El Govern quiere ocupar parte de los 3.225 millones de euros que recibirá del Fondo Covid-19 para inyectar recursos a TV3. El vicepresidente, Pere Aragonés, sostiene que se han perdido ingresos en publicidad y “esto se tiene que asumir”. Lo confirmó en el Parlament la semana pasada mientras la presidenta de la CCMA, Núria Llorach, describía la situación como “un servicio esencial que se ha quedado sin ingresos”. “Los medios públicos no han bajado la persiana ningún día para estar al lado del personal sanitario, esto debe ser reconocido”, argumentó.
Es difícil entender que frente a una crisis social y económica sin precedentes, se presente como algo normal ocupar los recursos destinados a la reconstrucción a reforzar económicamente una televisión que cuenta con un presupuesto y una plantilla que la convierten en una de las más caras de Europa. Una televisión que ha sido prioridad presupuestaria para éste y los anteriores gobiernos catalanes que no han dudado en recortar sin piedad la sanidad, la educación y los servicios públicos pero preservar TV3 y Catalunya Ràdio.
No sabemos si el paso siguiente será pedir una gratificación extraordinaria que les iguale al personal sanitario. Un reconocimiento que, por cierto, siguen sin recibir sectores esenciales, como el que representan las entidades del Tercer Sector que han gestionado el confinamiento de hasta 60 chavales en centros de menores saturados. O los educadores y educadoras que han hecho muchas horas extra para que los niños y niñas que no tienen medios para seguir su educación por Internet no queden descolgados de un sistema que cada vez más aumenta la brecha entre los que tienen y los que no tienen.
Con un presupuesto de 310 millones de euros, queda fuera de lugar afirmar que TV3 y Catalunya Ràdio son ahora mismo un servicio esencial que se ha quedado sin ingresos. Afirman que no pueden ajustar sus gastos pero pagan a Mediapro en los primeros seis meses del año 1,4 millones de euros por programas como FAQS, una cifra que podría elevarse a 4,5 millones de euros si firman varios contratos pendientes. Se han quedado sin ingresos pero pagan a Pilar Rahola para que durante cuatro horas al mes haga propaganda por una opción política determinada, sin que exista réplica ni de otro invitado ni de las presentadoras, algo que no tiene cabida ni en el Libro de Estilo de la CCMA ni en la misión de servicio público de TV3.
Cada vez cuesta más justificar que TV3 es un servicio público esencial cuando relega la muerte de Juan Marsé al último lugar del Telenotícies (incluso después de los accidentes de tráfico) y convierte en tópico principal de la noticia que no escribía en catalán. Como si el hecho de que fuera considerado uno de los escritores vivos en lengua castellana más importantes del mundo, siendo catalán, no fuera suficiente motivo para abrir un informativo, hacer un cambio en la programación o dedicarle un FAQS.
Quizás la gente que ha dejado de ver TV3 en los últimos años no lo hace porque prefiera ver televisión en castellano, como sugiere su director, Vicent Sanchis, cuando se le recuerda que menos del 15% de las personas que no son partidarias de la independencia la ven. Quizás tiene mucho más que ver con el hecho que nuestra televisión pública concibe una sola forma de ser catalán o catalana. Una en la que no cabe Juan Marsé y su retrato de la Cataluña diversa, la que refleja la vida de las mujeres y los hombres que perdieron la Guerra Civil y pagaron caro por ello, la de la inmigración de los años 50’ cuyo trabajo permitió la prosperidad de Cataluña.
Esta parte de la ciudadanía no volverá a tener TV3 como referencia si no se ve reflejada en sus pantallas pero financia con sus impuestos los monólogos de Rahola. No verá la televisión pública si el Telenotícies es incapaz de abrir el día de la muerte de Juan Marsé con la noticia de la muerte de Juan Marsé, haciendo además malabares para no describirlo como lo que era: un escritor catalán.