Cuando los cardenales se encierran en cónclave, el maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias cierra por fuera la puerta de la capilla Sixtina pronunciando el famoso “extra omnes”, todos fuera, dejando solos a los cardenales con el Espíritu Santo para elegir a un nuevo Papa. Nuestra populista alcaldesa, si supiera latín, pronunciaría este inicio de año algo similar a “relinquo pauperis”, pobres fuera.
Sorprende que una alcaldesa que proviene del activismo social, que fue encumbrada a la fama por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, legisle tan consistentemente en contra de los más desfavorecidos. El transporte público no deja de subir. Las nuevas, y complejas, tarifas de metro, autobús, tranvía y cercanías (las T-Casual, familiar y demás) no dejan de subir. Hace unos días, la popular T-10 subió más de un 11% por un simple cambio de nombre, no está mal para un Gobierno local que, aparentemente, quiere potenciar el transporte público.
El alquiler no para de subir. Barcelona ya es la novena ciudad del espacio europeo en la que es más caro alquilar apartamentos y estudios, mientras que en alquiler de habitaciones “baja” hasta la 14ª plaza. Y si ya había pocos pisos para alquilar, ahora la Generalitat da la puntilla al mercado, obligando a disponer pisos para okupas a las empresas que tengan más de 15 inmuebles. De mal en peor, porque ahuyentando a los inversores solo se logra que haya menos oferta y, por tanto, los precios suban.
Pero lo que pone la guinda es la decisión de prohibir la entrada a nuestra ciudad a quien no puede comprarse un coche nuevo. No contamina quien quiere, sino quien no puede renovar su coche. Bienvenido Porsche Taycan, dejen paso al BMW i8, Audi e-tron, Barcelona es tuya. Eso sí, fuera los Toledo, Laguna y 205 diésel con años a sus espaldas. Y todo esto, con un parque municipal y de concesiones municipales que en ocasiones deja mucho que desear, desde una cabalgata incoherente por lo que contamina (supongo que a última hora todo será eléctrico) a los autobuses nocturnos o del área metropolitana. Si somos tan exquisitos con los ciudadanos, el ayuntamiento debería dar ejemplo y todos los vehículos que usa directa o indirectamente deberían ser ECO, mejor cero emisiones. Lo mismo que deberían calentar sus oficinas placas solares, quemar gas, gasoil o carbón debería estar prohibido en las instalaciones municipales, porque produce CO2. Y a falta de paneles, unas mantitas para los funcionarios. Pero yo quiero un ayuntamiento cero emisiones, ya que le encanta hacer todo lo posible para que mi vida sea incómoda. Es impresentable ver autobuses, especialmente nocturnos y de trayectos metropolitanos, con etiqueta B muy justita, algunos con la etiqueta medio rota, lo que da que pensar. Autobuses, camiones de bomberos, taxis, coches de policía, furgonetas de reparto, camiones y coches de limpieza, brigadas de obras, ambulancias, coches oficiales… todos los servicios públicos deberían ser cero emisiones, o como poco ECO, antes de dejar colgados a los ciudadanos menos favorecidos. Porque está muy bien decir que hay que ir en transporte público, pero éste no llega a todos los lados, no existen parkings disuasorios, no es barato y según el RACC tampoco tiene capacidad de absorción de más viajeros, eso el día que cercanías funciona bien o no padece una huelga. Parece que los afortunados que vivimos en Barcelona nos libraremos de unos 50.000 parias que en cuestión de nada llegarán a los 125.000, según cálculos del propio ayuntamiento. Y si el aire no está lo suficientemente limpio y no podemos hacer fotos guapas al Tibidabo desde el hotel Vela, entonces tampoco dejaremos entrar a los que tengan la pegatina B, ya se sabe, Barcelona és bona si la bossa sona… Quien tiene un coche viejo, que se compre otro o que se fastidie y madrugue lo que haga falta. El transporte público tendrá que absorber un 20% más de pasajeros por esta caprichosa legislación, según la AMT, pero si nos inspiramos en Calcuta, el índice de absorción tiende al infinito con tal que permitamos a la gente subirse a los techos de los autobuses, total casi siempre hace sol. Barcelona no quiere pobres. Salvo que sean okupas o manteros, que esos tienen bula. El que vive en el área metropolitana y se desplaza a Barcelona para ganar poco más de 1.000 euros no puede traer su viejo utilitario ni para ir al médico, no sea que nos manche. Bueno, le dejaremos entrar 10 días al año, siempre y cuando pague una tasa municipal por ensuciar nuestras calles, pero ni un día más.
Es difícil no usar adjetivos gruesos ante tamaña indigencia intelectual, por no decir moral. La ignorancia es muy atrevida, tanto que se atreve a enmendar el plan Cerdà con las súper illes, a hacer carriles bici contradirección, fuente de accidentes, alguno mortal, o a inventarse unas rutas de autobuses que nadie entiende. No se puede legislar contra los ciudadanos, y menos contra los más desfavorecidos, y menos desde un Gobierno de izquierdas. Nos esperan meses de caos sin necesidad de manifestaciones o cortes de carretera. Al menos nos libraremos de tractores en la próxima manifestación amarilla. O no, seguro que la alcaldesa hará una excepción por aquello de la libertad de expresión.