El 18 de mayo, si a Pedro Sánchez se le hubiera aparecido el genio de la lámpara y le hubiera dicho que solo tenía un deseo, y éste había de tener un carácter económico, no se hubiera atrevido a pedirle lo acordado por Merkel y Macron. No lo hubiera hecho por temor a que aquél se enfadara, marchara, y le denegara su petición por ser excesivamente atrevida.
En dicho día, ambos dirigentes pactaron crear un fondo de recuperación por valor de 500.000 millones de euros. No serían créditos, tampoco avales, sino subsidios que no deberían devolverse. Una propuesta sorprendente y muy positiva, tanto que superaba cualquier expectativa previa de todos los gobernantes de los países sureños.
A pesar de ello, la Comisión Europea la mejoró. Aumentó el fondo en 250.000 millones, siendo éstos créditos a muy bajo tipo de interés. Además, designó como principales países beneficiados a Italia (172.745 millones de euros) y España (140.496) y decidió destinar más del 50% de su capital a los países del sur de Europa.
Aparentemente, la nueva propuesta era únicamente económica y no tenía un carácter partidista, pues beneficiaba en mayor medida a los países más afectados por el Covid – 19 y a los que previamente a su llegada tenían una mayor tasa de paro, siendo éstos los más frágiles ante un desastre. No obstante, su carácter era principalmente político, como sucede con todas las que realiza la Comisión Europea.
En primer lugar, generaba dos hechos prácticamente consumados: la mutualización de la deuda de los países por la puerta de atrás y la creación de impuestos a nivel europeo para sufragarla. Ningún país daba dinero directamente a otro, sino que la Comisión se endeudaba y conseguía los recursos mediante la creación de nuevos tributos a nivel comunitario.
En segundo, suponía la creación de más vínculos entre los países y el aumento de la solidaridad entre ellos. En otras palabras, más Europa y menos nación. En tercero, constituía una propuesta de máximos, cuyo objetivo era convertirse en el punto de partida de una dura negociación entre primeros ministros. No obstante, éste no sería cero ni tendría un bajo nivel, sino uno muy elevado.
Debido a ello, antes de empezar, el resultado del partido de fútbol en que se convierte casi cualquier reunión del Consejo Europeo entre los países expansivos (Francia, Italia, España, Portugal y Grecia) y los frugales (Holanda, Dinamarca, Suecia y Austria) ya era de 5 a 0. El motivo estaba en la pérdida por parte de los segundos de su mejor futbolista (Alemania).
El país germano ha abandonado su tradicional posición y ahora hace de árbitro, con unas decisiones que favorecen claramente a las primeras naciones, tanto desde su posición de primera economía de la Unión Europea (UE) como desde la presidencia de la Comisión, pues Ursula Von der Leyen es una dirigente de plena confianza de Ángela Merkel.
No obstante, cualquier especialista en política europea sabía que el partido no acabaría así, sino que el marcador sería más ajustado. En otras palabras, el acuerdo final descafeinaría la propuesta inicial. Sin embargo, constituía una incógnita si lo haría poco o mucho.
El resultado debía ser diferente si se pretendía lograr un rápido acuerdo. Las decisiones del Consejo Europeo se adoptan por unanimidad y volver goleado a su nación, después de negociar únicamente durante un largo fin de semana, constituiría un rotundo fracaso. Ningún líder estaría dispuesto a asumirlo, siendo más dura su posición cuánto más próximas estén las elecciones generales y más escasa sea su mayoría parlamentaria.
Ambos aspectos afectan a Rutte (Países Bajos). Su coalición de gobierno está sustentada en palillos, pues posee 76 sobre 150 escaños, y los próximos comicios se celebrarán en marzo de 2021. Su principal adversario es la extrema derecha, ganadora de las últimas elecciones regionales, contraria a la pertenencia del país en la UE y a algún tipo de solidaridad con cualquier otra nación.
Dichos problemas explican su gran exposición mediática durante la pasada cumbre. Desde un primer momento, era consciente de que no podría vetar ningún desembolso del fondo, ni podría obligar a otro país a realizar una política económica similar a la suya. En ambas propuestas estaba solo, y utilizar su veto a un moción alternativa, le podía costar muy caro en el futuro, especialmente por ser su país un paraíso fiscal.
No obstante, la política también es teatro y en gran medida es lo que ha hecho ante su pueblo. Los Países Bajos también están en crisis y necesitan el dinero procedente de la UE. No obstante, como su endeudamiento público relativo es más bajo, ni les urge tanto ni les es tan imprescindible como a Italia y España para lograr una rápida recuperación económica.
En definitiva, el partido empezó 5 a 0 y acabó 5 a 2. Los expansionistas ganaron y los frugales salieron derrotados. No obstante, éstos se esforzaron mucho y, hasta el final, no dieron la contienda por perdida. Por dicho motivo, su afición no está enfadada, pues dieron la cara.
Los logros conseguidos por los segundos son principalmente tres: una disminución de los subsidios desde 500.000 a 390.000 millones de euros, un aumento del cheque que obtienen por aportar más dinero a la UE del que reciben y la creación de un freno de emergencia. Un nombre bastante inapropiado, pues no tiene nada que ver con el que poseen numerosos trenes.
Cuando un país no esté de acuerdo con el destino dado por otro al dinero procedente de la UE o estime que sus medidas no siguen las recomendaciones de la Comisión, tiene la prerrogativa de incorporar los anteriores temas en el orden día del próximo Consejo Europeo. No obstante, el desacuerdo no supondrá la paralización del desembolso de los fondos previstos, excepto si la nación disconforme consigue en dicho órgano una mayoría cualificada.
En resumen, la estrategia de Alemania, Francia, la Comisión Europea y, en menor medida, los países del sur de Europa ha sido magnífica. El resultado es inferior al inicialmente propuesto, debido a la reducción de las subvenciones, pero muy superior al previsto.
A España le siguen correspondiendo 140.000 millones de euros, pierde 4.300 millones de euros en subsidios y los gana en créditos. Los fondos empezarán a llegar en el primer semestre de 2021, mucho más rápido de lo habitual y lubricarán la recuperación de la economía española.
Debido a ello, no sería extraño que ayer Pedro Sánchez se considerara a sí mismo el hombre más afortunado del mundo. Ha jugado muy bien sus cartas y ha tenido suerte. Dos condiciones necesarias para triunfar. No obstante, el país deberá pagar un peaje, siendo éste el establecimiento de medidas muy impopulares. De ellas, hoy no toca escribir, sino solo celebrar lo conseguido.