No todas las crisis desembocan en pobreza y desigualdad, algunas pueden convertirse en una oportunidad para mejorar las condiciones de vida de la población. Es lo que sucedió en el Reino Unido tras la Segunda Guerra Mundial donde las políticas públicas desplegadas por el primer ministro laborista Clement Attlee no sólo mejoraron la salud de la ciudadanía gracias a la creación del NHS, el Servicio Nacional de Salud. También se erradicó la desnutrición mediante los racionamientos que garantizaron a todas las personas una alimentación básica. Attlee consiguió crear y mejorar las condiciones de empleo, puso en marcha prestaciones por enfermedad e invalidez y sentó las bases de lo que hoy conocemos como estado del bienestar.
El premio Nobel de Economía, Amartya Sen, recordaba recientemente algunas de estas experiencias exitosas en un artículo en Financial Times que llevaba un título provocador: Una sociedad mejor puede surgir de los confinamientos. Sen ahondaba en uno de los principales desafíos que plantea esta pandemia y es cómo evitar que la crisis económica y social derivada de la emergencia sanitaria haga crecer aún más una brecha social y económica que ya se había vuelto intolerable antes del Covid-19.
Analizaba cómo Estados Unidos y algunos países europeos habían sido incapaces en los últimos años de reforzar de manera decidida la protección de las personas con el resultado que la precariedad se había extendido de forma alarmante en amplios sectores que ahora demostraban ser más vulnerables al virus y a sus consecuencias. Ponía como ejemplo el hecho que el 70 por ciento de las personas fallecidas por Covid-19 en Chicago pertenecieran a la comunidad afroamericana, a pesar que ésta representa sólo un tercio de la población.
Cataluña no es ajena a este diagnóstico tras una década de recortes que han dejado nuestras políticas sociales, y a la ciudadanía que depende de ellas, al límite. El impacto del Covid ha sido mucho más agresivo en los barrios con menos renta donde las condiciones de vida son más duras. Las personas han visto como la sanidad, uno de los pilares de nuestro estado del bienestar, perdía capacidad porque los gobiernos catalanes de la última década han recortado la inversión en salud en un 27%. Lo constataba en un informe la Asociación Estatal de Directores y Gerentes de Servicios Sociales que señalaba que los recursos para educación, otra de las ventanas a la igualdad de oportunidades, se habían reducido un 12% desde 2009. En total, nos decían, Cataluña destina un 19,6% menos a políticas sociales que hace diez años.
De esta crisis puede emerger una sociedad mejor, una nueva normalidad que se construya a partir del convencimiento que sólo a través de la justicia social y la lucha contra la desigualdad podremos hacer frente a los desafíos planteados. La ciudadanía británica optó por los laboristas al finalizar la Segunda Guerra Mundial porque consideró que el proyecto encabezado por Clement Attlee era el que podía gestionar mejor la reconstrucción en un sentido social. Priorizó la apuesta por un modelo más justo, uno que no dejara atrás a nadie garantizando unos niveles de vida dignos a toda la ciudadanía.
Cataluña puede seguir un camino parecido en las elecciones del próximo 14 de febrero. El gobierno que salga de las urnas tendrá que hacerse cargo de la reconstrucción de una sociedad que ya estaba maltrecha antes de la pandemia. Los catalanes y las catalanas tienen la posibilidad de apostar por un nuevo modelo, por la construcción de una nueva normalidad en la que los recursos, especialmente aquellos provenientes de los fondos europeos, se destinen a cimentar y garantizar una vida digna a las personas. Amartya Sen cree que un mundo mejor puede salir de la pandemia si sabemos gestionar las lecciones que nos está dando la crisis y priorizamos aquello que nunca deberíamos haber olvidado. Escuchémosle.