Syriza, una suerte de Podemos a la griega, ha perdido las elecciones a favor de Nueva Democracia, partido de centro derecha liderado por Kyriakos Mitsotakis, hijo de un primer ministro, alumno aventajado de Harvard y Stanford, exconsultor de Mckinsey y exempleado del primer banco griego. En 2013 fue ministro. No es que Tsipras sea un iletrado, pero no forma parte de las élites griegas como sí lo han sido casi todos los primeros ministros helenos hasta su llegada, tanto en la derecha como en el casi difunto Pasok (Yorgos Papandreu es hijo y nieto de presidente del gobierno y se formó, entre otros lugares, en la London School of Economics y Harvard). Con Mitsotakis se retoma la vieja tradición helena del gobierno aristocrático (aristoi –los mejores).

En realidad, la cuna de la democracia nunca ha sido especialmente abierta a la hora de elegir a sus líderes. En la antigua Grecia no todo el mundo tenía derecho a voto, ni mucho menos, solo unos pocos ciudadanos, por linaje o posición económica, lo mismo que en la Roma republicana. No ocurre así ahora, lógicamente, pero Grecia es tradicionalmente clasista cuando elige a sus líderes, como lo es Francia. En Estados Unidos no es cuestión de clase o formación, “solo” es cuestión de dinero. Para llegar a presidente hay que contar con un importante patrimonio.

Syriza llegó a Grecia como un soplo de aire fresco en lo peor de la crisis de inicio de esta década que ya languidece. Amagó con impagar sus deudas y salirse del euro. Al final nadie creyó su farol y fue intervenida con dureza, recortando muchos de los derechos sociales de sus ciudadanos, entre ellos las pensiones que no es que perdiesen poder adquisitivo, es que simplemente se recortaron. Es cierto que la deuda helena casi se lleva por delante a media Europa, pero al final todo se calmó y las aguas volvieron a su cauce. Hasta quienes creyeron conquistar el cielo tuvieron que hacerse pragmáticos, decepcionando a sus votantes porque fueron incapaces de cumplir lo prometido. Poco a poco el país se ha ido normalizando y su prima de riesgo ya no está por las nubes, “solo” es algo superior a los 200 puntos básicos, más o menos como Italia. España está en torno a los 60-70, seguida por la rescatada, y bien gestionada, Portugal.

Cuando un país está en crisis necesita gestores que lo saquen del atolladero. Sin duda el gobierno portugués es el que mejor lo ha hecho de los tristemente famosos PIGS porque de estar fatal, casi tan mal como Grecia, ahora goza de una boyante economía y poco a poco va recuperando el terreno perdido. En Grecia el pueblo ha dado la espalda a los populistas, tanto de izquierda como de derecha, porque los problemas complejos no se resuelven a golpe de discurso o tuit. Ya lo dijo Maslow, primero es lo de comer, luego viene lo demás. Y en Grecia los populistas no han sido capaces de revertir una envenenada situación económica, solo han podido aplicar las duras recetas del FMI siendo los autores materiales de los necesarios recortes.

Más o menos es lo que ha ocurrido en la mayoría de los ayuntamientos del cambio, solo se ha salvado el carismático alcalde de Cádiz, quien ha entendido muy bien las prioridades de sus ciudadanos, y nuestra equilibrista alcaldesa, que ha renovado más por la teoría del mal menor que por sus méritos, apoyada, eso sí por el pragmatismo de un político de un nivel muy superior a la media de los que tenemos para andar por casa. Tras el voto del cabreo se buscan soluciones y quienes mucho prometen no suelen ser capaces de aportarlas. Ni Tsipras ni su examigo Varoufakis han podido doblegar a la ya casi olvidada troika y sus hombres de negro. Y el pragmatismo que acompaña a quien gobierna ha hecho que Tsipras, responsable de ajustes y recortes, perdiese primero aliados y luego, votos.

Vivimos en un mundo interconectado y todos queremos vivir bien. Las revoluciones burguesas no suelen acabar en nada y en Europa no hay, todavía, un proletariado comparable al de la revolución industrial. En la crisis de 2010, las circunstancias que llevaron a la calle a mucha gente no se dan hoy, cada vez más gente tiene, afortunadamente, algo que perder. Cuando la economía va mal se calientan los ánimos, pero cuando va razonablemente bien todos a la playa, a comer paella y a tomar el sol. Con llegar trampeando a fin de mes somos felices, solo hay que mirar el crecimiento del crédito al consumo. Ocurre en Grecia, y también en Cataluña, donde 155 monedas de plata han sido la llave de la Diputación de Barcelona, un lugar donde dicen se está muy calentito y razonablemente bien retribuido. Entre estar en la cárcel o tener un cargo, algunos hasta con chofer, hay un abismo. Es lo que les espera a los héroes del 1-O, lazos y reconocimiento emocional, pero un cargo es un cargo. La Diputación de Barcelona la gobierna la sociovergencia, como los ayuntamientos de Barcelona o Sant Cugat un tripartito imperfecto, o en Badalona todos contra el PP. La vuelta a la realidad y el pragmatismo es consustancial con el ser humano. Cuanto antes lo interioricemos menor será la frustración y más y mejor podremos avanzar.