Los partidos independentistas con representación en el Congreso han aumentado sus escaños de 17 a 22 y sus votos en casi 400.000 (397.271), con un incremento de la participación de 12 puntos. En la cuenta más fiable porque es la que compara elecciones generales del 2016 con elecciones generales del 2019, el independentismo ha crecido, aunque bien puede ocurrir que no tenga la más mínima influencia en la gobernabilidad o muy escasa.
Todo dependerá de la actitud del PSOE y de su capacidad de tejer alianzas que no precisen el concurso independentista y también de la posición de ERC, que se ha convertido de largo en el primer partido soberanista catalán en el Congreso. ERC ha pasado de 632.234 votos (18,17% en Cataluña) del 2016 a 1.015.355 (24,59%) en el 2019, con un crecimiento de casi 400.000 papeletas, mientras que Junts per Catalunya (JxCat) ha ganado apenas 15.000 votos (de 483.488 –13,92%-- en el 2016 a 497.638 –12,05%-- en el 2019), que en realidad representan un retroceso en porcentaje dado el incremento de la participación.
A la vista del resultado y de las estrategias políticas, si el Gobierno de Pedro Sánchez necesita los votos independentistas lo lógico es que recurra a ERC porque le daría una mayor estabilidad y porque JxCat sigue en la deriva de enfrentamiento abierto con el Estado. El puigdemontismo está de baja, aunque decisiones como la de la Junta Electoral Central (JEC) de impedir la presentación de Carles Puigdemont, Toni Comín y Clara Ponsatí a las elecciones europeas, muy discutida tanto dentro como fuera del organismo, parece que se esfuercen en reanimarlo. De todas formas, la fiscalía rechaza la prohibición y apoya que Puigdemont y los exconsellers puedan presentarse.
Al margen de cómo acabe la decisión de la JEC, JxCat no abandona la política de los gestos, alguno de ellos ridículo, y de la confrontación, es decir, no necesita prohibiciones absurdas para seguir en sus trece. El president Quim Torra, mientras va y viene de Waterloo, se niega a retirar la Creu de Sant Jordi a la xenófoba expresidenta del Parlament Núria de Gispert, que no ha cesado ni siquiera tras anunciarse el galardón de insultar a dirigentes de Ciutadans y el PP con el colofón de compararlos a los cerdos que exporta Cataluña. La oposición ha pedido la retirada de la condecoración tras el último tuit ofensivo, pero la concesión a la expresidenta del Parlament, reprobada por la Cámara, ya era una provocación, aunque estuviera disimulada con los galardones a otros expresidentes como Joan Rigol y Ernest Benach.
Este enmascaramiento es tan sospechoso como la concesión del galardón a La Trinca, un grupo que no canta desde hace décadas. Más parece que en realidad la Creu se le otorga al hooligan independentista tuitero Josep Maria Mainat, pero, para no desatar otro escándalo, se concede también a sus dos excompañeros en el grupo musical. Todo muy estilo Torra.
El último ejemplo de la política de confrontación de Puigdemont es la iniciativa del llamado Consell per la República, junto a la ANC, de recoger firmas para que la Unión Europea (UE) retire el derecho de voto a España en el Consejo Europeo por la presunta violación de derechos fundamentales (deficiente reconocimiento y escaso respeto de las minorías, politización de las altas instancias jurisdiccionales, escaso o nulo respeto de los principios que rigen la UE, utilización espuria de la euroorden, entre otros, según la denuncia, de nada menos 177 páginas). La UE debe admitir a trámite la petición y si eso ocurre los promotores tienen que recoger al menos un millón de firmas en siete países distintos. No hay que ser un redomado unionista para pronosticar que la iniciativa es ridícula y está destinada al fracaso. Tan ridícula como la tomada por Puigdemont de emitir sellos de la República catalana (cualquiera puede personalizar sellos en Bélgica previo pago), que el conseller Jordi Puigneró se ha apresurado en Twitter a agradecer al expresident. “Tu infatigable tenacidad es la que nos hará libres”, escribe. Los sellos son tan virtuales como la República.
Mientras todo esto sucede, ERC calla y no participa en semejantes mascaradas. Pero tampoco toma la iniciativa de desmarcarse de sus aliados. Recordemos que Esquerra es responsable de que no se aprobaran los Presupuestos y se convocaran elecciones, ya que fue la primera formación independentista que anunció la presentación de una enmienda a la totalidad. O que el presidente del Parlament, Roger Torrent, exige a Pedro Sánchez que vaya a la cárcel de Soto del Real a negociar con Oriol Junqueras. Distensión, de momento, no parece que haya. Todo el mundo valora el supuesto nuevo pragmatismo de ERC, pero el gesto definitivo que lo consagre no acaba de llegar. Y no parece que vaya a hacerlo antes de la resolución del juicio en el Tribunal Supremo, por lo que, mientras tanto, habrá que estar esperando a Esquerra.