijo a los ultraliberales de Junts per Catalunya y a los anticapitalistas de la CUP. No parece que Canadell y Sabater sean una buena pareja de baile. Les une el referéndum y la amnistía, pero les separa todo lo demás.
Y un añadido, tienen un objetivo común, marcar al presidente de la Generalitat. No quieren un presidente al frente de un gobierno, quieren a un presidente preso del gobierno. Los primeros síntomas de lo que puede suceder los ha lanzado JxCAT esta misma semana marcando un camino de radicalidad independentista, un obús en la línea de flotación de la estrategia de ERC encaminada al diálogo con Madrid y la estabilidad en Cataluña.
En ERC son conscientes de esta situación. Por eso, por debajo de los duros ataques a los socialistas han abierto contactos, podría decirse que informales, para tantear a los socialistas. La fórmula esgrimida es un gobierno de coalición con los Comunes y un acuerdo de legislatura con el PSC, dado que los socialistas no están dispuestos, a priori, a entrar en el gobierno. Sánchez desde el congreso lanzó la consigna: gobierno de izquierdas. La puerta de esta opción está abierta, no es una vía muerta como algunos auguran, aunque no sería una mala cosa que el Gobierno de España tuviera un gesto. Un gesto efectivo, como por ejemplo entrar en el Congreso de los Diputados la reforma del Código Penal. Sería un gesto de buena voluntad que podría ser bien interpretado desde ERC.
Los movimientos seguirán. Algunos auguran un acuerdo rápido. No lo creo, simplemente porque Aragonès no solo necesita una investidura, sino que necesita un gobierno que no lo tenga atado de pies y manos. Lo ha vivido en carne propia en estos meses, y no creo que piense en repetir la experiencia. Aunque, ya se sabe, en ERC pueden tomar una mala decisión en cualquier momento.