El PSC ha vuelto a la relevancia y al liderazgo político tras una larga travesía por el desierto procesista. Salvador Illa, con un discurso claramente constitucionalista y dialogante, ha casi doblado los resultados obtenidos por los socialistas en 2017. El efecto Illa supone ganar en votos en Cataluña, convertirse en primera fuerza política y empatar en escaños con ERC. El Partit dels Socialistes de Catalunya, fundado en 1978 en un famoso y plural Congreso que unió a la socialdemocracia y al federalismo, ha conseguido el 23% de los votos de los ciudadanos, mostrando de nuevo la fuerza del catalanismo constitucionalista y progresista. Aun así, lo más probable es un Govern independentista igual al anterior, con dos partidos que llevan años enfrentados, pero que difícilmente podrá ignorar al PSC en el Parlament, actuar sin tenerlo en cuenta o volver a caer en la unilateralidad y en la inacción.
Si lo vuelven a hacer, si tenemos un Govern con más de lo mismo, el Ejecutivo catalán haría bien en dejarse de unilateralidades y referéndums. No puede ignorar que no tiene el apoyo necesario para declarar una República. El muy resaltado 51% de voto independentista se ha conseguido en unos comicios con mucha abstención, que ha perjudicado a los partidos constitucionalistas. Pero Cataluña sigue dividida en dos. Una alianza entre constitucionalistas e independentistas de izquierdas sería posible, aunque muy improbable. Los líderes de Esquerra, que finalmente han sobrepasado a JxCat, un partido conservador heredero de Convergència, temen ser acusados de “botiflers”. Sin embargo, el llamado “veto sanitario”, el manifiesto contra Salvador Illa, es un muro que debe derrumbarse. Por el bien de la gobernabilidad y el respeto a los ciudadanos.
El temor que queda, tras unas elecciones tan empatadas, es que Cataluña renueve cuatro años más de división y desgobierno. Los viejos socios independentistas no han dado últimamente ejemplo de unión ni de capacidad de Gobierno y su repetición puede complicar la recuperación económica, además de radicalizar aún más al electorado.
El gran perdedor de estos comicios es Ciudadanos, ganador de las anteriores autonómicas catalanas. En cualquier caso, la futura oposición de PSC y de Illa no será tan pasiva y poco útil como la de C’s, que ni siquiera presentó programa de Gobierno. La marcha a Madrid de su líder, Inés Arrimadas, acabó por hacer desaparecer al partido en el Parlament, y el electorado les ha castigado por ello. Si Illa puede, presentará un programa de Gobierno alternativo al independentismo, aun sabiendo que va a ser derrotado. Los socialistas han obtenido un extraordinario resultado, demostrando que tienen líder y apoyos suficientes en la sociedad catalana. El PSC ha vuelto a ser partido de gobierno y el Govern le necesitará si quiere realizar cambios en el Estado.