El conseller de Acción Exterior de la Generalitat, Bernat Solé, dijo primero que se podían celebrar las elecciones del 14-F con normalidad, después alegó la urgencia sanitaria de aplazarlas y finalmente dijo que deberíamos avanzar en el voto electrónico para que esto no vuelva a suceder. Un ejercicio de cinismo digno de la mejor carcajada; la ironía de un sofista aficionado, que además de Exteriores tiene en su departamento la competencia de Transparencia, un sarcasmo que desnuda al mentiroso. Este señor con idiomas, que representa a Cataluña en el exterior, dice que dejemos de lado el electoralismo y pongamos por delante el sentido de país. El caramellaire del Riu Sió y exmiembro de la Cobla Juvenívola d’Agramunt se dedica a las embajadas catalanas que cuelgan por las esquinas pasquines del tamboriler del Bruc, héroe prometeico de la guerra del francés. Habla muy a menudo de la República catalana en nombre de la mayoría silenciosa, harta del ridículo que hacemos como país. Fue el jefe de los boy scouts de su ciudad, Agramunt, una bella localidad en la que confluyen el Urgell, la Segarra y la Noguera; pero desaprovechó las noches de verano, bajo la cúpula estrellada de la depresión de los Pirineos.

Se metió en la DUI hasta las cachas, pero cuando el pasado mes de diciembre el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) le preguntó por su participación en el 1-O, él negó tres veces como San Pedro: dijo que no sabía nada, que no se había ocupado de la logística del referéndum y que no había puesto a disposición de los organizadores ningún local municipal. El día de autos, Solé era el alcalde de Agramunt. Pero ante el juez, solo ha admitido ahora (en el juicio oral) que sólo acudió al local cuando supo que había altercados; allí se encontró con la Benemérita de Pérez de los Cobos y los piolines del ministro-monaguillo, Juan Ignacio Zoido. Y, desde luego no hizo prevalecer su condición de máxima autoridad local.

Solé se hace el desentendido: “Yo no sabía nada”, como el Papageno de La flauta mágica. ¿Qué dirán en Agramunt, ante este exalcalde que rehúye el compromiso? Todos se acuerdan de que Bernat los metió a todos en un edificio público con las urnas y las papeletas pero, pasado un tiempo, cuando la arquitectura constitucional lo inculpa, él dice que pasaba por allí. No se ha comportado precisamente como aquel edil de Zalamea de Lope de Vega, que plantó cara al poder teocrático. Ante el TSJC, Solé se juega, como máximo, una inhabilitación, pero no quiere ni pasar por eso. Ya no dice, “la historia me absolverá”, como los grandes popes; quiere ser absuelto aquí y ahora. Y este es un dato trascendental para un movimiento que, cuando iba hacia arriba, se atrevía al desacato constitucional, pero que ahora está gangrenado por dentro. Ha ido del ho tornarem a fer hasta el deixem-ho córrer. 

Caricatura de Bernat Solé / FARRUQO

  

Solé era un hombre de la base natural de ERC, hasta que quiso ser más en JxCat, un imposible metafísico. Renunció a la cosa en sí y se embriagó con el mito. Quim Torra le calentó los cascos y le nombró conseller, tras cesar en Exteriores a Alfred Bosch, una cabeza amueblada, que pagó el pato de los melindres (por decir algo) con las damas de su jefe de gabinete, Carles Garcia. Bueno, a mí me parece más bien que Bosch aprovechó la ocasión para alejarse de Torra, la eterna caspa del catalán power.

En Parlament convocó el 14-F porque el interino, Pere Aragonès, no está capacitado legalmente para disolver la Cámara; pues bien, tampoco lo está ahora para aplazar los comicios. Nos encontramos ante un vacío legal que ERC podría querer llenar pactando con PP y Ciudadanos la anulación de los comicios (digo anulación, no aplazamiento); lo cierto es que ya se han producido reuniones entre estos tres partidos antitéticos para alcanzar un acuerdo vergonzante y honrar la memoria de Rompetechos. El pacto de los perdedores, con Junts incluido pronto, es un tren de mercancías dispuesto a detener como sea el efecto Illa. La dupla ERC y JxCat ya no está sola y Salvador Illa no es precisamente Inés Arrimadas: si gana Illa, el cambio de paradigma en la política catalana está asegurado.

El Govern no ha hecho nada para garantizar el voto electrónico y otras fórmulas alternativas. No ha movido un dedo y el resultado ahora es que el voto activo no está garantizado. Era presumible ante un Ejecutivo de patanes que no dan un palo al agua. No es que no haya príncipes ni princesas en el Palau de la Generalitat, es que no queda ni rastro del espíritu de la Ilustración sembrado por la Mancomunitat de Prat de la Riba. Bernat Solé cuenta con el aplazamiento, pretextando el Covid, si el voto socialista les desbordaba. Teme que Pedro Sánchez apueste por una nueva configuración del pacto territorial de Estado, con la ayuda de Illa. Solé lo percibe con miedo; es manso y pérfido a la vez, como el gato de Alicia en el país de las maravillas