A Germà Gordó, exsecretario del Govern y exconsejero de Justicia, le han pillado con las manos en la masa de sus innumerables chalaneos. Según unas grabaciones que obran en poder de la Audiencia Nacional, dio instrucciones a un empresario para que se beneficiase de la manipulación de los concursos públicos en Cataluña.

Convergència le debía dinero a dinero al industrial por unos trabajos realizados por cuenta del partido. Gordó le reseñó los pasos que había de dar para cobrarlos: “Cada vez que te presentes a alguna cosa, me vienes a ver y yo hablaré con el secretario general correspondiente, con el departamento correspondiente. Te intentaremos ayudar, no solo desde la Generalitat, también desde el Ayuntamiento y la Diputación”. Así de claro, con una desfachatez irreprimible.

La frase pronunciada por Gordó es demoledora. Muestra con nitidez cristalina la desvergüenza con que el gobierno de Artur Mas malversaba el dinero de los contribuyentes catalanes. A la vez, pone negro sobre blanco cómo los concursos públicos devinieron un instrumento predilecto de los cachorros del pujolismo para enmascarar la práctica de estafas y apropiaciones sin cuento ni medida.

Cuando estalló el caso del 3%, Artur Mas lo negó todo de plano, sin arquear una ceja ni mover un músculo de su pétreo rostro. No solo rechazó la existencia de atisbo alguno de corrupción, sino que proclamó la imposibilidad de mangonear los concursos de la Generalitat. ¿Por qué motivo? Pues porque el sistema que había implantado el señor Mas era poco menos que invulnerable.

Las grabaciones de Gordó evidencian exactamente lo contrario. O sea, que las conchabanzas en los concursos eran el pan nuestro de cada día. Y que quienes perpetraban las chapucerías eran precisamente el mismísimo Mas y sus adláteres.

El explosivo documento sonoro antes referido forma parte del sumario del 3% que se ventila en la Audiencia Nacional. Deja a Gordó a los pies de los caballos. Es muy probable que el juez lo llame a declarar una vez analizado el contenido del disco.

En la conversación que Gordó mantiene con su interlocutor --grabada por este último-- se citan los nombres de David Madí, exsecretario de Comunicación del Govern, y Josep Lluís Quer, expresidente de Infraestructures, la empresa de obras públicas de la Generalitat. A uno y otro se les achaca una reiterada participación en los contubernios.

Lo mismo ocurre con el inefable Andreu Viloca, extesorero de Convergència. Este último era el recaudador de mordidas del partido. En Cataluña era obligado visitar su despacho si se pretendía obtener algún contrato con la administración. Está imputado. Es un viejo conocido de la policía, que le detuvo en varias ocasiones por chanchullos de comisiones y trasiegos de maletines.

El escándalo del 3% se está tramitando al paso de tortuga habitual en la justicia española para ciertos asuntos. Ya se verá en qué queda. Pero hasta el momento ha permitido destapar el latrocinio sistemático que los catalanes sufrieron a manos de Convergència y sus herederos. Los códigos de conducta de esta organización política presentan notables similitudes con los de la mafia siciliana.

Así lo atestigua el robo continuado a los ciudadanos, el saqueo de las obras públicas, el pasteleo descarado en los concursos, las subastas. Todo ello ha generado tela más que suficiente para nutrir unos cuantos seriales de cine negro.