Ya pasó. Fin de las especulaciones. Ya se conocen las penas. Van tres días desde que se hicieron públicas. Y ha habido opiniones para todos los gustos. Y reacciones de todas las clases. Manifestaciones, cortes de trenes, de carreteras, de aviones... etc. Eso sí, no se vio en ninguna manifestación ni protesta a ningún inductor de las mismas. Claro que con una mano decir que salga el personal a las calles y con la otra ordenar a los Mossos que despejen las mismas tiene su aquel y su todo. No es fácil hacerlo. Tiene Torra dos personalidades diferentes. O eso parece. Total, que ya van tres días y Cataluña sigue en su sitio y Castilla en el suyo y el resto de autonomías en el propio. No ha llegado la sangre al río. Mejor. Que no llegue ni a la acera, aunque sea la de enfrente. Cuánta literatura y cuánta tinta se ha gastado. Para estar en el principio, con algunos presos más. La falta de política de altura, ahora y hace unos años, nos ha traído hasta aquí. Cataluña entre trincheras, con grupos bien organizados para empezar la guerra entre ciudadanos. Que venga Ortega y Gasset y desmienta los hechos de hace casi un siglo porque se están repitiendo. “Pues bien, señores; yo sostengo que el problema catalán, como todos los parejos a él, que han existido y existen en otras naciones, es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar”.
Se leyó la sentencia y se terminaron las filtraciones. ¿Quién las ha filtrado? ¿Desde Moncloa o desde la judicatura? Puede que desde los dos sitios, persiguiendo, claro está, el efecto político. Se buscaba suavizar las reacciones del separatismo, pero ya vemos que no se ha conseguido. Algún juez del Constitucional, amigo de algunos jueces del Supremo, seguro que estaba mejor callado y estudiando, en vez de dedicarse a filtrar. Pero así es la vida, y cada cual busca su protagonismo, aunque sea sólo para sí mismo. Están siendo jornadas airadas, duras. Y no se entiende tal dureza cuando la sentencia es muchísimo menos dura de lo que podía haber sido. Al menos eso opina parte de los entendidos en jurisprudencia. Porque acusan al tribunal presidido por el juez Marchena de haber fundamentado muy mal los delitos castigados en la sentencia. Dijo Marchena que la sentencia iba a gustar a todo el mundo. Error. No ha gustado a nadie. A los anteriores por no fundamentar los delitos y a los contrarios porque al no haber rebelión las penas debían haber sido menores. Dos tendencias y todos descontentos. Lo mismo por ello ha sido justa. Por no gustar a nadie.
Pero queda el otro apartado que enciende muchas mentes jurídicas. No estimar la petición de la Fiscalía para que los condenados cumplieran, al menos, la mitad de su pena antes de beneficiarse del tercer grado. Sucede que Cataluña, y su Govern, tienen las competencias penitenciarias. Vamos, que pueden ir a comer el turrón a casa estas Navidades. O casi. Se libran de pedir indultos o de inventarse amnistías anticonstitucionales, por un lado o por el otro. Comer el turrón en casa. Ay, en Navidades ya habrán pasado las elecciones. Ya no importa los acontecimientos con los presos, si están en la celda o están en su casa. Que estén donde quieran, en la playa o esquiando. Fin de capítulo.
Lo que no quita nadie es la inhabilitación para cargo público. Pero nadie tampoco les va a quitar hacer campaña en las próximas elecciones catalanas. Un preso haciendo campaña a favor de ERC o de PDeCAT. ¡Toma campaña! El resto de catalanes que defienden la Constitución volverán al antiguo estado vegetativo que ya Pujol les marcó. Silencio y resignación. Y ver cómo los independentistas se siguen repartiendo el pastel. Mucho follón para seguir lo mismo. Una etapa inútil. Bueno, puede gobernar ERC, años hace que lo pide, y tener al PSC de segundo. Es decir, a Iceta de vicepresidente. Es, según parece, lo que quiere Sánchez que ahora se envuelve en cintas rojigualdas con el letrero de “Ahora España”. Lo que hay que ver.
Pero, ¡cuidado! Las urnas las carga el diablo y puede que no las llene de papeletas con las letras de PSOE. La ilusión creciente del verano se ha desvanecido. Dicen que subirá algo, pero poco. ¿Y si baja, aunque sólo sea un diputado? ¿Dimitirá usted, señor Sánchez? No lo verán mis ojos, seguro. Esto sería sólo un tropezón comparado con la defenestración que sufrió en su partido. Ni lo considera. El mismo 28 de abril decidió que había que ir a otras elecciones. Y fue él. No Redondo, quien carga con decisiones del propio Sánchez. Eso comenta alguien muy cercano a Sánchez y suele acertar en todo. Esta locura de otras elecciones ha sido capricho de Sánchez. Que los españoles que no votaron bien le voten ahora. Y que el Parlamento que lo ha rechazado cuatro veces, ¡cuatro!, lo invista con todos los honores. Pero Sánchez no recuerda que ninguna de las elecciones convocadas desde el Gobierno para crecer han salido bien. Ni a Felipe en el 89, ni a Aznar en el 2004. Cuidado Sánchez que el diablo puede llenar las urnas con papeletas con letras distintas y sumando, sumando… sumen 176. Sin Gobierno, señor Sánchez. ¿Y ahora? ¿Dimisión? Algunos del PSOE, que quieren que te vayas, temen que no te irás, que te amarrarás al cargo de secretario general. Están pesimistas.
La sentencia, las trincheras por Cataluña, los huesos de Franco, la falta de Gobierno y la crisis económica de la que casi nadie habla, no interesa, son temas demasiado importantes a tres semanas de las elecciones. No hay tiempo para reconducir a tanto personal desencantado. Además tienes demasiadas traiciones en tu mochila que no te perdonan. Si no creces pedirán tu cabeza para gobernar con el PSOE. Y has engañado a demasiados compañeros y contrarios. Se está cayendo la venda. Si no vuelve la paz a Cataluña te puedes dar por fumigado. Provocar elecciones nunca ha salido bien. Y apoyarse en sentencias ha salido peor. El día once lo comprobamos.