Los laboratorios catalanes pagan hoy el precio de su baja intensidad en la farmacopea científica. La poderosa Almirall del Ibex 35 nombra a Carlos Gallardo --hijo del actual presidente, Jorge Gallardo-- como vicepresidente y Ceo para reconducir la estrategia demasiado volcada en el negocio del cuidado del cuerpo. Puede ser el último paso antes de que “el grupo familiar venda su participación de control en Almirall”, pronostican fuentes conocedoras. La empresa, que no confirma ni desmiente este extremo, padece un doble perjuicio: la caída de su división de dermatología y la inexistencia de ingresos atípicos, la razón de peso. Ambos elementos explican la bajada en picado de los resultados de Almirall, que recorta su beneficio un 41,3%, hasta los 57,1 millones de euros, en los nueve primeros meses del año. La facturación sufre un retroceso de un 9% por “el impacto de la aparición del genérico Aczone y el efecto del Covid sobre el consumo”, explica la empresa.
Los laboratorios de origen familiar, considerados la vanguardia de la industria catalana, están al margen del gran momento internacional en la investigación sobre la vacuna de Covid. La alemana BioNTech, spin off de Pfeizer, liderada por dos científicos, hijos de inmigrantes turcos, ayudados por la viróloga española, Alicia Solórzano, ha obrado el milagro. Su caso demuestra que la gran investigación ha de ir de la mano de las economías de escala, que proporcionan las multinacionales. La segunda vacuna, aceptada ya por la comunidad científica, es la de AstraZeneca, una ocasión única que se le escapó al laboratorio catalán de los Gallardo, en 2014. Aquel año, Almiral vendió su negocio respiratorio a la británica por más de 1.200 millones de euros.
La preferencia por la liquidez
Los Hermanos Jordi y Antonio Gallardo, representantes de la segunda generación marcada por la expansión del grupo, optaron por la liquidez a cambio de la invención que un día atesoraron sus probetas. Ahora poseen varias sociedades patrimoniales, cargada de activos inmobiliarios y títulos de alta rentabilidad en Bolsa. En su plenitud, los Gallardo dieron el primer paso de su desinversión. Almirall cotiza en el Ibex 35 de la bolsa española, con una capitalización cercana a los 2.000 millones de euros. Ahora, el valor liquidativo de la compañía va a la baja y no consigue repuntar en momentos de enorme expectativa en el sector.
La tercera generación, liderada por Carlos Gallardo, era la prueba de fuego de su futuro, una vez que la empresa ha perdido a su todavía Ceo, Peter Guenter, que dejará la compañía a finales de año para incorporarse a Merck . Visto desde la perspectiva de un lustro, los Gallardo perdieron el tren de la innovación, ya que las dolencias respiratorias son el centro patológico de la actual pandemia. Unirse a un grande para crecer en el mercado global es algo a lo que siempre se ha negado la compañía. Pero los Gallardo no son los únicos; comparten la tentación aislacionista de los laboratorios catalanes, los Ferrer, Andreu, Uriach, Cuatrecases, Esteve y otros, todos partidarios de ser cabeza de ratón antes que cola de león.
Los laboratorios en la química española
En los orígenes del sector, cuando la casa Cros --fundada en el ochocientos por François Cros y Dupuy-- se convirtió en “la piedra miliar de la química española” (en palabras del historiador, Jordi Nadal) se instauró la agradable sensación de obtener grandes beneficios en un mercado virgen. El cuantos “menos seamos más repartiremos” fue la tónica dominante de un auténtico trust de la oferta en los tiempos del ácido sulfúrico y sus derivados. Sin embargo, aún en condiciones muy favorables, las empresas de entonces no consiguieron transferir completamente a la industria las prototipos creados en la Universidad, herencia de la Junta de Comercio de Francesc Carbonell y Josep Roura, formados ambos en Montpelier. El milagro de esta transferencia no llegó hasta la primera mitad del siglo pasado, cuando los Uriach, Rubió o Gallardo convirtieron las reboticas de sus farmacias en laboratorios profesionales. En aquellos años, la aparición del Institut Quimic de Sarrià, la escuela privada de vínculos ignacianos, fue la cantera del sector y sigue siéndolo ahora para las firmas multinacionales, que hoy señorean el mercado español.
