La Justicia juzgará a la Cosa Nostra, a toda la familia del mito caído: el ex President Molt Honorable Molt acusado de trama criminal para defraudar a Hacienda.
La supuesta herencia del padre no existe, Hacienda no la ha encontrado, sino que existe la fortuna de los Pujol Ferrusola, que es una mordida de país en forma de triángulo irregular para desesperación de todos los que alguna vez lo votaron.
En la semana Santa de 2012 el antecesor de Artur Mas, que dirigía la Fundació Jordi Pujol ya desaparecida, sita en el señorial paseo de Gracia, recibió un decálogo con un listado dónde le indicaba el mal camino que había elegido su delfín, que se estaba metiendo en un callejón sin salida, en una charca donde se iba a ahogar.
A la semana siguiente contestó a este periodista desconocido, y me dijo que cada día recibe cartas que no contesta, pero que ésta sí quería contestar porque era una carta de un no nacionalista preocupado por el futuro de nuestra tierra que el nuevo expresident había puesto en el disparadero tras el 11 de septiembre de 2012, porque Cataluña había quedado, para el resto de España, en paños menores, en una pesadilla que no durará un año sino lo que te rondaré morena.
En 1932 cuando el maestro José Ortega y Gasset se defendía en el atril de las Cortes Generales, el primer ministro Manuel Azaña creía de buena fe que ese Estatut de Cataluña iba a solucionar el problema. Ortega dijo que el resto de la nación tenía que ‘conllevar´ el asunto, porque ´España es el problema, y Europa la solución’.
Los políticos deben seguir a los maestros, pero son mucho más soberbios. No les contaré mi decálogo provocado por el suicidio de Cataluña, por el viraje radical de ERC, --en el 2012 no existían los locos de la CUP-- porque es el discurso del sentido común de Sociedad Civil Catalana.
Pujol me contestó que tenía razón que una Cataluña independiente era políticamente ‘inviable’, pero sabía que en política todo es 'posible' y me confesó que de joven ese había sido su sueño, que le hacía gracia que sus sucesores tuvieran esa misma esperanza, y me dijo que si los nacionalistas pensaran eso --la imposibilidad del sueño-- dentro de dos generaciones Cataluña y la lengua habrían desaparecido.
Yo le contesté que se equivocaba porque si la dictadura no lo había conseguido, menos pasaría con un gobierno de CiU.
Pero Pujol no me contestó.