Ignacio González es profesor de Economía en la American University, (Washington DC), y doctor por el Instituto Universitario Europeo de Florencia. Desde Washington percibe con claridad la envergadura de la crisis económica, con Estados Unidos pendiente de los pasos de Donald Trump, que, después de despreciar la incidencia del Covid-19, trata ahora de ofrecer un plan gigantesco a partir de recursos públicos y de la capacidad de la Rerserva Federal. González mira a España y a Europa, y tiene claro que el proyecto español, basado en la deuda perpetua, con un fondo de reconstrucción anclado en los presupuestos de la Unión Europea es una buena idea: "Lo que defiende España en Europa es decente y positivo para todos", señala. En esta entrevista con Crónica Global, a través de las nuevas tecnologías, González reflexiona sobre el mejor camino que debería tomar la Unión Europea.
--Pregunta: ¿Estamos ante una crisis simétrica o asimétrica en el conjunto de la Unión Europa? El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sostiene que es simétrica, porque el virus del Covid-19 afecta a todos los países, y que, por tanto, las ayudas y transferencias deben tener eso en cuenta.
--Respuesta: Una crisis provocada por un virus, que afecta a todos los países, se puede considerar que es simétrica, claro, pero también es cierto que la expansión no ha sido simétrica, y los efectos con la crisis económica que ha provocado tampoco serán simétricos. Ha afectado mucho más a países del sur, aunque las últimas cifras constatan que también está afectando a países como Reino Unido o Francia. Pese a todo, está claro que puede tener efectos asimétricos, con consecuencias distintas. Y los instrumentos que se pongan en marcha deberán tener eso en cuenta.
---¿Se puede empatizar con Holanda o Alemania, que ponen dificultades para planes de ayuda al conjunto de países de la UE, especialmente a España e Italia?
--Creo que el argumento que se utiliza en los países del norte para poner límite a las transferencias está equivocado. Es una visión estrecha de la economía europea. Se basa en una concepción errónea, una visión contable de la economía. Los presupuestos de la UE no pueden tener, únicamente, una visión contable. Debemos pensar, y, principalmente, esos países centrales de la zona euro, que todos los estados se benefician de unas reglas del juego. Y que se debería prestar una ayuda al conjunto.
--El Gobierno español entiende que la Unión Europea debe responder con transferencias, y no con avales o créditos. ¿Ese es el debate central?
--Esa es la pregunta, la que nos ayuda a ver qué tipo de crisis tenemos delante. En una primera fase, con el virus, las economías han sufrido una crisis de oferta, pero que está mutando en una crisis de demanda. Se han perdido muchos recursos, y existe temor e incertidumbre. Los países no acaban de apostar por planes de expansión fiscal. Con ello, lo que puede ocurrir es que, en realidad, la crisis se parezca mucho a la de 2008, porque el problema será una crisis de demanda. El sector privado no está invirtiendo. Y lo que se plantea es si debe haber transferencias fiscales por parte de los estados. Y creo que sería, efectivamente, lo mejor porque el estado se puede endeudar, pero hay limitaciones. En Europa hay países que tendrán dificultades para endeudarse en los mercados. Y, ante esa disyuntiva, el fondo de reconstrucción que se plantea debería pasar por transferencias, que necesitan economías como la española o la italiana. Los países del norte deberían asumir esos mayores costes, aunque mantengan la tesis de que si se ponen en marcha esas transferencias se eliminarán incentivos para que esas economías receptoras transformen sus modelos productivos.
--Porque, ¿Lo que hace el BCE puede ser suficiente, con esas compras masivas de deuda en los mercados secundarios?
--Hemos visto que el debate sobre esa cuestión ha evolucionado. En el primer momento se pensó que podía ser suficiente. Que no haría falta nada más, como el MEDE (el Mecanismo Europeo de Estabilidad). Se pensó que podría suponer el control de las primas de riesgo. El problema, con la sentencia del Tribunal Constitucional de Alemania, el tribunal de Karlsruhe, es que se han generado tensiones políticas en la eurozona. Se han generaron dudas, sobre hasta dónde se puede caminar. La incertidumbre es mayor. Yo creo, en todo caso, que sí podría ser suficiente a medio plazo. Pero ahora mismo no hay nada garantizado.
--Pero si quisiéramos establecer una fórmula ideal para el conjunto de países, ¿cuál podría ser?
--El ideal es que la eurozona aprovechase la capacidad ilimitada de endeudarse en los mercados. Es decir, disponer de una capacidad fiscal similar a la que tiene Estados Unidos, que es practicamente ilimitada con el apoyo de la Reserva Federal. Para hacer eso, lo ideal es una mutualización de la deuda. Pero no ocurre, no porque no haya razones económicas, sino por falta de consenso político. Son razones políticas las que impiden ese paso. Para los países del sur es importante el BCE, porque supone un paraguas para acudir a los mercados de deuda. Pero para disipar cualquier riesgo futuro en los mercados de deuda, la mutualización es necesaria. Si no, el riesgo de quiebra, aunque mínimo, no quedaría totalmente anulado, como ya vivimos en la anterior crisis con el caso de Grecia.
--¿Qué supone la sentencia del Tribunal Constitucional alemán? ¿Puede pensar Alemania que puede ir sola por el mundo con su particular modelo productivo?
