Entramos en la última semana de campaña con las espadas en alto y con las incertidumbres sobre la mesa. El pescado, sin duda, no está vendido. La tranquilidad de las perspectivas electorales se rompió cuando Salvador Illa entró como elefante en una cacharrería. Todas las previsiones saltaron por los aires, principalmente, las de Esquerra Republicana. ERC es el partido más parecido al Barça. Cuando gana cuatro a cero y le marcan un gol aparecen los fantasmas de la derrota y el ay, ay, ay.
En eso estamos. A los republicanos les falla el candidato. Pere Aragonés es un buen gestor, un tipo pragmático que sabe escuchar, pero no tiene liderazgo consolidado ni en el partido ni en la sociedad, y como candidato deja mucho que desear. Para muestra un botón. En el debate de candidatos de RTVE, Salvador Illa dijo en su primera intervención “como presidente de la Generalitat yo haré…..”. Aragonés tardó exactamente algo más de una hora en hacer la misma afirmación. Quizás porque no se cree que puede ganar las elecciones.
Este es el principal problema de ERC, que no se cree que puede ganar. Mira al PSC, con el que acertadamente ha entrado en el cuerpo a cuerpo, y mira, casi con pavor, a Junts per Catalunya. Suerte han tenido que Oriol Junqueras ha salido de la cárcel y ha dado ímpetu a la campaña del partido. Ciertamente, esta vez ERC no es galimatías de hace tres años. En la campaña de 2017, los días se le hicieron eternos y las semanas se convirtieron en travesías interminables. Esto no sucede esta vez, porque Puigdemont ya no es lo que era y los presos de JxCAT no están a la altura de Junqueras y Borràs tampoco es que les deje espacio. Sin embargo, Laura Borràs no es una candidata despreciable porque es peleona, marca perfil y les acosa desde el flanco más débil de los republicanos: su complejo de inferioridad independentista cuando se les compara con JxCAT.
De momento, el gen suicida de ERC no ha salido a la luz. El equipo de campaña se mantiene firme y marca territorio y espacio político, pero en privado reconocen con pesar que todavía quedan “muchos días”. La incógnita de la abstención preocupa en el cuartel general de la calle Calabria porque están convencidos de que una gran abstención favorecerá al PSC, mientras que mayores grados de participación los aupará a la victoria. La presencia de Oriol Junqueras funciona como un respirador, les insufla aire y lo más importante, moral. Y a pesar de esto siguen en su particular ay, ay, ay, en su aflicción.
El problema radica, como ha dicho la candidata de la CUP, Dolors Sabater, que por cierto vive un íntimo camino de espinas con su partido que en una semana le ha desautorizado dos veces, que el 14 de febrero es un plebiscito para el independentismo. Este es el error de los republicanos porque han entrado en el juego de Junts. Junqueras está intentando sacudirse está pesada losa que lastra la capacidad del partido buscando a un nuevo enemigo, el PSC. Si es tarde o no, lo veremos el día electoral, pero esta vez ERC busca su propia salida porque el plebiscito hace aparecer los fantasmas de quién es más independentista, quién es el botifler, cuando Esquerra debería abanderar una nueva forma de caminar hacia la independencia. Al menos, es lo que nos han dicho hasta ahora. Sin embargo, seguir su hoja de ruta les hace temblar las piernas. Es decir, aparece el constante complejo de inferioridad con Puigdemont y sus huestes. Quizás porque la dirección de ERC no tiene claro que esta hoja de ruta sea asumida por el conjunto de la militancia y de su electorado.
Esta constante indefinición impide a ERC lanzar un claro mensaje en la demarcación de Barcelona, donde se jugará el tener o no la mayoría. Los republicanos ganarán si fidelizan a sus huestes más independentistas, pero también si son capaces de atraer a miles de votantes que los pueden ver como la solución al conflicto, desde la óptica del independentismo pero también de la izquierda. El problema radica en que no tienen confianza en su máxima de “ampliar la base”. Cuando aparecen los problemas se achican. Problemas que se llaman Illa que va cabalgando en un brioso corcel propagando la buena nueva de su victoria, y la peleona Borrás que se alza como la única musa de la independencia. Suerte tienen de Junqueras que es el único que les para a ambos los pies. La incógnita es si será suficiente para superar el gen suicida.