Después de semanas de agitación dentro y fuera de nuestras fronteras parece que llevamos unos días de calma, aunque más parece que nos encontramos en un falso llano porque en poco tiempo tendremos que encarar nuevos retos.
En lo global, China y Estados Unidos se han dado una tregua y parece que acercan posiciones en su guerra comercial... o no. Se anuncia una posible firma de una primera fase de un acuerdo que promete ser complejo, aunque Donald Trump sigue con su política basada en tuits mezclando elogios con amenazas. Si Trump en estado normal es impredecible, ahora que afronta la carrera de la reelección con un prólogo en modo impeachment todo puede pasar. Probablemente es lo que más puede desestabilizar la economía mundial y hacer mover los mercados en una u otra dirección. Y en esto de los aranceles solo es empezar, más pronto que tarde la guerra comercial americana se centrará, o cebará, en Europa. Para una economía con claros síntomas de desaceleración se trata de una muy seria amenaza.
En Europa, el Brexit sigue pendiente de ejecución, elecciones mediante. A partir de las elecciones del 12D, volveremos al espectáculo de las negociaciones y de las brillantes jornadas en el Parlamento. Hasta es posible una nueva prórroga o incluso un nuevo referéndum. Todo apunta a una salida negociada, pero si algo ha demostrado este proceso es la capacidad de complicarse la vida que tienen los políticos ingleses (bueno, en realidad la práctica totalidad de la clase política mundial). El Brexit va a provocar movimientos económicos directos e indirectos en nuestra economía, algunos buenos y otros no tanto. Y efectos colaterales menos evidentes, como la quiebra de Thomas Cook, que afecta seriamente al turismo, especialmente el insular, la compra de segundas residencias en el Levante español o incluso la compra de Air Europa por parte de Iberia, para seguir manteniendo la necesaria españolidad perdida de una línea de bandera en un conglomerado británico. Pero lo peor es que una Unión Europea sin el contrapunto británico quedará reducida a una partida entre Francia y Alemania, como ya se vio en la configuración de la nueva Comisión.
En España seguimos a la espera de que se cierren las negociaciones para tener Gobierno y presupuestos. De momento todo es discreto, pero cuando se inicie la investidura subirá el clima político otra vez, teniendo impacto directo en los mercados. De entrada, se ha abortado una salida a bolsa por la incertidumbre política, y esto no ha hecho más que comenzar. Veremos cómo afecta la más que probable subida de impuestos a la actividad económica.
Y en Cataluña hay cierta tregua en la intensidad de las protestas y lo que es más importante, Foment y varias empresas han exteriorizado su temor a la afectación de la economía real en el caso que los cortes de calles y vías de comunicación se cronifiquen. BBVA Research ya valora en una o dos décimas la caída del PIB catalán. De entrada, el turismo de mayores da la espalda a Cataluña, lo mismo que el turismo nacional, como evidenciaremos en el puente de la Constitución, fecha antes de lleno total; por no hablar de la caída del gasto en tarjetas los días post-sentencia, con un gasto bastante inferior al de otoño de hace dos años. No son opiniones, son datos. Y en esto también son de esperar repuntes, al menos cuando se dicte la sentencia por desobediencia del reciente juicio o se conozca el resultado de las euroórdenes en trámite. Todo ello sin hablar de las posibles elecciones adelantadas a la próxima primavera, ya que de presupuestos nadie habla medianamente en serio. Ruido, ruido y más ruido en un entorno económico e industrial ya suficientemente complicado y que se va a ir deteriorando a pasos agigantados. Si hace dos años vimos traslados de empresas, ahora veremos cierres de unidades productivas, motivados por factores globales, europeos, españoles y catalanes… todo parece converger para mal.
Habrá que ver lo que dura esta calma, pero se acercan semanas en la que solo nos conviene una cosa: tranquilidad. El Black Friday está a la vuelta de la esquina y significará el comienzo de la campaña de Navidad. Estamos a las puertas de un frenazo en lo económico y la incertidumbre mundial se acrecienta, por lo que ésta puede ser la última campaña en la que haya algo de alegría antes de tres o cuatro años más bien grises. Sería más que lamentable que no se pudiese comprar y pasear sin problemas de aquí hasta Reyes porque las compras que se pierdan no se van a recuperar y hay comercios, bares y restaurantes que ya no están para muchas bromas.