ERC va a consultar a sus militantes la posición a tomar ante la investidura de Pedro Sánchez. Normal, también PSOE y Unidas Podemos lo harán. La diferencia entre las iniciativas es manifiesta. Los afiliados socialistas y los podemitas votarán el texto del acuerdo o preacuerdo para un Gobierno de coalición, según UP, y de un Gobierno progresista, según el PSOE. Cierto que el documento firmado por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias contiene tan solo diez puntos esquemáticos, pero algo es algo. Sin embargo, ¿qué votarán realmente las bases republicanas? Un cheque en blanco para la dirección.
La pregunta de ERC autoriza a la dirección a votar en contra de Sánchez si previamente no hay “un acuerdo para abordar el conflicto político con el Estado a través de una mesa de negociación”. Desde el momento en el que no se adjuntan las características de esta negociación ni los términos de la misma, el margen de maniobra que se reservan los republicanos es prácticamente absoluto. Y esto puede ser una buena o una mala noticia, según se mire.
El PSOE y Unidas Podemos también son partidarios de la negociación, incluso se afirma en el punto 9 del documento que someten a sus bases que se “fomentará el diálogo”, sin especificar otro impedimento que la previsible limitación constitucional. De todas maneras, todos sabemos que la negociación en la que piensan unos y otros no es exactamente la misma, aunque nadie renuncie a estar en la mesa. Si no se entra en detalles, pues, y se fía todo a la buena voluntad negociadora de las partes, bien pronto podría anunciarse el acuerdo de abstención. Esta sería la versión buena y voluntariosa de la noticia.
Pero no es así, sería una ingenuidad. No será tan fácil, al menos de momento. ERC vive pendiente de lo que vayan a decir Puigdemont y Torra sobre el asunto de la negociación; mientras, celebran las pertinentes reuniones con JxCat para intentar alcanzar una posición común para evitar un enfrentamiento mayor del que ya mantienen como socios del Gobierno de la Generalitat. Los dos grupos, en realidad, esperan a un pronunciamiento de Sánchez sobre cómo visualiza la negociación, unas frases concretas para adjuntar al acuerdo de Gobierno con UP. Unas frases que difícilmente llegarán antes de la consulta a los militantes republicanos que deberán, en estas condiciones, votar a ciegas.
La promesa de Sánchez, si llega y cuando llegue, no podrá ser muy diferente a lo que ha venido repitiendo en los últimos tiempos con diferentes palabras: mesa de partidos, contexto constitucional teóricamente reformable, profundización del autogobierno. Muy lejos del tú a tú gubernamental para discutir sobre autodeterminaciones y amnistías al que aspiran siempre JxCat/CUP y algunas veces también ERC, dependiendo de la emotividad de los titulares de la actualidad. Las dos posiciones darían vida a una auténtica negociación, salvo que el PSOE ya ha dicho por activa y por pasiva que el maximalismo de algunos dirigentes independentistas no podrá formar parte del guión del diálogo.
En consecuencia, solo hay una mesa de negociación probable de no modificar sustancialmente Sánchez su discurso. Hasta ahora, la oferta ha sido rechazada por los partidos independentistas, con la excepción de la declaración de Pedralbes, cuya ambigüedad redaccional permitía alegres interpretaciones que fueron desmentidas por el Gobierno central al enterrar el documento antes de empezar a trabajarlo. Ahí murieron los Presupuestos y comenzó el periplo electoral, pero también se estableció un precedente.
El hecho de que su investidura pueda depender, de nuevo, de los votos de ERC no debería confundir expectativas teóricas basadas en las lógicas ambiciones personales del presente con margen de maniobra real para un partido que se proclama de Estado y aspira a gobernar ahora y más adelante. Esta es una lectura que no puede despreciarse; en el fondo, coincide con las reticencias de futuro de ERC, cuya duda existencial es calibrar los riesgos y las ventajas de jugársela con Sánchez en relación a su objetivo de gobernar en Cataluña.
¿A qué mesa de negociación votarán los militantes de ERC? ¿A la factible o a la improbable? Nadie lo sabrá, y la dirección tendrá la libertad de interpretar lo que más le convenga, en función de su predisposición a liberarse de la tutela de Puigdemont de una vez por todas o de resignarse a las prioridades del legitimismo con sede en Bruselas que, en ningún caso, pasan por favorecer la hegemonía electoral de sus socios republicanos.
Esta es la mala noticia implícita en la pregunta presentada a los afiliados, la decisión final de sus dirigentes no se conformará solo con el resultado de la consulta, sino en función de la presión ejercida por JxCat/CUP y su universo mediático contra la investidura de Sánchez y contra aquellos que la apoyen o se abstengan sin obtener, de salida, un compromiso que valga media independencia. Hubiera sido mucho más razonable por parte de ERC esperar unos días para poder someter al voto de sus militantes una propuesta concreta, aunque solo fuera una oferta de dos párrafos del puño y letra de Pedro Sánchez. También sería más comprometido para los dirigentes.