Enric Millo, que fue delegado del Gobierno en Cataluña durante el golpe de Estado de Puigdemont, ha sido el último --en su libro El derecho a decir la verdad, donde recuerda aquellos meses aciagos y febriles, de los que tuvo que salir a un exilio más o menos dorado--, de los que achacan a las exigencia de los socialistas el error decisivo, garrafal, de no intervenir TV3% cuando el Gobierno decidió aplicar el artículo 155 de la Constitución y suspender la autonomía de Cataluña hasta el restablecimiento del orden constitucional y la democracia.
El error del siglo.
El Gobierno de Mariano Rajoy estaba lógicamente asustado por la excepcionalidad del 155, hasta entonces nunca aplicada, y por la posible reacción de las turbas radicalizadas; y debilitado por los escándalos de corrupción y la austeridad impuesta por la crisis, se sabía demasiado débil para atreverse a aplicar la cura quirúrgica sin la seguridad de que el socialismo no la boicotearía ni la usaría como argumento para socavar su autoridad, poniéndose en el peor de los casos a favor de los golpistas o, por lo menos, brindándoles su simpatía o su complicidad. Al fin y al cabo ya había formado con ellos en Barcelona pactos como el del Tinell y gobiernos tripartitos.
Muchos analistas y muchos testigos de la trastienda, y entre ellos Millo, lo dicen, y los socialistas nunca han desmentido esta metedura de pata terrible: éstos dieron la venia al 155 imponiendo la salvedad de que La Corpo era intocable. Era tabú.
Es demasiado fácil arreglar de boquilla las cosas cuando éstas ya han sucedido. Nunca hay que precipitarse a juzgar los actos de los demás sin antes pensar qué hubiera hecho uno en su situación. Y hay que entender el vértigo del PP y del PSOE ante unos acontecimientos como aquellos, y comprender sus errores. Por eso no culparemos a los socialistas de lo poco que ha cambiado el clima insurreccional en Cataluña, que aún sería peor si no terciase el coronavirus, que mantiene en latencia el otro virus, siempre retroalimentado por la gran cepa contagiosa de TV3%.
¿La condición de respetar TV3% fue cosa de ignorancia o de cinismo calculador? ¿O el error viene determinado por el erróneo a priori de que el golpe de Estado --cuyos preparativos todos vimos, al que asistimos en directo, y que fracasó, en primera instancia, por el mismo terror de sus conjurados a las consecuencias de sus actos (y la traición de su jefe que salió disparado hacia Bélgica, dejando vendidos a sus más íntimos colaboradores)-- no se perpetró, que fue una bromita, un amago?
En efecto: si se postula que el golpe de Estado no ha tenido lugar, entonces no hace falta tomar la sede de la televisión y los centros de comunicaciones, que es precisamente lo primero que se hace cuando hay que desarticular a un régimen en el poder, legítimo o insurrecto. A la mayor celeridad se envía a la sede de la televisión un par de camiones llenos de soldados. Es el abc, les basseroles. Quien controla el discurso controla los hechos.
De manera que, en resumidas cuentas: Si hoy Sanchis y toda la trama civil del golpe sigue en TV3%, prolongándolo en la medida de sus posibilidades y difundiendo su tóxico discurso 24 horas al día, siete días a la semana, el mérito es del señor Iceta. ¡Felicidades por colaborar tan eficazmente con tu enemigo! ¡A lo mejor, tras las próximas elecciones autonómicas, consigue usted llegar a vicepresidente de un gobierno presidido por los golpistas! ¡Gran logro!
En este contexto mental, en el marco de estos cálculos, es como hay que entender la entrega de los informativos de Televisión Española a las manos de una lazista oscura pero conspicua, que viraliza mensajes racistas en las redes.
Su nombramiento no se puede atribuir a un desliz o ignorancia de la dirección de RTVE en Madrid, pues lo primero que cualquier empleador examina antes de confiar un cargo de responsabilidad a un candidato, es, junto al CV, el rastro que ha dejado en las redes sociales, en este caso tan revelador. No, aquí no ha habido un error, esto se ha hecho a conciencia.
Después de la tregua veraniega viene un otoño de vértigo, vienen las elecciones catalanas, y ERC tiene que cobrarse con algo más que la escenográfica “mesa de diálogo” su apoyo a los Presupuestos Generales del Estado, que deciden literalmente la continuidad de la legislatura. Hay que asegurar el voto positivo de los rufianes a los presupuestos. El socialismo entrega TVE a los golpistas como antes le permitieron seguir con TV3%, pudiendo arrebatársela: creyendo que al fin y al cabo no es importante.
Total, aunque sean órganos del Estado solo son televisiones --o sea el centro nuclear de las pandemias, desde donde se le dice al pueblo que el virus no es peligroso, que apenas hace daño, que peor es el miedo.