Estados Unidos cuenta con menos regulación que Europa y, en general, de un aparato del Estado más ligero, pero sus mecanismos de protección funcionan a la perfección y con una celeridad impensable en España. Los múltiples incidentes, cuando no escándalos contables, que sufrimos de vez en cuando en alguna de nuestras empresas cotizadas no caben en la cabeza de los americanos porque la SEC, el supervisor de su mercado de valores, actúa con celeridad y contundencia, al igual que hacen las comisiones del Congreso. Allí no se blanden sandalias ni se insulta a los comparecientes, sino que se juzgan comportamientos ilícitos o que pueden poner en riesgo la seguridad de los americanos, se toman decisiones y se derivan a los juzgados aquello que presenta indicios de ser delito. Y la justicia se mueve con rapidez. Sirva como ejemplo que Madoff, autor de una de las mayores estafas piramidales de la historia, fue detenido en diciembre de 2008 y condenado a 150 años de cárcel en junio de 2009, seis meses después.
La reacción tanto de la Reserva Federal como del Congreso americano ante el anuncio del lanzamiento de una criptomoneda por parte de Facebook ha sido clarísima: STOP. Facebook tiene que explicar para qué la quiere, por qué la ubica en Suiza y cómo garantizaría su seguridad una empresa que no es capaz de proteger los datos de sus clientes y a la que sus servidores le fallan cada vez más. De la corta pero clarísima comunicación del Congreso destaca que “la intención, los roles, el uso potencial y la seguridad de Libra implican riesgos y la falta de protecciones regulatorias (…) podría representar riesgos sistémicos que ponen en peligro la estabilidad de la economía financiera de EEUU y del mundo". Se puede decir más alto, pero no más claro. Y al Congreso americano no le hace falta chillar.
Las monedas actuales son fiduciarias, es decir, creemos que un papel de colores vale 5, 50 o 500 EUR porque así lo asumimos. El dinero es una convención regulada y protegida por los Estados. Que un particular, por muy Facebook que sea, se ponga a emitir moneda no tiene ninguna garantía. La probabilidad de montar una estafa piramidal es elevada, y dado que Facebook y su constelación cuentan como clientes con más de la cuarta parte de la población mundial, el daño de un hipotético fraude tendría escala planetaria, poniendo en riesgo hasta la seguridad mundial. Los bancos centrales y los reguladores no pueden mirar para otro lado. Ninguno.
El sistema financiero está muy regulado porque en temas de dinero no se puede jugar. El rescate de varias cajas de ahorro de hace unos años evidencian que los ciudadanos no estamos preparados para perder nuestros ahorros por la mala gestión de quienes los custodian. Y eso ocurre tanto en el mundo real como en el virtual.
Estamos muy acostumbrados a que la mayoría de los gigantes de internet se salten las normas como si nada. Casi todos practican la elusión fiscal y ambicionan ser actores únicos de su sector, ignorando la reglamentación que se aplica a sus competidores offline. Juegan con una desmedida ventaja que hay que replantearse. No se trata de poner puertas al campo sino de proteger los valores básicos de nuestra sociedad. Ninguna empresa. por grande y digital que sea, está por encima de la ley.
Facebook es, además, el primero de la clase en meterse en líos. Ha recibido múltiples sanciones y multas por fuga de datos, por uso inadecuado de los mismos y por difundir mensajes falsos o inapropiados en Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Unión Europea… y más que irá recibiendo, porque lo que empezó como una inocente página de amigos y estudiantes de una universidad americana se ha convertido en el ágora mundial donde todo el mundo comparte su vida sin ningún recelo ni cuidado. Y como enganchar a la gente por Facebook parecía poco, ha ido adquiriendo Messenger, Instagram, Whatsapp y decenas de empresas que logran sacar más y más información de sus 2.200 millones de usuarios para su beneficio. Porque cuando te dan algo gratis es que la mercancía eres tú.
Estados Unidos dio un golpe en la mesa frente a las prácticas monopolistas cuando en 1984 forzó la ruptura de la entonces todopoderosa compañía telefónica AT&T en siete compañías regionales, como condición para permitirle la entrada en otros sectores. Logró mantener las llamadas a larga distancia, pero perdió las redes locales en un proceso que duró años y que tuvo todas las garantías procesales. Probablemente, ha llegado el momento de revisar las conductas del conglomerado Facebook, y solo Estados Unidos se atrevería a hacerlo. Puede que el frenazo del lanzamiento de su criptomoneda sea el principio del fin de Facebook tal y como lo conocemos hoy.