El mundo socialista está muy movido ante el movimiento que ha realizado Pedro Sánchez en Cataluña. Todo empezó, formalmente, en una cena el pasado 19 de noviembre en la que el presidente puso sobre la mesa a Miquel Iceta un cambio de cartel en las catalanas. Detrás de la propuesta, argumentos demoscópicos, big data y análisis pormenorizados. El cambio de candidato era bueno para el PSC, que mejoraba sus expectativas; para el PSOE porque se verá reforzado en Madrid; en el gobierno de coalición y en el Congreso porque los socialistas catalanes pueden ser decisivos en Cataluña, por primera vez en años, con efectos en la política española; y para el país, porque encarrilará la vía de diálogo, aún con final incierto. Y para Iceta.
La vía de salida de Iceta de la política catalana la marcó Pedro Sánchez hace un año, tras las últimas elecciones. Le ofreció ser senador, para luego ser presidente. ERC abortó la operación. Sergi Sabrià fue el artífice del boicot a Iceta; ahora se debe lamentar. Si ERC no la hubiera dinamitado, Illa sería candidato desde hace tiempo; el golpe de efecto del 30 de diciembre no hubiera sido tal.
En la Moncloa alguien sonrió. Parecía que la operación se había ido al traste, pero no. La frustración del movimiento de Iceta no cambió la estrategia. Se situó a Salvador Illa como ministro de Sanidad, en un ministerio maría que le permitiera ser actor protagonista en la mesa de diálogo, en particular, y en la política catalana, en general. No se situó a Miquel Iceta, se situó a Illa para ponerlo en la parrilla de salida. “En ese momento fue evidente que Illa tenía que ser el candidato”, apunta un dirigente territorial socialista, que aplaude la decisión de Sánchez.
El ministerio maría salió rana, y Salvador Illa se convirtió en el epicentro de todo de la noche a la mañana. La epidemia trastocó, otra vez, la táctica prevista, pero no la estrategia. Su talante moderado, negociador, que no se deja llevar por el pánico, que escucha, que asume las críticas sin pestañear, que se pone de trinchera ante Sánchez para aguantar todos los golpes, lo catapultó en las encuestas. En conocimiento y en reconocimiento. Sobre todo, en Cataluña, donde genera menos rechazo que Iceta en electorales colindantes --ERC y comunes, además de Ciudadanos, sobre todo-- y que le ha hecho subir a la primera posición en preferencia como presidente.
“El sello Pedro Sánchez en el Gobierno es Salvador Illa. Es el único ministro que es proyecto Pedro Sánchez. Illa es el proyecto de Pedro Sánchez. Ha roto las encuestas y ahora habrá que ver cómo se consolida”, analiza otro dirigente territorial, poco sospechoso de ser sanchista, ni de primera línea, ni enfervorecido seguidor. Iceta lo fue desde el minuto uno y cumplió su cometido como dirigente del partido, pero el gobierno de España y el de Cataluña no son para Sánchez una mera trasposición de poderes.
“Así se hacen las cosas. A 60 días de las elecciones, un golpe de efecto que moviliza dentro y fuera del partido”, puntualiza un alcalde con predicamento en el PSOE, y en el presidente. De hecho, algunos críticos con Susana Díaz apuestan por este modelo. “Si se han de hacer movimientos por el bien del proyecto que se hagan. Pero hacerlos a dos años vista de las elecciones andaluzas es un error. No es cuestión de cambiar por cambiar, sino cambiar para ganar”, analiza otro destacado dirigente haciendo el contrapunto para los que tienen prisa en Andalucía, en referencia a algunos destacados dirigentes del partido muy activos en los últimos meses porque se acerca el congreso federal. “Ahí el único que sabe que sale es Pedro. Otros saben que llegarán, pero no saben si saldrán ni por qué puerta”.
En la Moncloa, silencio. “Siempre hay que decir menos de lo necesario”, es una máxima del jefe de gabinete del presidente, Iván Redondo. Illa sigue su camino al frente del ministerio, ante los nervios de la oposición, que pide su inmediato cese, acompañado de Carolina Darias en todas las ruedas de prensa. Está calentando la banda la ministra de Administración Territorial para asumir la cartera de Sanidad. Illa compagina gestión con acción política en la campaña. De momento, lo han puesto en la parrilla de salida con un golpe de efecto y con la reacción de sus adversarios que han llegado a decir “o PSC o ERC”, “o PSC o independencia”. Lo han puesto en el binomio donde el PSC no estaba desde 2010, cuando José Montilla salió de la presidencia de la Generalitat.
La estrategia estaba marcada desde hace tiempo. Iceta ha dado su sí porque en su fuero interno también lo veía. Está curtido en mil batallas y es un hombre de partido. Sabía que debía dar un paso al lado y no le fue difícil decir sí a Pedro Sánchez. Iván Redondo había hecho su trabajo. Recuerden esta frase de Iceta: “Iván me da miedo. Cuando te reúnes con él vas con tus ideas. Cuando sales, vas con las de él”. Con Illa la relación ha sido intensa. “En la pandemia, hemos trabajado codo con codo. Han sido meses muy intensos desde el punto de vista comunicativo. El contacto con Iván, en este tiempo, el contacto ha sido diario. Telefónico y presencial”, resumía el ministro hace unos días, antes de su designación como candidato, en una conversación mantenida en su despacho del paseo del Prado.
Ya ven que el movimiento de Pedro Sánchez ha movido más piezas de las que se ven a simple vista. Ha roto el tablero catalán, ha sorprendido a independentistas y a la derecha española, y también ha dejado ojiplático al Partido Socialista. Estos movimientos de Sánchez deben hacer pensar a más de uno que poner sus barbas a remojar no es una mala idea, porque Sánchez está fuerte en el Gobierno, y en el partido. Las viejas rencillas son solamente ruido. El presidente solo se fija en su objetivo, en el que el partido no es sustituible, pero el Gobierno y los intereses de país están por encima de los codazos. Llegar al poder es difícil, pero más difícil es mantenerlo. Por eso, quiere estar rodeado de los mejores para cada momento. Iceta fue su puntal y lo seguirá siendo. Ahora, le tocaba ceder el testigo.