El nacimiento de Almirall fue posterior a la Guerra Civil, obra de Antonio Gallardo, el padre de los citados Jorge y Antonio Gallardo. El pionero fue un hombre volcado sobre la investigación y la representación sectorial. Perteneció a la junta de Fomento del Trabajo Nacional, la gran patronal, y durante la Transición se mostró partidario del continuismo del sindicato vertical, contrario a las tesis reformadoras de Ferrer-Salat, Molinas o Güell de Sentmenat, entre otros, que fueron el germen de la CEOE. Almirall comenzó en los años 50 sus actividades de investigación y levantó su primera planta en 1970, en Sant Celoni, la actual cuenca fabril de la química fina (perfumería y cosméticos). Fue entonces cuando los Gallardo intensificaron su producción con nuevas fábricas en Sant Andreu de la Barca, San Feliu de Llobregat y San Just Desvern; aquella apuesta les permitió entrar de lleno en el campo de la oncología.
La importancia del mercado norteamericano
Carlos Gallardo, el nuevo vicepresidente y Ceo de Almirall, posee una amplia experiencia en el sector fuera de España. Comenzó su carrera en Pfizer antes de unirse a la empresa familiar en la que forma parte del consejo de administración desde 2013. Su alternativa, como líder de la tercera generación, estaba desde hace tiempo sobre la mesa del presidente, quien este mismo año ha cumplido los 79 años y anuncia su retirada de la primera línea. Hace cuatro años después de la citada venta a AstraZeneca, el presidente de Almirall abrió la puerta a su relevo señalando a su hijo Carlos y a su sobrino Antonio Gallardo.
"A pesar de los efectos de la pandemia en el sector de la dermatología, los motores clave de crecimiento de nuestro portfolio, Ilumetri, Seysara y Skilarence han mejorado su rendimiento en el tercer trimestre", ha señalado Guenter, el todavía consejero delegado de Almirall. La presencia de la empresa en EEU es relevante, pero el mercado norteamericano se ha desplomado un 44%, hasta los 76,2 millones de euros de ingresos. Se trata de un problema grave, aunque no tanto como la crisis que sufrió Almirall con su anterior filial Aqua Pharmaceuticals. De hecho, la compañía espera “una recuperación en la prescripción de antibióticos orales --Seysara-- durante el cuarto trimestre”, añade Guenter.
Los atípicos y las sociedades patrominiales
La caída del beneficio de la empresa a lo largo de este año se explica por un cúmulo de factores que incluye la aparición de genéricos muy competitivos, el impacto de la pandemia y especialmente los menores ingresos extraordinarios. El resultado bruto de explotación (etbitda) ha caído un 19,8%. Pero sobre todo, en la cuenta de resultados, destaca la caída del 83% de los ingresos extraordinarios, los mismos que, en los últimos ejercicios, engrosaban los números gracias a los plazos de la venta a AstraZeneca. Es decir, Almirall cae cuando sus ingresos atípicos dejan de producirse y en este mismo periodo registra un ebitda recurrente a la baja.
La deuda financiera neta se sitúa en 447,8 millones de euros, un 7,2% menos; la compañía destaca que se encuentra en una posición de buena liquidez y con un apalancamiento de 1,7 veces la deuda neta sobre ebitda. Además, no hay vencimientos hasta finales de 2021, cuando concluye el plazo de una emisión de bonos convertibles. Quizá entonces, superada la barrera del pasivo, será cuando Almirall encare la desinversión definitiva.
La tercera generación de los Gallardo disipará las dudas. Algunos de sus miembros lo harán desde dentro de la empresa y otros, como Susana Gallardo son ya el símbolo de una nueva diáspora empresarial. Susana, que ha sido consejera de CaixaBank, Abertis y Saba, ha entrado a formar parte del consejo de administración de Unibail Rodamco Westfield (URW), una empresa especializada en grandes superficies, de la mano de su esposo, el político y también consejero, Manuel Valls. Susana ha entrado en Unibal Rodamco, una empresa especializada en centros comerciales, a propuesta de Léon Bressler, de Aemont Capital y de Xavier Niel, fundador de Iliad. El peso de las sociedades patrimoniales señala hoy el nuevo centro de gravedad de la tercera generación de los Gallardo.