Hasta hace poco tiempo yo no sabía quién era la señorita Aurora Mora, pero a través de unos tuits que publicó recientemente llegué a saber de su existencia. Resulta que es una dirigente de Izquierda Unida-Podemos de la Comunidad Valenciana, concretamente la directora de comunicación del partido. También ostenta un cargo institucional menor en virtud del acuerdo de gobierno del PSOE-PSPV, Compromís y Podem.

Pues bien, la señorita Aurora fue recientemente a comer a un restaurante en Valencia y la camarera que le sirvió era una trabajadora argentina que no entendía bien el catalán/valenciano. Mora se encendió y escribió los dos iracundos tuits que la han hecho tristemente célebre. Son estos:

El deleznable comportamiento de Aurora Mora se inserta en la ristra de episodios similares que hemos padecido este verano en Cataluña. El patrón es este: la señorita o el señorito, catalanohablantes, se indignan cuando un trabajador (en un trabajo mal pagado y con horarios infernales) no les entiende bien en catalán/valenciano y les responde en español (lengua oficial en Cataluña y en la Comunidad Valenciana, ampliamente usada en ambas, hay que recordarlo de vez en cuando). Y a partir de aquí surgen los tuits de denuncia frente al supuesto agravio sufrido. Sin ninguna conciencia de que es de una enorme bajeza moral denunciar públicamente a un trabajador, tuitean alegremente para agradar a los suyos.

En las redes sociales se originó una viva discusión a partir de estos lamentables episodios. Y es que todos ellos han arrojado luz sobre un tema muy relevante: el catalán (y en menor medida el valenciano) como un indicador de clase social, un marcador de estatus privilegiado. El clasismo de los tuits citados es un dato en la misma línea que, por ejemplo, el dato de la persistente sobrerrepresentación de apellidos de origen catalán en la lista de parlamentarios autonómicos en Cataluña. Nos revela la función del catalán como pasaporte a posiciones de poder y a actitudes de superioridad.

Veamos ahora un segundo ángulo desde el que examinar el acto de la dirigente valenciana de IU en concreto. Sus dos tuits de denuncia nos muestran, en un microcosmos, que el modelo de política lingüística de Cataluña se está reproduciendo hasta el mínimo detalle en la Comunidad Valenciana.

A partir de 2015, con la primera edición de los actuales tripartitos autonómicos, tanto en la Comunidad Valenciana como también en Baleares, el nacionalismo lingüístico catalanista, de manera amplia y concertada, puso en marcha su plan lingüístico, que es calcado al de la Generalitat de Cataluña: administración, educación, medios de comunicación, puestos de funcionarios, premios y subvenciones culturales, contratos públicos, señalización e informaciones públicas exclusivamente en catalán/valenciano. A ello se añade el relato, difundido constantemente desde diversas fuentes: el discurso favorable a la lengua propia en detrimento del bilingüismo; el orquestado desprestigio del español, que ya se está extendiendo en ambas comunidades; las grandes cantidades de dinero público para proyectos de promoción del catalán/valenciano exclusivamente para iniciativas de corte nacionalista. Es decir, están recorriendo el mismo camino por el que pasamos nosotros aquí hace unos años.  

Además, los tuits de Mora nos muestran que la reproducción exacta de las políticas lingüísticas catalanas en la Comunidad Valenciana no se agota en ejecutar fielmente las grandes directrices lingüísticas que he mencionado en el párrafo anterior.  Lo que también se repite a rajatabla en esta comunidad bilingüe son los episodios de intolerancia y escarnio públicos con aquel que habla la lengua enemiga. Vemos que es el pack entero el que ha sido importado. Lo mismo sucede en Baleares.

Finalmente, hay que destacar también el hecho de que Mora sea una política de izquierdas, del conglomerado Podemos. Ello nos conduce a un tercer ángulo desde el que examinar la cuestión: la izquierda en las comunidades bilingües y su terco abrazo al identitarismo. Los principios universales que siempre ha enarbolado la izquierda, como la igualdad, la solidaridad y los derechos ciudadanos, todos ellos tirados por la borda al grito de Todo por la Lengua-Única. Una vez más y, aunque resulte repetitivo, hay que insistir en lo lamentable que es esta falta de discurso lingüístico propio por parte de la izquierda en amplias partes de España.

En conclusión, debemos reconocer que la señorita Aurora nos ha regalado tres valiosas enseñanzas: 1) Una de las funciones del catalán/valenciano es claramente el de ser un indicador de clase y estatus, con las ventajas que ello conlleva; 2) la política lingüística catalana se está reproduciendo fielmente en la Comunidad Valenciana, además de en Baleares, incluyendo las humillaciones públicas a personas hispanohablantes; 3) la izquierda se reafirma en su triste y ofuscado papel frente al bilingüismo de las comunidades bilingües, que no puede defender porque no lo entiende ni parece querer entenderlo.