--Cuesta mucho entender algunas decisiones, algunas posiciones sobre el euro. Hay concepciones distintas, y no se puede entender esa decisión bajo la concepción macroeconómica más anglosajona, que es la que tenemos en España o Francia. Sabemos que el fallo de diseño es que no hay una unión fiscal, y que además en Alemania, una parte importante institucional de Alemania, intenta poner palos en las ruedas para evitar que la política monetaria pueda llenar los huecos de esa falta de esa política fiscal. Sabemos que también va en contra de su propio beneficio. Al final, el tener un área monetaria efectiva beneficia a todos los países, pero si hay un país claramente beneficiado ha sido Alemania. Por eso no se alcanza a entender un órdago de ese tipo. Lo que está claro es que una decisión así pone en riesgo el futuro del proyecto del euro, con dudas sobre qué debe hacer el BCE y dudas sobre qué se quiere en realidad. Hay instituciones que no quieren ahondar hacia una unión fiscal, cuando Alemania se ha beneficiado de ello, cuando el euro se ha basado en una política monetaria concreta al servicio de Alemania, con un tipo de cambio más bajo que con una moneda propia alemana, teniendo en cuenta que Alemania es una economía que está basada en la exportación.
Ignacio González comenta la situación económica de Alemania y la UE / LENA PRIETO
--Sin mutualizar la deuda, o sin acercar posiciones, ¿el futuro de la UE está en entredicho o el problema de países como España es que se han creado demasiadas expectativas?
--Es una posición que tiene su arraigo, la de pensar que hemos tenido demasiadas expectativas, pero es una visión que genera muchas dudas. No me resigno a ello. En diez años hemos tenido dos crisis muy grandes. La primera crisis tuvo graves consecuencias, y dio lugar a grandes preguntas sobre qué camino debía tomar la Unión Europea. Se trata de un debate para completar la eurozona que se sigue sin superar. Es evidente que hay visiones diferentes, y que la Unión Europea puede quedar tocada a partir de esta nueva crisis y de las que puedan llegar, sin que se haya acometido esa necesaria unión fiscal.
--¿Considera que el Gobierno español hace bien al apostar tan fuerte por esa unión fiscal?
--Me pareció muy positivo el documento de España aportado al Consejo Europeo. El documento que se elaboró, donde se hablaba claramente de un fondo de reconstrucción, basado en transferencias, y con medidas para financiarlo, tuvo muy buena acogida internacional, y en Washington también. Fue muy bueno. Creo que lo que defiende España en Europa es decente y positivo para todos. Pero claro, es la posición de un Gobierno, que tampoco es el más influyente. Pese a todo, reitero que ese papel es positivo.
--Todos los países saldrán de forma diferente de esta crisis, eso está claro. El diseño en Estados Unidos es muy distinto. Cuando hay situaciones de crisis el esfuerzo y los recursos que se destinan son enormes. Con capacidad fiscal ilimitada, con la Reserva Federal, --que apoya con una respuesta monetaria los planes fiscales del Gobierno--, la reacción es muy mayor. Pese a que no hay una gran red de protección social, la capacidad de programas de ayuda es muy grande. La ley que aprobó la administración Trump ha aumentado mucho la prestación de desempleo, con planes concretos en cada situación, que se expanden y se contraen en función de las circunstancias de cada momento. Aunque el paro ha aumentado al 14%, que es enorme, y que es, en realidad, del 19% si se tiene en cuenta a los que no buscan empleo, la respuesta puede ser mayor que en la UE.
--España, ¿debe cambiar su modelo productivo tras esta crisis, con sectores tan afectados como el turismo, que supone casi el 14% del PIB?
--Creo que deberíamos ser conscientes de que España tiene una economía, con una división sectorial, que la hace candidata a sufrir más una crisis de demanda. Por eso se hablaba antes de crisis asimétrica. Nuestra composición, con mucho peso de los servicios, con el turismo, es determinante. Y no debemos renunciar a ello. Con buenas regulaciones, con la transformación que sea necesaria, el sector servicios puede y debe sostener la economía del futuro. Se debe cuidar, sin renunciar a ello. Los cambios que debe hacer España en cuanto al modelo productivo deberían centrarse más en el mercado de la vivienda, con incentivos a nivel fiscal para que los españoles no ahorren sólo a través de la inversión en la vivienda, un sector que no es especialmente productivo. Es mucho menos sostenible que el turismo, por ejemplo.
--Por tanto, nada de Schumpeter ni de destrucción creativa, como apuntan algunos economistas.
--Los que sostienen eso deberían pensar en quién reactiva la economía, teniendo en cuenta que la inversión privada está en una situación muy complicada. Ahora, cambiar el modelo productivo forma parte de un debate que ya tiene algunos años. Es cierto que la productividad es baja. Hay que incentivar la productividad a largo plazo, con una senda de crecimiento más sostenible. ¿Pero por dónde empezamos? Creo que ahora el sector público tiene la mayor responsabilidad.
--¿Es el momento realmente de una renta básica como intenta poner en marcha el Gobierno?
--Lo primero que hay que constatar es que España, sin una renta mínima, es una excepción en los países de nuestro entorno. Y es una renta muy necesaria, porque sirve como colchón de última instancia. España tiene los recursos para implementar este tipo de programa. Y es algo que no contempla un costo excesivo, porque lo que hace es ofrecer dinero que se inyecta al conjunto de la economía. No es un dinero que se tira. Al revés. Sirve para que muchas personas puedan seguir consumiendo. De hecho, creo que ya estamos tardando para poner en marcha esa renta básica.