La historia nos muestra que cualquier situación es susceptible de empeorar. Y por mucho que deseemos lo contrario no es seguro que la próxima legislatura en Cataluña vaya a ser mejor que la finiquitada esta semana o que las anteriores desde 2010. Es cierto que el procés se desvanece en la opinión pública, tal como radiografiaba La Vanguardia este lunes, pues ya solo uno de cada diez catalanes cree que el proyecto soberanista acabará en independencia. Ahora bien, si los partidos separatistas obtienen mayoría absoluta el próximo 14 de febrero volverán a gobernar juntos. Eso démoslo por seguro. Este no es un detalle menor que pueda despacharse desde la ingenua confianza en que la política catalana vaya a volver necesariamente a la sensatez porque ya se hayan dicho o hecho todos los disparates posibles. Pues no, recuerden, cualquier situación es susceptible de empeorar.
Además, ese nuevo gobierno separatista no se formaría en un escenario donde los republicanos, que ahora aparecen como más sensatos y moderados, hayan ganado la hegemonía dentro del soberanismo. Las encuestas apuntan a que JxCat está recuperando fuerza y que llegará al 14F cerca del empate con ERC, sin que pueda descartarse tampoco su victoria en el último momento, como la vez pasada. El ticket electoral, formado por Laura Borràs y Joan Canadell, tiene bastante garra entre el votante por cuanto apela a la épica del 1-O, a la confrontación permanente y a un nuevo “desbordamiento democrático” que predica Puigdemont. Bastante más que el del aburrido Pere Aragonès acompañado de una desconocida Laura Vilagrà como número dos por Barcelona. En cualquier caso, si gobiernan juntos, no lo duden, antes o después, volverán a las andadas. Tanto ERC como JxCat, por mucho que recelen el uno del otro, descartan cualquier alternativa que no sea volver a entenderse en la próxima legislatura con el añadido de que se pasaría de un Govern bipartito a un tripartito con la incorporación de la CUP.
Esa es ahora mismo la principal novedad que, sin embargo, está pasando desapercibida, pese a que añadiría mucha dinamita e inauguraría un escenario completamente nuevo. La cabeza de cartel de los anticapitalistas, la ex alcaldesa de Badalona Dolors Sabater, se propone entrar en el ejecutivo con el objetivo de convocar un referéndum antes de 2025. Si sus votos son imprescindibles, va a exigir un lugar para la CUP en el Govern. Su apuesta es una nueva hoja de ruta rupturista para ejercer la autodeterminación, por las buenas o por las bravas. Sorprendentemente, no le pone objeciones a gobernar con JxCat, formación que en el modelo económico reconoce que es de derechas, pero eso ahora mismo es un detalle menor para los anticapitalistas. Lo esencial es que los de Puigdemont, Borràs y Canadell comparten con la CUP el compromiso de romper con el régimen del 78 y desafiar al Estado. Y ahí, agárrense fuerte, tienen planteamientos de “izquierdas”, ha declarado Sabater en una entrevista en Naciódigital. Pues ya está. El independentismo como redención y punto de conexión entre los anticapitalistas y el nacionalpopulismo de derechas. ¡Todo por la patria!
Imagínense un ejecutivo formado por los tres partidos independentistas, presidido por Aragonès, el más moderado de todos, pero que tendría que haberse comprometido previamente con JxCat y la CUP a llevar a cabo acciones de desobediencia con la vista puesta en otro momento de ruptura al final de la legislatura. O el supuesto, aún peor, de que Borràs ganase las elecciones y fuese inhabilitada por el TSJC por los contratos presuntamente fraudulentos cuando presidía la Institució de les Lletres Catalanes. Entonces veríamos a un personaje como Canadell, supremacista y xenófobo al frente de la Generalitat. Sería otro Quim Torra pero procedente del mundo de los negocios y la empresa, con un lenguaje más descarnado y unas formas más atrevidas. Suceda una cosa u otra, presida el Govern Aragonès, Borràs o Canadell, el escenario de un tripartito independentista con el añadido dinamitero de la CUP es muy inquietante.
¿Es ese realmente el proyecto estratégico que quiere ERC? Pues parece que sí. La insistencia enfática de Junqueras, anteayer mismo en TV3, abjurando de cualquier hipótesis de pacto con el PSC no deja otras alternativas con las encuestas en la mano. Y las declaraciones de Aragonès en una entrevista en RTVE hace dos días planteando un “frente amplio” con JxCat y la CUP, cuyo deseo de participar en la gobernabilidad aplaude, reservando a los Comuns solo la posibilidad de ser socios parlamentarios, señala el camino elegido. Por tanto, dejemos de invocar durante la campaña el fantasma de aquel tripartito de izquierdas, de los tiempos de Maragall y Montilla, que es imposible que se reproduzca esta vez, y pongamos la alarma en que, si el 14 de febrero nada lo remedia, Cataluña se dirige hacia otro tripartito. Si aquel primero muchos lo juzgan todavía como el origen de todos los males, el de la fusión independentista que se avecina puede ser infinitivamente peor. Pues sí, ya lo ven, la política catalana es susceptible de empeorar en 2021.