Al menos para la generación posmillennial, la política únicamente significa inestabilidad, incertidumbre, división y precariedad. Eso explica que lo que fue la Transición, el bipartidismo o la pertenencia a la Unión Europea sea considerado por los millennials algo muy remoto o a menudo de forma negativa. En Cataluña, la política independentista se ha ido configurando como una máquina de fabricar incertidumbre, institucional, económica y de convivencia. De los actos y postulados de JxCat, por ejemplo, se colige todo un manual de instrucciones para desestabilizar. Actualmente, el imperativo independentista es la desestabilización per se más que la Cataluña del ensueño. La versión de una Cataluña oasis asediada por la España agresora ha dado paso a la Cataluña caótica en una España políticamente bloqueada.
Según los recientes datos del Instituto Nacional de Estadística, en los dos últimos años, la inestabilidad ha ralentizado la economía catalana, siendo superada en resultados por la economía de la Comunidad de Madrid. Cataluña lleva dos años creciendo por debajo de la media española y cuesta no sospechar que las declaraciones de seudoindependencia, las algaradas de los CDR y de Tsunami Democràtic o las consultas ilegales han sido factores de desestabilización que poco ayudan a evitar que la economía siga desacelerando. Quedó evidenciado que la política secesionista ha sido un obstáculo para la economía productiva y las inversiones en Cataluña. Y ahí están los eslóganes de la Cámara de Comercio de Barcelona para estupor de toda voluntad constructiva.
En su índice de incertidumbre sobre política económica, el BBVA Research concluye que los últimos doce meses esa incertidumbre ha tenido el mayor incremento desde 2012. Mientras el secesionismo pugna por la nación ideal, en Cataluña no crece el empleo en el sector privado, a diferencia de otras zonas de España. Ese gap negativo --según BBVA Research-- mengua cuando baja el tono de la conflictividad política. Ese índice se obtiene aplicando un algoritmo indicador que escanea el máximo de noticias y análisis de orden económico. Si las causas externas pueden ser la amenaza de guerras comerciales o el Brexit, en España la capacidad desestabilizadora del independentismo catalán es patente, junto a otros factores --según el BBVA Research-- como la ausencia de consensos mínimos sobre la política económica que pueda articularse cuando se constituya un nuevo Gobierno, pendiente del apoyo tácito de la asamblearia ERC.
En fin, la incertidumbre repunta, y aunque fallido, el boicot de Tsumani Democràtic al Barça-Madrid ha sido noticia, por lo que otras ciudades potentes están atrayendo aún más las inversiones extranjeras que hubiesen podido concretarse en Barcelona. Podría dar una sorpresa conocer la investigación sobre lo que hay detrás de Tsunami Democràtic porque aparecen indicios de una logística digital y política cuyo elevado coste puede tener inductores que actúan en la impunidad de despachos de alto standing. Lo que la Cataluña actual puede aportar es un creciente know how de la incertidumbre. Aunque un puñado de starts up hagan maravillas, la Cataluña industriosa --o postindustrial-- ya no está en condiciones de dar lecciones sobre cómo generar creatividad empresarial.