Pedro Sánchez ha sacado adelante los presupuestos con 189 diputados, y un millón de votos más que los presupuestos de Montoro que se mantenían en la política española como el brazo incorrupto de Santa Teresa. Una mayoría nada desdeñable que, en principio, dará aire al ejecutivo para acabar la legislatura. Es una mayoría que hay que leerla en un cambio de paradigma político en nuestro país, configurada en dos bloques. O aglutina el PSOE o aglutina el PP. Por eso, una parte importante del nacionalismo y el independentismo han cerrado filas. Quieren cogobernar en Madrid, sacar réditos para sus territorios, al tiempo que cerrar el paso a una alternativa que para ellos sólo significa más problemas. En esta línea, sugiero interpretar el masivo apoyo vasco, porque Bildu ha decidido no dejar en bandeja el ser determinantes al PNV porque la mayoría de los vascos dan su apoyo al gobierno de coalición, además de volver a la política y abandonar la irrelevancia. ERC, por el mismo motivo y porque aspira a gobernar Cataluña, ha asumido el papel de la antigua Convergència, mientras que el PDECat ha decidido levantar una bandera para plantar cara a Puigdemont en las próximas elecciones. Teruel Existe, Nueva Canarias y Partido Regionalista de Cantabria se han sumado porque se encuentran más a gusto en esta amalgama donde encuentran acomodo a sus reivindicaciones territoriales. Más Madrid, por su parte, se ha situado en su órbita política natural.
Todos juntos tienen un denominador común. Tienen una idea de España diferente, y los independentistas que no quieren ser España, quieren participar en su gobernanza porque mientras la utopía se consigue conviene tocar de pies en el suelo y gobernar la realidad. Aunque, este independentismo, si España se convierte en una alternativa alejada de la una y no cincuenta y una se encuentran más cómodos, y quizás lo de irse se puede quedar en una aspiración romántica, que así era hasta que el Estado, y el gobierno del PP, encadenaron todos los errores posibles y alguno más, que dieron solvencia a una reivindicación que resultó fallida porque el Estado reaccionó y los líderes del independentismo ataron perros con longanizas y elucubraron con la imaginación dándose de bruces con el fracaso más sonoro de los últimos tiempos.
Frente a ellos, la derecha que solo busca la confrontación con el Gobierno “social-comunista, aliado de los que quieren romper España y los independentistas”, liderada por el PP que mantiene su particular pulso con Vox para evitar el sorpasso y busca la manera de fagocitar a Ciudadanos, que vaga a la intemperie en su propia travesía del desierto. La cercanía de las catalanas hacía recomendable a Inés Arrimadas plantarse ante el gobierno para taponar la gran sangría de votos que va a perder en Cataluña. A su vera, y por el mismo motivo electoral, Junts per Catalunya, la tradicional mayonesa de la derecha catalana que manteniendo el liderazgo de la burguesía de toda la vida juega con el apoyo de la Cataluña rural muy impregnada de ideas carlistas. JxCAT se ha anclado en la guerra de posiciones total contra el Gobierno y contra el Estado Español. Quién diría que actúan inspirándose en la guerra de posiciones del líder comunista Antonio Gramsci, dónde la CUP se encuentra cómoda. En esta órbita, Coalición Canaria ha quedado atrapada porque trata a la desesperada de marcar perfil y recuperar ímpetu en las islas, y Navarra Suma, la marca blanca de la derecha de Colón en la comunidad.
Dos bloques definidos y un gobierno con presupuestos. La legislatura tiene vida, hasta que el presidente Sanchez quiera convocar elecciones, lo que no implica volver a un momento plácido. La diversidad del gobierno, y de la mayoría de gobierno, y la diversidad de la oposición invitan a pensar que la tensión no será cosa del pasado. En el ejecutivo se ha vuelto a ventear la posibilidad de una crisis de gobierno. Con presupuestos en la mano, Sánchez, se anuncia, se discute, se sugiere, dará un puñetazo en la mesa para arrinconar a Podemos. Es la única manera de frenar a Iglesias, argumentan, que también con seguridad seguirá marcando su propio perfil para evitar que el abrazo del oso lo diluya como ya le ha sucedido en Euskadi, Galicia y le sucederá en Cataluña, mientras que en Madrid, Andalucía --dónde la crisis no parece acabar nunca-- y hasta en Valencia, su figura se está adelgazando como un polo derritiéndose en pleno verano.
Sin embargo, no parece que Sánchez mueva pieza en el corto plazo. Ahora necesita a Podemos para fortalecer su multicoalición. Una desbandada de los morados le lanzaría a manos de Ciudadanos, que podría abrir los brazos aunque su apoyo es insuficiente para mantener una mayoría, y del PP que no dará ni agua a Sánchez porque Casado quiere ser el que más le critica, el que más lo pone en evidencia, el que más defiende a España, el que más hace las cosas bien, frente a Vox de Santiago Abascal. Y frente a Isabel Díaz Ayuso que cada día más le roba el protagonismo desde la presidencia de Madrid. Ayuso le ha quitado la cartera a Casado convirtiéndose en el acicate contra Pedro. Lo ha dejado en un papel protagonista, pero segundón.
Algunas voces hablan de que tras doblegar la pandemia, el presidente se lo puede plantear. Yo pediría que me definan “doblegar la pandemia”, porque largo me lo fías amigo Sancho, dijo Cervantes en El Quijote. Por lo pronto, eso es tirar la pelota a un año vista, en el mejor de los casos. En este tiempo, ¿Sánchez habrá reducido la confrontación con el PP? Personalmente lo dudo, porque el PP no puede desengañarse de la extrema derecha, porque quiere batallar con ella en este espacio electoral. Por tanto, el presidente se pensará muy mucho romper con Podemos.
Hay presupuestos, tres años de legislatura y un gobierno de coalición que seguirá como hasta ahora. Sin cambios, porque en época de mudanzas, cambios los justos. Sánchez ha logrado sumar una mayoría que es inestable, pero al tiempo rocosa porque su idea de España, de los españoles, de la sociedad, difiere mucho de la España que tienen enfrente. Ésta de forma mayoritaria es una España uniforme, impregnada de nacionalismo español, que tiene los mismos defectos del nacionalismo al que dicen criticar, frente a la España plural que preconiza Sánchez. En la única que se pueden integrar desde los socialistas a los independentistas. Si el presidente hace algún cambio, no duden que contará con Iglesias para hacerlo, aunque la nueva hornada de políticos socialistas --Corcuera, González, Guerra, Rodríguez Ibarra-- haya salido a rasgarse las vestiduras en defensa de la España nacionalista que abandera el PP de toda la vida. Algunos no saben cuando dejar la primera línea, que es tanto como dejar de hacer el ridículo, porque la sociedad cambia y los líderes también. Lo dicho, gobierno para rato con tensión permanente. Aburrir no parece que nos vayamos a aburrir.