No hay duda que Cataluña está transitando por uno de los periodos de peor gobierno político. El Gobierno de Torra es la culminación del periodo de decadencia de la derecha política catalana iniciado con el primer gobierno de Artur Mas y continuado con el gobierno de Puigdemont. Ha sido una carrera enloquecida que va desde los iniciales recortes sociales de Mas hasta el salto hacia un “procés” imposible hacia una independencia utópica que ha finalizado en un gobierno incapaz de gobernar dirigido por un activista del pasado en busca de una Ítaca no solo utópica sino profundamente reaccionaria y antidemocrática. Todo ello con un fuerte coste social como es la ruptura profunda en el seno de la sociedad catalana.
La deriva de la derecha nacionalista ha tenido como acompañante a ERC, el partido de las clases medianas tradicionales de Cataluña, obstinada en colaborar y competir a la vez en la dirección de la política institucional catalana con los representantes tradicionales de la derecha.
Un gobierno catalán solo obsesionado por su deriva alrededor de la consecución de una independencia imposible a la que se une la dejadez en cuanto a las necesidades económicas y sociales del conjunto de la sociedad. Desde Mas a Torra hemos pasado prácticamente una década con una política de recortes sociales que han dejado en un estado de total fragilidad los servicios públicos de Cataluña. Políticas avaladas al inicio por el apoyo de PP y posteriormente de ERC. Esta situación por la que pasan la sanidad, la educación y la dependencia se complementa con la carencia de políticas de reactivación económica y de desarrollo de las posibilidades de la autonomía. Hay que señalar la patética actuación torpe del Gobierno de la Generalitat durante la epidemia de la Covid-19 donde solo se ha dedicado primero a criticar las actuaciones del Gobierno del Estado, para después hacer un papel ridículo de total incapacidad a la hora de afrontar y gestionar los rebrotes con todas las competencias sanitarias.
Esta es la triste situación en que se encuentra la realidad política catalana pero no es lo más grave. Lo peor es la carencia de una alternativa clara de izquierdas en Cataluña. Desde hace tiempo el PSC e ICV, y posteriormente los Comunes han sido incapaces de construir un discurso alternativo y coherente que pudiera dar perspectiva a una alternativa posible en el país.
Nos encontramos con un PSC que parece aislado e impotente para imponer un discurso alternativo. El PSC todavía dispone de un peso municipal importante pero con una menguante influencia social. Y en su discurso debería impulsar de forma rotunda la defensa de un federalismo cosmopolita y europeísta que se contrapusiera al independentismo supremacista, autártico e insolidario de la derecha independentista. A la vez precisa diferenciarse de forma clara de la mal denominada “derecha constitucionalista” que no hace más que retroalimentar y fomentar el sentimiento independentista.
No hay duda de que el PSC todavía dispone de suficiente fuerza organizada y cuadros en el partido como ha demostrado la presencia de Salvador Illa al frente de la sanidad estatal. Pero precisa reforzar un mensaje claro y renovar unos cuadros que parecen reflejar un partido que acepta su función de oposición. El PSC tiene que ser un partido fundamental para construir una alternativa siempre que no se conforme con su subalternidad actual. Debemos en su defensa decir que no cabe ignorar las dificultades que tiene, dentro del actual panorama mediático catalán, difundir su mensaje de forma clara.
A la situación en la que se encuentra el PSC no es ajena la actuación de los Comunes. Estos parecen obstinados en marcar distancias especialmente con el PSC, a pesar del gobierno conjunto en Madrid, a la vez que no dejan de propiciar señales de aproximación hacia los independentistas de ERC. Los Comunes son otra de las fuerzas llamadas a construir una alternativa de izquierdas pero su discurso parece más destinado a intentar seducir a los republicanos de cara a un futuro gobierno. Hay que decir que en cuanto a la representación en las elecciones catalanas los Comunes no han sido nunca capaces de superar los niveles de representación de ICV-EUiA, ni siquiera los de Cataluña si que es Pot en el Parlament. Los Comunes no han podido superar su carencia de consistencia ideológica, su poco arraigo más allá de Barcelona y el área metropolitana. Los Comunes nunca han tenido la consistencia ideológica que en su día tuvo el PSUC, ni siquiera de ICV, de ser una fuerza claramente de izquierdas.
Nunca partidos como estos hubieran firmado los presupuestos que este 2020 han subscrito los Comunes. Anteriormente la izquierda alternativa catalana había tenido dos bases de su fuerza, el municipalismo y la relación con los sindicalismo de clase, hoy su fuerza municipal excepto en Barcelona-ciudad se reduce a algunos núcleos del Baix Llobregat y la relación con el sindicalismo es como mínimo dudosa. Su estructura orgánica es débil y todo gira en torno a la Alcaldesa de Barcelona. En la actualidad parecen que buscan supeditar su futuro a la posible relación con un gobierno de ERC. Mala señal para articular una política de izquierdas.
Sin una fuerte alianza entre el PSC y la representación de la izquierda alternativa se hace difícil divisar una alternativa de izquierdas en Cataluña. Solo un fuerte polo de izquierdas europeísta y federalista puede ser la base para establecer relaciones con un partido voluble como ERC donde el tema social está siempre supeditado, y la práctica lo demuestra, al planteamiento nacionalista.
Las futuras elecciones catalanas, que todo el mundo espera para el próximo otoño-invierno se plantean con una incertidumbre sobre su futuro resultado. Sería el momento de acabar con un periodo digno de ser olvidado y que solo ha comportado aspectos negativos para Cataluña, tanto en cuanto a su autogobierno con un serio desprestigio de las Instituciones catalanas, como por una utilización partidista de los medios de comunicación públicos nunca vista con anterioridad, con una fuerte división social de la ciudadanía, la pérdida de impulso y fortaleza de la economía de la comunidad y una regresión social con un deterioro de sus servicios públicos tanto cuantitativa como cualitativamente.
Y nos hallamos sin alternativa clara de izquierdas, que muchos nos preguntamos: ¿Dónde está? Pude ser que el futuro sea continuar con la mediocridad de la vida política y social de Cataluña muy lejos de la Cataluña moderna, progresista, cosmopolita y abiertamente pionera que fue en los tiempos de la transición.