Cuando llevamos un mes de confinamiento ya sabemos lo que está yendo bien y lo que no. La gestión de las residencias de ancianos ensombrece cualquier balance pues el número de fallecidos es simplemente aterrador. Conocida la alta letalidad de esta enfermedad a partir de los 70 años no haber protegido a nuestros mayores no tiene perdón. También se encuentra entre lo más lamentable la falta de protección del personal sanitario que se contagia con unas tasas propias del tercer mundo, seguidos de cerca por los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado y los miembros del ejército. Cierra este nefasto podio la evidencia de las carencias de nuestro estado pseudofederal donde todos quieren hablar y sin embargo pocos hacen. Ineficacia, inoperancia e incapacidad repartidas casi por igual entre la casi totalidad de las comunidades autónomas, algunas endémicamente desleales, y un gobierno central que ha buscado más protagonismo del que podía asumir en unas competencias transferidas hace mucho, demasiados años.
Habrá que pedir muchas responsabilidades sobre todo a las comunidades autónomas, que salen de rositas en la foto por la equivocada estrategia de hiper protagonismo del presidente del Gobierno, un Gobierno que solo sabe aplicar una receta inventada en el siglo XIV, encierro colectivo, en lugar de aplicar más ciencia y tecnología para no destrozar la economía.
Pero hay muchas cosas que se están haciendo bien, y no solo por quienes, merecidamente, aplaudimos cada día. La heroicidad de sanitarios, cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, ejército, reponedores, cajeras, transportistas de todo tipo y condición, entre otros, es encomiable y su entrega va mucho más allá de ser un buen profesional. Se trata, en su inmensa mayoría, de personas con una vocación de servicio espectacular que están haciendo inmensos sacrificios personales, tanto que a alguno ya le ha costado la vida y, en general, por salarios bajos cuando no con empleos precarios. Lo triste será que tras los aplausos vendrá el olvido y por haber paralizado la economía sin pensar ni en consecuencias ni en alternativas habrá hasta quien quiera bajarles el sueldo a colectivos que tienen muchas demandas laborales pendientes. Desde luego los eventuales e interinos que no esperen que les hagan fijos, este es, sobre todo, un país con poca memoria.
Comienzan a no ser necesarios más respiradores ni más camas, el sistema sanitario, en gran medida por el trabajo hercúleo de sus profesionales reforzados por el ejército, han podido con el tsunami de esta epidemia y ahora se trata de normalizar la situación, dedicando los nuevos medios al Covid-19 y dejando que los hospitales generales atiendan el resto de patologías, que el resto de enfermedades no han parado porque las urgencias estuviesen colapsadas.
Pero además de lo evidente hay muchas cosas que funcionan bien en un país que es mejor de lo que valoramos. Las telecomunicaciones, por ejemplo, no han dado ningún problema y eso que hemos incrementado su uso de manera espectacular: al menos un incremento del 40% de tráfico en internet, del 50% en llamadas móviles y del 25% de datos móviles. Whatsapp ha multiplicado el tráfico por cinco, y todo funciona. Sin duda la infraestructura de telecomunicaciones en España es espectacular. Contamos con más kilómetros de fibra óptica que Alemania, Italia, Francia y Reino Unido juntos. Nuestra obsesión por las infraestructuras esta vez se ha demostrado útil y podemos teletrabajar, hacer video llamadas y ver Netflix al mismo tiempo en un buen número de hogares sin problema. Sin duda nuestros operadores de telecomunicaciones se merecen un 10.
Y lo mismo ocurre con los proveedores de gas, agua y electricidad, pues tampoco se han reportado problemas en estos servicios básicos que funcionan como un reloj, siendo especialmente complejo el abastecimiento eléctrico pues al no poderse almacenar la electricidad se ha de producir exactamente lo que se consume y los patrones de consumo de electricidad han cambiado radicalmente al parar empresas y crecer el consumo doméstico.
Los bancos también lo están haciendo muy bien. No se conocen tampoco problemas ni en la banca a distancia ni en el servicio en oficinas ni en los cajeros. El mundo financiero sigue funcionando igual o con más intensidad si cabe pues son esenciales en la concesión de los créditos ICO y en vehicular alguna de las ayudas. Además, todos los bancos en mayor o menor medida están haciendo esfuerzos muy notables para que sus clientes tengan la vida algo más sencilla, adelantando plazos de pago a pensionistas o parados, ofreciendo moratorias en préstamos y, en general, inyectando liquidez al sistema. A diferencia de la gran recesión del 2008 al 2013 la banca está sana y puede estar al lado de sus clientes.
También es de sobresaliente la actividad en la gran mayoría de los ayuntamientos, casi todos al lado de sus ciudadanos intentando sobre todo llegar a los más débiles.
En España somos muy dados a la autocrítica destructiva, pero darse cuenta que las cosas funcionan no nos vendría mal de vez en cuando.