De la bici-moto a la bici eléctrica, ¿quién gana la batalla?
Las marcas proliferan para llevar a las ciudades estos vehículos, con empresas nuevas y otras endeudadas que se han reconvertido
22 noviembre, 2020 00:00La bicicleta fue superada por la motocicleta durante la Revolución del Vapor; esta segunda nació de la bici enriquecida con las piezas de recambio orientadas hacia una forma de tracción mecánica, como mostró Simeó Rabassa i Singla, fundador de Bicicletas Rabassa, origen de Derbi, una marca ganadora en el laboratorio de la alta competición del motor. Hoy, sin embargo, el escenario arrincona a sus antiguos tótems; al compás del siglo XXI, el mercado de vehículos a dos ruedas se ha llenado, en poco tiempo, de una sobreoferta de bicis eléctricas en la que ganan las Soonerbike, Lapierre, Bergamont, Legend, Urbanbiker o Six Bikes, además de las clásicas francesas, Peugeot o Gitane, y así hasta un total de más de 200 nuevas marcas.
En Cataluña, el ex fabricante de motocicletas, Torrot Gas Gas, ha reanudado su actividad con entusiasmo ensamblando miles de bicicletas eléctricas en su factoría de Salt. Acuciada por su alto pasivo, la viabilidad de esta empresa depende de la alianza entre sus socios, el fondo Black Toro Capital y la compañía austríaca KTM; pero por poco que se confirme su salud patrimonial, Torrot será de nuevo la fiebre del veraneo pre pirenaico, desde Queralbs hasta Camprodón. Tucano, uno de los actuales líderes en ventas de la bici eléctrica, renovó el año pasado la mitad de su plantilla y abrió en Barcelona un centro logístico de casi mil metros cuadrados. Toda una apuesta. Legend, por su parte, ha puesto en los escaparates la plegable, Monza, la urbana, Milano, y la robusta, Etna.
Aunque resulte paradójico, las nuevas bicicletas son una arqueología del presente. Su ardid comercial es la modernidad renovada. Su antecedente, las motos, proyectan una sombra demasiado poderosa sobre la estética de la bici cómoda que no precisa de esfuerzo humano. Pero de momento, la bicicleta de energía limpia es todavía un objeto mental, como el arte contemporáneo o como los prototipos del tren de altísima velocidad, todavía en fase de pruebas. Aunque ya tiene presencia numerosa en los mercados, la bici eléctrica debe ser descifrada, reinventada por el usuario y de eso depende la confirmación de su éxito como mercancía.
La lentitud del nuevo vehículo
En el apogeo de las motos, los Rabassa dieron por bueno el axioma de Francisco Bultó, fundador de Bultaco: “Las ventas siguen a la bandera de cuadros de los circuitos”. Así, movidos por el principio de que ganar carreras es la mejor forma de vender motocicletas, los Rabassa han fabricado, durante casi 70 años, las llamadas balas rojas, de Derbi haciendo campeones a una larga lista de corredores, desde Ángel Nieto hasta Marc Márquez ¿Cuál será el precepto masificador de la nueva bici? Hoy, las aceras barcelonesas de Sant Gervasi o del Eixample están casi libres de las Benelli o las Harley, que fueron símbolo de status, en la misma proporción que lo fueron los coches deportivos, los panteones o los palcos del Liceo. Lo que un día significó la superación basada en la velocidad, vuelve en parte a sus orígenes: la eclosión de un vehículo sin tubo de escape, en un planeta descarbonizado.
Cuando se impone la conservación del medio ambiente, la bici recupera su esplendor. Aquel señor Hulot (Jacques Tati), que se recogía el pantalón con pinzas antes de subirse a la bicicleta junto a un balneario de la costa atlántica, se apuntaría sin dudarlo a la bici-eléctrica actual, enfundado en su gabardina y tocado con su viejo sombrero de rafia. Lo haría, aunque solo fuesa por no pedalear y porque la lentitud del nuevo vehículo, paradigma de la actual civilización, parece estar asegurada. Lejos del ciclismo profesional en la cima del Tourmalet, la bicicleta es una evocación permanente en escenas mágicas del dolce far niente, como la de Paul Newman y Katharine Ross, en la cinta Dos hombres y un destino. La mitomanía enriquece al pedal desde el Codex Atlanticus de Leonardo, certeramente incrementado mucho después, en plenas vanguardias, por el célebre tándem de Ramón Casas y Pere Romeu. La evocación se hace inolvidable en Ladrón de bicicletas, la cinta de Vittorio de Sica, que captó lo maravilloso en lo breve y que fue una cumbre del neorrealismo italiano.
