A un elevado porcentaje de nacionalistas catalanes les cuesta mucho asumir la compleja pluralidad de la sociedad en la que viven. Se resisten a ello. De hecho se niegan a reconocer la realidad. Por ello se inventan una supuesta e irreal sociedad monocolor y uniforme, sin que en ella quepa ninguna diversidad interna. En su permanente ensoñación entre ensimismada y narcisista, ciegos y sordos, se recrean en una imagen virtual que no tiene nada que ver con la realidad actual de Cataluña. Ni tan siquiera con la realidad de la historia de esta sociedad desde hace muchos siglos.
Como tierra de frontera, abierta al mar y abierta a Europa, Cataluña ha sido, es y será siempre un país de paso, de encuentro de gente muy diversa. Ahora lo es mucho más que siempre, a causa sin duda de la creciente y ya imparable globalización del mundo mundial. Pero lo ha sido siempre. Con migraciones de todo tipo, internas y externas: de gran número de comarcas catalanas hacia la gran conurbación de Barcelona y su región metropolitana, de muchas regiones españolas y también de otros países, europeos, africanos y asiáticos. La suma de todas estas migraciones, tanto las internas como las externas, así como la profunda transformación que el proceso de globalización comporta en todo el mundo, configura la realidad de la Cataluña actual.
No hay peor ciego que el que no quiere ver, como no hay peor sordo que el que no quiere oír. Como escribió aquel hombre lúcido que fue Cesare Pavese, “libre es aquel que se insiere en la realidad y la transforma, no aquel que se mueve entre las nubes”. Son demasiados los nacionalistas catalanes, y de forma muy especial aquellos que se encuentran entre los sectores más radicales e hiperventilados del secesionismo, que viven instalados en una suerte de extraña nebulosa que les aleja de la realidad en la que viven. De ahí, por ejemplo, su absoluta incomprensión para comprender todo cuanto encierra un fenómeno musical mundial como el protagonizado por Rosalía.
Rosalía Vila Tobella, nacida en el municipio catalán de Sant Esteve de Sesrovires el 25 de septiembre de 1993, hija de padres catalanes y formada en la Escola Superior de Música de Catalunya, figura ya, con el nombre artístico de Rosalía, entre las grandes figuras del panorama musical mundial. Lo es no solo por el gran número de galardones y reconocimientos recibidos en todo el mundo, sino sobre todo por sus multitudinarios éxitos. Rosalía ha sido la primera cantante española en recibir unos premios Grammy Latinos. Pero desde el nacionalismo catalán más cerril y sectario se ha llegado a criticar a TV3, la cadena televisiva autonómica, por dar esta noticia tal cual es: porque Rosalía, según esta gente, no es española… Es la misma razón por la que al Gobierno de la Generalitat le ha costado tanto felicitar a la ciudadana catalana Rosalía Vila Tobella por los galardones internacionales recientemente recibidos. Pura y simplemente, porque las canciones de Rosalía son una extraña, sorprendente y explosiva mezcla o mixtura de flamenco y pop latino, reggaeton alternativo y rythm & blues: demasiado mestizaje, claro está.
Rosalía canta mayoritariamente en castellano. Pero también lo hace en catalán, aunque cuando lo hace se le afea algún barbarismo considerado inadmisible. Rosalía es bilingüe, como lo es la inmensa mayoría de la sociedad catalana actual. Como viene siéndolo la sociedad catalana desde hace siglos. Esta es una riqueza cultural a la que Cataluña no puede ni debe renunciar jamás. La cultura catalana se expresa de muchas maneras, y cuando emplea lenguas como vehículo de expresión lo hace en catalán y en castellano, o en catalán o en castellano. Y cada vez lo hará también en más idiomas, porque cada vez son más los idiomas que se utilizan en Cataluña.
Convendría recordar a los guardianes de tanta ortodoxia cultural y lingüística cómo, en un ya lejano 1962, en las primeras actuaciones de Raimon en la ciudad de Barcelona, algunos de los asistentes a aquellos recitales del cantautor de Xàtiva le recriminaron que cantara “en valenciano”... Pasados tantos años, la obra entera de Raimon constituye una parte decisiva de la lengua, la literatura y la cultura catalanas, como le fue por fin reconocido al ser galardonado con el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes.