Desde el viernes, Cataluña está ya en la llamada “nueva normalidad” o “etapa de reanudación (represa)”, como ha decidido llamarla el Govern porque a Quim Torra no le gustaba el sintagma y porque en la denominación también hemos de diferenciarnos, no vaya a resultar que parezca que somos lo mismo.
En Barcelona, el área metropolitana y Lleida, la fase 3 no ha durado ni 24 horas porque de pronto a Torra y al Govern les han entrado las prisas y han tomado carrerilla para ser los primeros en la nueva normalidad, después de Galicia y al mismo tiempo que Euskadi y Cantabria. Esta aceleración se ha producido pese a que Cataluña, junto a Madrid, ha sido la comunidad más afectada por el coronavirus y pese a que Torra se ha pasado los tres meses del estado de alarma pidiendo más confinamiento y menos desescalada.
El presidente de la Generalitat pidió el confinamiento total desde el principio del estado de alarma, sin explicar muy bien en qué consistía, y cuando Pedro Sánchez decretó la paralización de la economía y de la movilidad durante dos semanas, coincidiendo con la Semana Santa, Torra se apuntó el tanto y siguió exigiendo que no se levantaran las restricciones.
Después, dentro de su estrategia de oponerse a todo lo que decidiera el Gobierno de Sánchez, el Govern criticó la desescalada --la portavoz consideró el 29 de abril una imprudencia entrar en la normalidad antes de julio--, retrasó el cambio de fase de algunas regiones sanitarias, como las dos zonas en que se dividió el área metropolitana y la ciudad de Barcelona, hasta el punto de que los habitantes de la capital no podían cruzar la calle para ir a L’Hospitalet o Badalona. Estas zonas y Lleida, donde se detectó un rebrote, han sido de las últimas en pasar a la fase 3, junto a Madrid y tres provincias de Castilla y León.
Pero, de pronto, a Torra le entran las urgencias y en menos de un día toda Cataluña pasa a la “etapa de reanudación”, con objeto de recuperar las competencias --acabando con lo que al principio se llegó a llamar un “155 encubierto”-- y montar una solemne conferencia de prensa, con el presidente de la Generalitat al frente, para escenificar que el mando ha regresado a Barcelona y que el Gobierno autonómico ya vuelve a ser un Gobierno autonómico con todas las de la ley. La única razón comprensible es la de regular la movilidad y escalonar la operación salida de Sant Joan porque los motivos económicos no justifican tanta urgencia y contradicen toda la actuación anterior del president.
¿Y en qué se ha traducido esa recuperación de las competencias, tantas veces reclamada por Torra y que llevó a Junts per Catalunya a votar en contra de casi todas las prórrogas del estado de alarma mientras Cataluña no volviera a disponer del mando? Pues, aparte del cambio de nombre de “nueva normalidad” a “etapa de reanudación”, prácticamente en nada. El decreto aprobado por el Govern para la nueva etapa --adornado, eso sí, con una filosofía de autogestión, responsabilidad individual y consejos en lugar de obligaciones-- en poco se diferencia de los decretos del Gobierno de Sánchez. Las tres medidas básicas para la normalidad son las mismas: distancia de 1,5 metros, mascarilla y lavado frecuente de manos.
Lo que tampoco ha cambiado ha sido la convicción de Torra de que, si no hubiera habido mando único en el estado de alarma, Cataluña lo hubiese hecho mejor, a pesar del fiasco de las residencias de ancianos, con plenas competencias autonómicas, y del fracaso del cierre de Igualada. En la conferencia de prensa del jueves, Torra volvió a insistir en que debía haberse decretado el confinamiento total 20 días antes.
Esta misma semana, Torra ha tomado carrerilla también en otra de sus fijaciones. El miércoles, en una pugna dialéctica en el Parlament con el portavoz de ERC, Sergi Sabrià, ante la próxima decisión del Tribunal Supremo sobre su inhabilitación y la convocatoria de elecciones, Torra volvió a instar a Esquerra a convocar un referéndum de autodeterminación en esta legislatura. ¿Con una legislatura agotada, un Govern dividido y enfrentamientos constantes entre ERC y JxCat, en qué cabeza cabe que se pueda plantear un nuevo referéndum? Torra dijo que él ya lo había propuesto después de la sentencia del procés y sigue ahí, reprochando a sus socios del Govern que se hayan ido a otra parte.
Nadie puede creer, ni siquiera Torra, que lo que planteó en el debate del Parlament tenga alguna posibilidad real de llevarse a la práctica. Pero, igual que ocurre con la “etapa de reanudación” para afrontar el Covid-19, lo de menos es el contenido de las medidas. Lo único que importa es la gesticulación y la apariencia de que se toman decisiones diferenciadas, aunque en el fondo no se distingan en nada de las que se han ido adoptando hasta ahora.