En estos días estamos viviendo una situación anómala. Sale lo peor de nosotros, como sociedad, pero también lo mejor. La solidaridad de muchos que se dejan el resuello para salvar vidas, para evitar que la crisis se convierta en un apocalipsis. La primera línea de frente son los sanitarios que están dejándose la piel. Sanitarios en el aspecto más genérico del nombre. Desde los médicos hasta el personal de limpieza, pasando por los administrativos, los celadores o la enfermería. Pero, no son los únicos. Para que todo funcione, para que estos profesionales tengan las armas necesarias, para que el confinamiento no se convierta en prisión, deben funcionar los servicios de suministro de agua, energía eléctrica, recogida de basuras, transportes o las telecomunicaciones.
Las empresas españolas de estos sectores están dando una muestra de alta profesionalidad. Y sobre todos, los que se juegan la piel al pie del cañón. Los operarios que controlan la salubridad del agua en las depuradoras y los que están en las zanjas reparando averías; las brigadas eléctricas que disponen estratégicamente los grupos electrógenos para garantizar la electricidad en los centros neurálgicos como los hospitales, amén de los que se afanan en que el servicio eléctrico sea una normalidad; los que limpian nuestras ciudades y recogen la basura que aumenta exponencialmente porque nos pasamos el día en casa; el personal de los supermercados que nos aguantan a diario; los trabajadores de las telecomunicaciones que nos garantizan el servicio para que el confinamiento no sea sinónimo de aislamiento.
Son los nuevos héroes anónimos que están inventando nuevos sistemas, que trabajan en turnos perfectamente organizados porque si un grupo cae, siempre haya otro que asuma sus responsabilidades y así, el servicio no se resiente. Y no se ha resentido, aunque en algunos lugares los permisos administrativos para obras necesarias se están ralentizando, cuando no parando, poniendo en riesgo el trabajo de muchas empresas contratadas por las grandes empresas de servicios que pretenden con estas obras mejorar eso mismo: el servicio.
Y no quisiera olvidarme en este repaso sobre esos otros héroes que están al servicio de todos, los camioneros, los conductores de autobús, de metro, esos que permiten que la movilidad no sea una entelequia, que funcione. Barcelona, Cataluña y España están funcionando gracias a todos ellos. Gracias a su esfuerzo y a su dedicación y, sobre todo, a su profesionalidad.
Llevamos siete días de confinamiento con el miedo en el cuerpo. Ellos, seguramente también tienen este mismo miedo, pero cada día salen a dar el callo para que la vida no se detenga. Las compañías de agua, electricidad, recogida de basuras, transporte, telecomunicaciones, siempre son motivo de crítica y de insidia. Ahora están a la altura y hacen posible que el desastre no sea hecatombe. Están trabajando para que hoy las cosas funciones y para que cuando la pandemia sea un mal sueño en el recuerdo, las cosas estén para volver a empezar. Sus hombres y mujeres son los que lo están haciendo posible. Son los otros héroes. Haríamos bien en no olvidarlos.