Cuesta poco de imaginar a Lucía Bosé (Muerte de un ciclista), pañuelo al viento, montada en la clásica BH, una de aquellas bicis pijas fabricadas por Beistegui Hermanos, de presencia imponente en la Concha de San Sebastián; la diferencia es que, ahora, las BH de Beistegui funcionan con motor eléctrico, con un éxito comercial descollante. Dotada de la misma tracción, regresa la elegante Peugeot de Las bicicletas son para el verano, crónica en el celuloide de Jaime Chavarri sobre unos seres indefensos en plena guerra, que cargan sobre sus hombros el fracaso de una sociedad entera. Ha llegado el momento de recolocar además una réplica algo más desentendida de Alain Delon, sobre la nueva Gitane de motor eléctrico, pero sin el pitillo de la misma marca entre los labios del actor.
Los pioneros
El fin de la energía fósil empieza por la movilidad sostenible. La mítica Derbi de los grandes premios, lleva inscrita ahora su marca en la barra de las nuevas bicis, circulando a la moderada velocidad de 20 kilómetros por hora. Es la ley del mercado; los que fabricaron motocicletas se dedican hoy a la bicicleta del siglo XXI. Cuando en 2011, los Rabassa vendieron la Derbi en Martorelles a la italiana Piaggio doblaban las últimas campanas de un sector en otro tiempo pujante. La desinversión llegó seguida del cierre de la planta con 200 despidos y el traslado de sus instalaciones a Italia, pese a que los costes laborales son más altos en el país transalpino. Poco después, apareció de rebote el relanzamiento de una marca muy nuestra, la Sanglas, a través de Yamaha en Palau-Solità. La famosa cuatro tiempos de los hermanos Javier y Martín Sanglas había sido la moto de la Guardia Civil de carreteras, además de engrosar el parque móvil del Ejército de Tierra. Pero en 1981, los dueños crearon la sociedad mixta Semsa, junto a Yamaha, Banesto, Banco de Madrid y Banco Catalán de Desarrollo (filial del Deutsche); y fue su canto de cisne, ya que, al cabo de un tiempo, la empresa japonesa se hizo con el control absoluto.
La aventura de los Rabassa estuvo marcada por la posguerra, cuando presentaron en Fira de Barcelona su flamante Derbi, acrónimo de Derivado de Bicicleta; dos décadas después, la producción de bicicletas de la empresa familiar quedó bajo la dirección de Margarita Rabasa (hija de Simeó Rabasa y Singla) y Dante Adami; ya en 2011, la tercera generación liderada por Albert Adami Rabassa puso en marcha Rabassa Cycle, origen de la nueva era que ahora expone todas sus ventajas.
La historia de Ossa, fundada por Santiago Giró, una gran marca que no ha seguido la estela de la nueva bicicleta, estuvo marcada por el éxito comercial de modelos como la Monocasco, la Ossa MAR de trial, o las Ossa Enduro y Phantom unidas por el logotipo de la marca: un trébol de cuatro hojas. Eduardo Giró, uno de los hijos del fundador de Ossa y su colega Leopoldo Milà, en la Montesa Impala, significaron la síntesis entre diseño y potencia de las motos catalanas; en dos niveles: el punto offroad y la alta competición. Fueron los años de la llamada Operación Impala, en la que cinco pilotos, entre ellos el velocista Tey Elizalde Bertran --nieto de Arturo Elizalde Rouvier, fundador de la empresa de motores de aviación-- recorrieron 20.000 kilómetros por África en 100 días a bordo de la Montesa 175, un bello antecedente del Rally País-Dakar, síntesis profesional de aquella aventura.
Aerodinámica de aluminio y carbono
Cada uno a su manera, Giró y Milà heredaron el gen inventor de los históricos, como Wifredo Ricart, de Pegaso, y Markus Birkigt, de Hispano Suiza. En los años de la velocidad, Barcelona fue la ciudad de los motores, las máquinas de la velocidad cara al viento “que resultan más bellas que la Victoria de Samotracia”, en palabras de Marinetti, autor del Manifiesto Futurista. Motor, velocidad y dos ruedas formaron una concomitancia que era imposibles de parar, mientras la economía superaba la autarquía y se abría a la exportación, clave del éxito industrial de aquellas décadas, no siempre silenciadas.
Pero llegados aquí, el imperio de la nueva bici está llamado a deslegitimizar un pasado hoy insostenible. Además de los conocidos Jean Prouvé, Tom Dixon, Philippe Starck o Ron Arad, son legión los profesionales que han dejado la arquitectura o las grandes infraestructuras atraídos por la bici, dispuestos a conquistar los paisajes parisinos de Walter Benjamin o los escaparates de nuestro trufado Paseo de Gracia. En tiempos de pandemia, las bicicletas son un medio de transporte sano y bastante seguro; y además, despliegan elegancia en manos de los maestros. El sello francés Ora-ïto y el emprendedor Simoncini sirven de ejemplo: han apostado por la aerodinámica de aluminio y carbono. Le han añadido a su bici bloqueo anti-robo y pantalla táctil en el manillar, con información del tiempo, distancia, información caliente o nivel de batería. Las bicis ya no son solo para el verano.