Leía con estupor hace unos días un titular que afirmaba que el castellano "desaparece de la enseñanza Infantil y Primaria de Baleares”. Esto me ha hecho pensar en, no solo la peligrosidad del hecho, sino también en el sustrato de esta problemática. La lengua y la identidad. En los últimos años hemos podido ver a miles de personas saliendo a la calle al grito de independencia. Personas que en su arraigo identitario catalán sienten una repulsa irracional hacia todo lo que les suena a español. En otros momentos hemos podido ver a otros que, instalados en un nacionalismo igual de tribal, atacan a todo lo que suena a Cataluña instalados en una identidad igual de monolítica.
La reducción de la identidad a un único aspecto no es solo un empobrecimiento personal, sino que a su vez, genera conflictos difíciles de resolver y vendettas como la que hemos podido ver en Baleares de manos de aquellos que centran su identidad en una lengua que consideran oprimida y que pretenden vengar. Esto solo puede solucionarse entendiendo la identidad de forma multifactorial. Al hablar de identidad es importante reseñar que en todas las épocas hubo gentes que nos hicieron pensar que había una sola pertenencia primordial en nuestra identidad. Una pertenencia tan superior a las demás que en todas las circunstancias estaba justificado denominarla identidad, en mayúsculas. Podemos encontrar múltiples ejemplos a lo largo de la historia.
La religión para unos, la nación, la clase social o la lengua para otros. Pese a que son muchos los factores que conforman nuestra identidad, la gente suele reconocerse en la pertenencia más atacada. Esa pertenencia entonces invade la identidad entera. Da igual si eres de izquierdas, de derechas, musulmán o judío. Si sientes que una parte de tu pertenencia como es la lengua materna está en peligro, muy probablemente acabes reconociéndote en tu lengua por encima de todo lo demás. Desgraciadamente, quienes terminan reduciendo su identidad a una sola pertenencia acaban adoptando una actitud parcial, sesgada e intolerante. Convierten su visión del mundo en una visión distorsionada.
A algunos les podría parecer que la lengua podría no ser lo suficientemente importante como para generar un conflicto importante en el seno de una sociedad desarrollada, pero sin embargo, según el ensayista franco-libanés Amin Maalouf, “de todas las pertenencias que atesoramos, la lengua es casi siempre una de las más determinantes”. En España, uno de los grandes errores es haber permitido que nos hayan hecho creer que el catalán ha sido sometido a un lugar secundario e irrelevante. El nacionalismo sabe que la lengua es una parte potentísima de la identidad, y la ha utilizado alineándola con su objetivo secesionista. No es casual que la mayoría de los catalanoparlantes sean independentistas y la mayoría de los castellanoparlantes no lo sean.
No es casual encontrar declaraciones como las de Joan Domènec Ros, presidente del Institut d’Estudis Catalans, afirmando que “el bilingüismo mata” o que “solo debería haber una lengua oficial, el catalán”. La voluntad de hacer creer a los catalanoparlantes que el Estado Español impide el desarrollo de nuestra lengua es deliberado. Recordemos a Jordi Pujol afirmando en el año 2012 que la lengua catalana estaba amenazada y que “la quieren hacer desaparecer”. Ante estos ataques es necesario recordar lo obvio. Que a día de hoy todos los territorios de España cuentan no solo con el reconocimiento de su singularidad lingüística y cultural a nivel constitucional, sino que, además gozan de una especial protección. Hay que recordar que el Consejo de Europa en su informe sobre la aplicación de la Carta Europea sobre lenguas regionales o minoritarias afirmaba que “el comité elogia a las autoridades españolas por el alto nivel de compromiso y esfuerzos de proteger y promover las lenguas minoritarias”.
Pese a ello, el separatismo sigue tratando de engañar a la población en cuestiones identitarias y culturales, y cuando toma el poder, no duda en intentar oprimir a la lengua que consideran causante de todos sus males. Debemos tener en cuenta que la lengua juega un papel tan importante en el proceso de creación de la identidad que nos obliga a ser especialmente sensibles con este tema para no caer en lo que se propone el nacionalismo catalán.
En los conflictos lingüísticos es fundamental entrar con sentido común en una época de libertad y de serena diversidad, dejando atrás las injusticias que se hayan cometido sin sustituirlas por otras intolerancias o exclusiones. Y esto hay que explicarlo en Cataluña, en Baleares y allí donde el virus de la exclusión sea capaz de arraigar.
Es imperativo denunciar el atropello que se realizará en Baleares y recordar que en Cataluña los derechos lingüísticos de muchos son pisoteados por la Generalitat. Sin embargo, es necesario no caer en los mismos errores que caen los nacionalistas. Es necesario escuchar a amigos como Juan Claudio de Ramón, Mercé Vilarrubias y Joaquim Coll, que aparte de denunciar los abusos lingüísticos que perpetra el nacionalismo son capaces de proponer soluciones basadas en la defensa de los derechos lingüísticos de todos. Hasta la fecha, una receta que me parece mucho más inteligente que la de aquellos que ceden el catalán a los nacionalistas. Muchos catalanes antinacionalistas han llegado a sentir aversión por su propia lengua. Esa batalla no podemos dejar que la gane el nacionalismo. El catalán no es solo suyo. Es de todos.