ERC puede ganar las elecciones catalanas del próximo febrero. Así lo apuntan las encuestas. Pere Aragonès se podría convertir en el presidente de la Generalitat y gobernar en un momento nada fácil, con incertidumbres y compleja gestión, porque en caso de gobernar tendría que pactar. Por eso, el actual vicepresidente y conseller de Economía se ha puesto manos a la obra para aprobar una asignatura suspendida reiteradamente por los republicanos: la relación con el mundo empresarial.

Desde las empresas del Ibex a las grandes energéticas, farmacéuticas o automovilísticas, hasta la pequeña y mediana empresa, siempre han mirado con reticencia a la formación republicana. Se ha instalado una desconfianza en el empresariado que se ha forjado por los vaivenes en la gestión de gobierno. El procés, su larga duración, ha dejado en segundo plano las reivindicaciones empresariales porque las prioridades de los sectores económicos no eran el eje central de la política. No estaban entre las prioridades de un gobierno enfrentado, poco ágil, intervencionista y sin un plan para la Cataluña del 2030, como rezó aquel documento que presentó Foment del Treball hace un año y medio. La pandemia, la crisis, las dificultades, la necesidad de proyectos comunes han hecho el resto y los empresarios catalanes exigen gobierno y más gobierno. Piden reducir el ruido y aunar esfuerzos. Lo hacen desde el conjunto del mundo empresarial. 

Aragonès ha leído bien estos movimientos y se ha encargado en estos años de estrechar lazos con el mundo empresarial a escuchar quejas y sugerencias para lanzar un mensaje de solvencia, de seriedad y de tocar con los pies en el suelo. No siempre se ha salido con la suya el vicepresidente, sobre todo en algunos episodios durante esta pandemia, pero podríamos decir que “progresa adecuadamente, aunque necesita mejorar” en materia de solvencia. Por el contrario, hay que reconocerle que ha asumido errores y ha tratado de retomar la iniciativa. No lo ha tenido fácil estando sometido de forma permanente a fuego “supuestamente” amigo. Y en los últimos días, su posición ha sido clave para que ERC y JxCat desistieran de llevar adelante la Ley de Cámaras. Aragonès tenia claro que no quería abrir un frente con Foment y Pimec, que unieron sus fuerzas con UGT y CCOO. En ERC no ocultan el malestar por la dirección de Carles Canadell: “Nos sabe muy mal que Canadell haga servir a la Cámara para sus intereses partidistas”. Con este movimiento, ha reconstruido puentes con las organizaciones empresariales.

Aragonès se afanó en esta tarea de cambiar la imagen de ERC y tender puentes con el mundo empresarial, a pesar de los inconvenientes que le surgían con la Consejería de Empresa, muchos más ahora con Ramon Tremosa que con Àngels Chacón, y desde el primer momento. Su primer pulso se produjo en la noche de la entrega de los Premios Ferrer Salat en diciembre de 2018. Torra amagó con no ir, y al final se limitó a soltar un discurso en favor de la autodeterminación y denunciar la represión del Estado marchándose sin quedarse a la cena posterior. Aragonès sí se quedó y conversó largamente con empresarios. Estaba en la mesa sentado al lado de Pedro Sánchez. En medio de los dos, Josep Sánchez Llibre, presidente de Foment del Treball. La conversación fue intensa y larga.

El vicepresidente, con la gorra de conseller de Economía, ha aprovechado para estrechar el contacto con todo el tejido empresarial, con sectores, gremios y organizaciones empresariales comarcales o locales, y desde las grandes empresas hasta las más pequeñas, donde los republicanos tienen una alta incidencia electoral. Y ha cogido la bandera de la negociación presupuestaria. La coral dirección de ERC, Junqueras y Rovira incluidos, pusieron la música y el ritmo de la posición republicana que votó a favor de los presupuestos. El encargado de poner la letra, los números, el dinero y la inversión fue Pere Aragonès. Este gesto ha sido bien recibido por los empresarios, que no pensaron lo mismo cuando ERC llevó al Parlament un proyecto de presupuestos que fue rechazado de plano o cuando se han aprobado leyes en materia de regulación del sector de la vivienda que levantaron ampollas.

ERC quiere regularizar sus relaciones con el mundo empresarial, y el mundo empresarial quiere normalizarlas, porque todo apunta a su victoria electoral, y en su defecto, su influencia en el futuro gobierno. La última foto fija de que estos caminos se entrecruzan, quizás por la coyuntura actual con crisis y con incertidumbres y por la coyuntura política con elecciones en breve, son las ayudas a autónomos. Foment y Pimec aplaudieron la medida, pero están atentos a su aplicación para que no se repita el fiasco anterior.

ERC quiere gobernar. No renuncia a sus aspiraciones independentistas, pero no quiere repetir errores. Y lo más importante, quiere ser decisiva en Madrid, porque hasta que no llegue esa ansiada independencia, habrá que gobernar y crear un escenario político diferente. Porque en ERC han descubierto que PSOE y Podemos no son el PP ni Ciudadanos, y no digamos Vox. Y los empresarios quieren que, si gana las elecciones, al menos gobierne. Que al menos haya alguien al otro lado del teléfono. Y Aragonès hasta ahora, lo coge.