La belleza minimalista de La Toja ha cobijado este fin de semana una sesión plenaria de poderes fácticos. Abrió fuego un debate sutil y masajeado entre Mariano Rajoy y Felipe González, con balas en la recámara y escopetas de feria. Fue en el recién estrenado Foro La Toja-Vínculo Atlántico, presidido por el exministro Josep Piqué, muy respaldado por la Galicia nítida de Núñez Feijóo, que hoy va dos pasos por delante, francamente. La Toja es ya una cita que, por la profusión de mensajes subliminales, ha relevado al extinto Consejo para la Competitividad (de Alierta y Botín); y en poco tiempo, puede acabar desbancando a las tardes del Círculo de Empresarios de Madrid (John de Zulueta) o la pasividad de la CEOE de Antonio Garmendia.

Diálogo y plácidas cargas de profundidad, bajo el cielo oceánico. Todo, quedó en el Gran Hotel la Toja, un establecimiento unido a El Grove por un característico puente decimonónico, y relanzado por la cadena Hotusa, hasta el ideal estético de Cornualles, cuna de green's y acantilados. En la primera ronda del nuevo foro,  ha destacado la brujería socio-política de los organizadores, encabezados por Amancio López Seijas, antiguo compañero de pupitre de Rajoy en un colegio de León, actual patrón de la cadena Hotusa e impulsor de un pacto transversal entre PP y PSOE. Seijas ha sido el hacedor de un fin de semana de viento y marisqueiros, en compañía de primeros espadas de la gestión. A saber: Pablo Isla, presidente de Inditex, Alejandro Alvargonzález, exsecretario general adjunto de la OTAN, José María de Areilza, ( Aspen), Juan Pablo García Berdoy, embajador de España en la UE, Cristina Gallach, alta comisionada para la Agenda 2030 o David Gardner (Financial Times), entre otros.

Amancio los mueve a todos y lo hace desde el puente de mando de la meritocracia: "Nací en una casa rural cerca de Chantada (Lugo) y guardo una especial admiración y respeto por mis padres, que ofrecieron un futuro a sus hijos, consiguiéndoles becas"; así lo clavó, hace tiempo, en un almuerzo muy recordado de PricewaterhouseCoopers, en Barcelona. A los 22 años, Amancio acudió a una entrevista de trabajo para ser recepcionista de un hotel. Fue su   primer cabo suelto, que ha culminado  en la supercadena Hotusa: 2.600 alojamientos asociados, 141 propios y el oro en el ranking mundial de consorcios hoteleros.

 

Retrato de Amancio López Seijas / PEPE FARRUQO

Retrato de Amancio López Seijas / PEPE FARRUQO

 

Aunque ellos no lo digan, los empresarios tienen claro que su materia (riqueza, inversión y empleo) debe prevalecer sobre la Razón de Estado. En plena era de la muerte de los partidos políticos, han entrado en juego los peligrosos contenedores: el extraño centro-derecha español, de PP, C’s y Vox, y la colusión asegurada del izquierda entre el PSOE, Unidas Podemos y Mas País. Pero los bloques inmovilizan. La ideología ha dejado de ser una  concepción del mundo (la weltanschauung hegeliana)  para convertirse en “una anticipación que espera del juicio del tiempo” (Raimond Aron). Seijas y el resto promueven una Gran Coalición, que desatasque. Y para acabar con el relativismo ambiental, Pedro Sánchez, en el cierre de La Toja, despertó el socorrido el modelo alemán de la Economía Social de Mercado. Pero en la platea, los apasionados del margen y el bonus practicaron la escucha displicente.

La tribu de la Economía sabe que, al mezclar a empresarios y Enercas, abre la puerta al bipartidismo. La cruel desaceleración exige valores consolidados. Aunque hablaban con el susurro de los entendidos, los ponentes de La Toja mostraron, contra viento y marea, sus camisas de cuello doblado, un detalle que magnificó a la escritora Agatha Christie y a su detective, Hercules Poirot. Los buenos hablan poco y dicen mucho. Así lo mostró Antón Costas, catedrático de Economía de la UB, ex presidente del Cercle; y también lo aplicó el low profile elegante de Jordi Alberich, ex director general de aquel influyente foro barcelonés, una institución hoy temerosa que no se mancha de españolismo por temor a los indómitos nacionalistas. El now how catalán ha desembarcado en la isla de Pontevedra, menos proclive que Cataluña a las derrotas internas y vergüenzas ajenas. Parece que la meteorología política nos aleja de Sitges para acercarnos a Sanxenxo, el pueblo de veraneo del runner, Mariano Rajoy.

Todos comparten hoy la mirada atlántica de La Toja. Los españoles por afición a la vela y los catalanes por el  toque austracista del catalanismo indoloro. En los cayos percebeiros, les protege la sombra del gran Álvaro Cunqueiro, “rico en pan, agua y latín”, aquel cómplice de la Santa Compaña fabulador inigualable, director del Faro de Vigo y aficionado a las empanadas de lamprea. El mago que un día, --así lo contó Manuel Vicent-- después de dejar a su colega Fraga Iribarne en el Ministerio de Información y Turismo, se acurrucó circunspecto en el asiento trasero de un coche oficial, se caló la boina hasta las orejas y, ante la pregunta del chofer, ¿A dónde le llevo don Álvaro?, respondió “a Mondoñedo”.