La moción de censura presentada por Vox no es una pérdida de tiempo como pretende el PP. Los muchos minutos de los que está disponiendo Santiago Abascal en la tribuna permiten comprobar el sentido de su presencia en el Congreso, una alarmante y bochornosa nostalgia del franquismo. Cuanto más habla Abascal más cruelmente queda retratado en su visceralidad negacionista y en su autoritarismo y más compromete a quienes se asocian con ellos para obtener cuotas de poder territorial. Si el PP no había caído todavía en el peligro que corre caminando junto a Vox, se dará de bruces con la realidad, tras el empacho de demagogia neo franquista de estas sesiones. Porque el perdedor de la moción de censura será Pablo Casado; Santiago Abascal personifica su ruina política y en ella ve su éxito.
Seguramente nadie en España había tenido la oportunidad de escuchar el discurso completo de Santiago Abascal. Ayer y hoy lo presentará sin prisas en sus muchos turnos como candidato alternativo de la moción de censura. De paso, está aprovechando la ocasión para pelearse con todos y cada uno de los grupos. Está aislado y en este aislamiento busca la visibilidad y la imagen del español auténtico rodeado de traidores a la patria, monaguillos del comunismo y gobernantes inútiles hasta el extremo de situarlos por detrás de los gobiernos antidemocráticos del general Franco. Lo de traidores a la patria solo impresionó a Inés Arrimadas que puso mucho interés en no criminalizar a los votantes de Vox y en glosar su propio papel en la crisis. Abascal le precisó que los únicos traidores son quienes apoyan al gobierno.
Abascal solo tiene un registro pero es un registro duro, repleto de acusaciones de criminalidad a la política gubernamental seguida para combatir el coronavirus, de ilegitimidad del gobierno social-comunista, de apelaciones a la mentira de sus adversarios como toda defensa cuando se siente acosado, de referencias retrógradas para negar los valores de igualdad y tolerancia, así como amenazas de prohibiciones ideológicas para enfrentar conflictos políticos o la instrumentalización del dolor por el terrorismo de ETA.
La intervención del candidato de Vox cohesiona la mayoría parlamentaria de la investidura de Pedro Sánchez (incluida la firma de un manifiesto conjunto contra las barbaridades de Abascal) y sitúa al PP frente a sus fantasmas, aislándolo del núcleo de los partidos de estado. Abascal fortalece a Sánchez y debilita a Casado, aun permitiéndole a éste, transitoriamente, disfrutar de un poder autonómico y municipal que actúa de bálsamo de sus fracasos en las elecciones generales. El acomodo de los populares en este peligroso acantilado es una regalía para el PSOE.
El presidente Sánchez aprovechó a conciencia la compleja disyuntiva de Casado; primero castigándole dialécticamente por su connivencia con el defensor de postulados de ultraderecha y antieuropeísta, y finalmente para tenderle la mano, invitándole a abandonar a quienes no van cejar hasta hundirle en el radicalismo derechista para sumarse a los partidos de voluntad de gobierno, aun sabiendo que las discrepancias son y serán profundas entre ellos. La incomprensible incertidumbre mantenida por la dirección del PP sobre el sentido del voto a la moción de censura permitió al líder socialista pedirle encarecidamente un no, para mantener viva la esperanza de unas negociaciones institucionales congeladas mucho más allá de la lógica constitucional.
El sentido táctico de la moción se está cumpliendo. Vox ha conseguido su tiempo de televisión para presentarse en sociedad, tal cual es, para ningunear al PP y para situarse enfrente del gobierno de izquierdas, sin concesiones, reviviendo los peores recuerdos de las dos Españas. El partido de Casado intentó pasar de puntillas por el calvario, quitándole hierro a la moción, pero el resto de los grupos de la mayoría de la investidura no se lo están permitiendo. Habrá que ver cómo sale del pantano en su intervención de esta mañana.
El gobierno de PSOE y Unidas Podemos aprovechó la ocasión para aplaudirse, olvidándose por unas horas de sus diferencias en política presupuestaria y sus contradicciones respecto de la conveniencia o no de mantener la monarquía parlamentaria instaurada por la Constitución. Abascal fortaleció ayer un poco más al gobierno, aunque este no es un detalle que le preocupe al líder de Vox (por supuesto negó tal hipótesis), porque su objetivo es destruir al PP.