El próximo domingo los catalanes y residentes en Cataluña nos jugamos mucho más que otra inútil y dramática legislatura, porque, en función de los resultados que muestre el recuento, se cernirá sobre nosotros el gris plomo de la oscuridad o aparecerán en el horizonte las luces del alba anunciando una nueva etapa con esa claridad que todos necesitamos. Quizás un esperanzador futuro que venga a barrer y enterrar los últimos años y el hasta hoy presente de parálisis total.
La campaña de los partidos responde a todo aquello que esperamos, llenas de promesas imposibles, ilusiones mágicas y establecimiento de líneas rojas en acuerdos y pactos que después, a la hora de la verdad, se difuminan, se blanquean y se olvidan en aras a una supuesta gobernabilidad que ya andaba desde el principio en boca de todos. Recorren también Cataluña el odio, la violencia y el insulto hacia todo lo español, bien paseado y aireado por los lazis y los políticos convictos, todos ellos oprimidos por la violencia del Estado, que sueñan con la libertad que ofrece el vacío, la no pertenencia y la insignificancia aunque lamentablemente esa 'gent de pau' lo hace como acostumbra, gritando, insultando, agrediendo y quemando todo aquello que se les pone por delante y que a todos nosotros pertenece.
Yo me pregunto desde hace ya tiempo cómo puede haber un solo catalán, uno solo, que aporte su voto ciudadano y democrático a esa gente. Quién puede ser capaz de contribuir a que se sigan produciendo escenas de ataques y violencia contra quienes no piensan como ellos, pues es sin duda fomentar las dos Cataluñas mientras todos nos distraemos reflexionando sobre aquellas antiguas dos Españas que esperemos que no regresen jamás. Tampoco quiero pasar por alto que estos días tenemos paseando el palmito por nuestra tierra a todos los líderes de partidos que por una vez dejan Madrid y sus telas de araña impenetrables para acercarse a la gente con una falsa y engañosa proximidad que durará lo que la campaña dure y después Arrivederci.
Y lo menciono porque no es nueva en mi discurso la queja del vacío que existe entre la clase política y los ciudadanos así como la sensación de soledad de la gente al paso de los coches oficiales y cristales tintados. Algún día debería ser posible la proximidad, aunque quizás también eso sea un sueño.
Pero vayamos a lo práctico. Como siempre y más que nunca, el altísimo precio que puede pagar Cataluña y los catalanes si nos ponemos de perfil ante las urnas debería producir pavor por lo que es necesario despertar la conciencia de que Cataluña será lo que nosotros queramos que sea y no lo que solo anhelan unos bien disciplinados delirantes que como el flautista de Hamelin conducirán a la gente al suicidio colectivo.
El próximo día 14 ni un ciudadano catalán que aspire a la prosperidad, el progreso y a volver a engancharse al tren del futuro con España y con Europa debe quedarse en casa, acudiendo con su mascarilla, protección y distancia de seguridad a ejercer su derecho al voto. Y ese voto, sea al partido que sea, debe llevar el mensaje de la persona con la voluntad del respeto a la democracia, a la unidad de todos los españoles, por el mandato constitucional y acatamiento a las Leyes y al Estado de Derecho.
Si con nuestra solidaridad no conseguimos desterrar el odio, el enfrentamiento, la opresión o la sensación de secuestro de nuestras vidas y libertades de pensamiento, vendrán ellos y lo volverán a hacer todo, porque así lo han prometido. División, bronca, pobreza, aislamiento, aldeanismo, adoctrinamiento y, por tanto, el peor futuro posible para nuestros hijos y nuevas generaciones. Eso es lo que nos jugamos, ni más ni menos.
Todos los partidos, sin excepción, y en cada contienda electoral, apelan al voto útil para según ellos sumar, ampliar sus resultados y porcentajes y para luego ponerse ante un micrófono y sus fieles proclamando que han ganado, que todos han ganado y luego a casa con la gente esperando aterrada en sus hogares las consecuencias de esas supuestas victorias. Pero permítanme los lectores la afirmación de que el domingo 14, más que nunca, el voto útil, el verdaderamente útil es simplemente el hecho de ir a votar.
Quedarse ese día en casa me atrevo a calificarlo como un acto de irresponsabilidad porque actuar tan solo con ese pequeño esfuerzo individual y familiar es inyectar, ahora que está tan de moda, la vacuna del futuro, aquella que nos devolverá a la senda de la Cataluña próspera y por todos admirada por su liderazgo económico y cultural.
Si alguien me lee, me escucha o tiene una mínima confianza en éste humilde ciudadano….. ¡Vayan a votar!