El sector textil español aguanta el tipo, aunque sin alegrías excesivas. Se calcula que este año la venta de prendas de moda rondará los 18.100 millones de euros, con alza de un 2%.
La historia reciente del ramo se resume en unas pocas pinceladas. La cumbre se alcanza en 2006, con un giro récord de 22.400 millones. De inmediato sobreviene el deshielo de la crisis hasta tocar fondo en 2013 con 15.850 millones.
Pero el marasmo persiste y sólo el año pasado, por fin, el negocio vislumbra la luz al final del túnel, tras recuperar una parte del terreno perdido, y logra avanzar hasta los 17.780 millones.
Ante tales antecedentes, no es de extrañar que el comercio al por menor abrigue la sensación de que el retorno a la euforia de los tiempos de vino y rosas es, hoy por hoy, una quimera.
Además, sobre su futuro pende ahora una incógnita fascinante. Me refiero a la irrupción de Amazon, Alibaba y otros colosos del mercadeo por internet.
La red de redes encierra problemas e inconvenientes, sin duda, pero también múltiples ventajas. Una de ellas, que permite realizar compras desde cualquier parte del mundo. Y otra, que las entregas se despachan a domicilio con una rapidez y precisión asombrosas.
Gracias a ello, las transacciones electrónicas registran progresos exponenciales, a costa de los establecimientos tradicionales a pie de calle.
Como en los vasos comunicantes, lo que se vende por un lado, se deja de vender por el otro. Mientras tanto, las tiendas clásicas llevan las de perder. De hecho, los gigantes recién llegados acaparan un trozo cada vez mayor de la tarta de la distribución.
A este respecto, es muy ilustrativo el caso de una de las cadenas más conocidas, pues refleja cabalmente el duro impacto de los nuevos usos y costumbres consumistas.
Se trata de C&A, especialista en ropa muy barata. Este consorcio, de orígenes holandeses, viene encajando una mengua de su actividad en España desde 2012. Adicionalmente, arrastra números rojos desde hace siete años, en los que ha sufrido un alud de quebrantos por importe de 150 millones.
C&A arribó a nuestras latitudes en 1983 con un ambicioso plan de expansión bajo el brazo. Fruto de él, a comienzos de esta década ya contaba con una malla de casi 150 tiendas.
Pero la firma experimentó un serio declive en los últimos ejercicios. La flexión acarreó un drástico adelgazamiento y ahora la red sólo dispone de 83 puntos de venta.
Por el camino, un durísimo plan de reconversión y cierres desencadenó la supresión de 600 puestos de trabajo.
En el último ejercicio fiscal, cerrado el 28 de febrero pasado, la facturación todavía siguió cayendo, debido a la clausura de cinco almacenes. Los saldos de explotación negativos se mantuvieron, si bien limitados a 2,3 millones.
Tras los postreros coletazos de la racha adversa, la dirección de la empresa, encabezada por Domingos Paulo Fernandes Esteves, da por concluso el reajuste. La tabla adjunta resume la evolución de la casa en los últimos años.
Año | Ventas | Resultado |
2019 | 328 | -2,3 |
2018 | 359 | -3,6 |
2017 | 361 | -58 |
2016 | 370 | -18,6 |
2015 | 363 | -10,6 |
2014 | 364 | -41 |
2013 | 406 | -16,4 |
Lo que difícilmente se repetirá es la exuberancia desbordada que floreció en las singladuras iniciales del presente milenio. No parece sino que tanto para C&A como para innumerables colegas suyos de la moda al detall, cualquier tiempo pasado fue mejor.