El pasado lunes 4 de noviembre, en la ceremonia de entrega de los premios Princesa de Gerona, la princesa Leonor realizó parte de su discurso en catalán. Sorprendió gratamente su buen acento, el cual indica que hay un fuerte y sólido trabajo detrás. Debe hacer años que aprende catalán para lograr este nivel de naturalidad en el habla y este acento nativo. En la también reciente ceremonia de los premios Princesa de Asturias, le oí decir unas frases en inglés. Lo mismo: naturalidad, conocimiento de la lengua más allá del papel escrito y acento nativo. Ambas cosas indican que la Casa Real considera el dominio de varias lenguas un requisito imprescindible en la formación de la heredera. Que el dominio del inglés sea visto como un requisito ineludible es lógico. Sin embargo, lo que puede parecer no tan lógico, a simple vista, es su igual dominio del catalán.

¿Cuál es el objetivo de esta excelente competencia en catalán de la princesa?  En otras palabras, ¿a quién se dirigía Leonor cuando habló en catalán en la ceremonia del pasado día 4 en Barcelona?

Algunos contestarían a esta pregunta diciendo que hablaba a Cataluña, pero no podemos dar por válida esta respuesta, porque uno no habla a territorios, sino a personas. Y les habla con un mensaje concreto y con una intencionalidad. Ninguna de las palabras expresadas en el discurso era para los ríos o las montañas, sino para las personas. La cuestión es para qué personas concretamente.

Una respuesta espontánea podría ser que el discurso de la princesa iba dirigido a los catalanohablantes nativos porque si no, ya hubiera hablado en español todo el tiempo. Se podría aducir pues que el discurso era solo para una parte de la población catalana, los catalanohablantes nativos. No podemos por menos que objetar también a esta suposición, porque en ningún momento pareció que el discurso estuviera limitado al aproximadamente 36% de la población cuya lengua materna es el catalán, y se asumiera que el resto de ciudadanos no eran parte del público, que solo lo serían cuando la princesa volviera a hablar en español. ¿Alguien tuvo la impresión que el discurso en catalán, en forma o contenido, fuera divisivo o excluyente de una parte de la ciudadanía? No, porque excluir a una parte de la ciudadanía no era, claramente, el objetivo.  

Consideremos ahora si los destinatarios del discurso en catalán pudieran ser no los catalanohablantes nativos, sino los independentistas. ¿Hablaba en catalán la princesa para complacer a los independentistas y hacerles entrar en razón? Si consideramos que parte de estos últimos se encontraban, durante el discurso, boicoteando el acto, que muchos otros no quieren saber nada de España, y que Torra y compañía están entregados a la conspiración mañana, tarde y noche, se hace difícil pensar que la Casa Real cometa el error de suponer que la habilidad lingüística en catalán de la princesa pudiera hacer mella alguna en ningún independentista. Y es difícil imaginar que las muchas clases de catalán que ha recibido Leonor estuvieran orientadas a cómo dar gusto a los independentistas.  

Entonces, ¿a quién se dirigía la princesa?

A toda la ciudadanía residente en Cataluña. A los nacidos aquí y a los de fuera; a los que tienen el catalán como lengua materna, a los que tienen el español, y a los que tienen otras lenguas como sus lenguas maternas. A todos nosotros se dirigía, porque el catalán es cosa de todos los que vivimos aquí. Cada uno a su manera, por supuesto. Unos lo hablaran más, otros menos. Los hablantes-ciudadanos, en sus diversos grados de competencia y sus distintas actitudes lingüísticas, son tan plurales como lo son en cualquier otro ámbito de su vida social. Parafraseando a Frank Sinatra, cada uno se relaciona con las lenguas de su entorno their way. El catalán es de todos y cada uno hace el uso que desea hacer de él.  

Así pues, el público potencial del discurso en catalán de Leonor no eran los independentistas, ni siquiera lo eran los catalanohablantes nativos exclusivamente, sino que los interlocutores éramos todos nosotros.

Dicho esto, hay que señalar también que el discurso de la princesa en catalán con la intención de hablar a todos ilumina una distinción conceptual que es crucial en el tema de las lenguas: hay que poder distinguir entre los hablantes y los nacionalistas. Los hablantes (del catalán) son los hablantes, es decir, todos los ciudadanos y ciudadanas que vivimos en Cataluña y tenemos unas mínimas nociones de esta lengua y, por su parte, los independentistas son los favorables a la independencia. Se trata de dos categorías distintas.

Se puede objetar que estas dos categorías se solapan, porque una gran parte de los hablantes nativos del catalán son también independentistas. Efectivamente, es un hecho empírico que alrededor de dos tercios de los catalanohablantes nativos son independentistas. No obstante, este dato no modifica el argumento de que, para realizar políticas lingüísticas adecuadas, es necesario distinguir entre los hablantes del catalán (cada uno a su manera) y los independentistas. Por dos razones: primera, porque el catalán no es propiedad de los independentistas, sino que no pertenece a nadie o, en todo caso, nos pertenece a todos. Y, en segundo lugar, porque de lo que se trata es de que las instituciones estatales hagan bien las cosas, en favor de todos los hablantes (independientemente de su adscripción ideológica) y en favor de sus derechos lingüísticos; y es únicamente aquí, en los hablantes como tales, donde debe situarse el foco.

El discurso de la princesa nos muestra cuál es el camino: que las instituciones del Estado dispongan de un plan lingüístico propio, sólido, y comprometido con la diversidad lingüística de nuestro país.