Revive el caso Gowex, tras cinco años de silencio. La Fiscalía Anticorrupción ha presentado un escrito en el que solicita hasta 18 años de cárcel para Jenaro García Martín, fundador de la empresa. Le achaca la presunta comisión de delitos de falsedad en documento mercantil, fraude de inversores, apropiación indebida, fraude a los presupuestos de la Unión Europea y uso de información relevante.
El ministerio público pide la misma pena para su esposa, María Florencia Maté Garabito, así como 17 años para Francisco Manuel Martínez Marugán, que fue secretario del consejo de administración. Además, les reclama indemnizaciones por un importe superior a los 20 millones de euros.
La Justicia española suele ser lenta como una tortuga. Así lo evidencia este percance, que estalló en 2014. A la sazón, se averiguó que Gowex, proveedora de internet en 65 ciudades, había falseado sus cuentas mediante el pedestre sistema de hinchar el volumen de su facturación como un globo. Para ello se sirvió de empresas tapadera con las que simulaba un flujo irreal de transacciones.
El ficticio aumento de la cifra de negocio allanó el camino a Gowex para salir al Mercado Alternativo Bursátil (MAB) en 2010. Tras el estreno en el parqué, su cotización se quintuplicó en poco tiempo, hasta alcanzar una capitalización de 2.000 millones de euros. Incluso llegó a repartir dividendos ese año y los dos siguientes.
El hundimiento de Gowex dejó una estela de varios millares de damnificados. En su inmensa mayoría, se trataba de modestos ahorradores que compraron las acciones en bolsa sin saber que les estaban dando gato por liebre.
En este episodio, los órganos de supervisión y control volvieron a fallar con estrépito. Una compañía de tres al cuarto como era Gowex se toreó a la vez a la Comisión Nacional del Mercado de Valores, al MAB, a la Agencia Tributaria y a una caterva de probos auditores, asesores, colocadores, analistas y periodistas.
Nadie atisbó que Gowex era un burdo timo y que más del 90% de las ventas declaradas sólo existía en las mentes calenturientas de Jenaro García y sus acólitos.
Algunos estamentos relacionados con esta empresa, en particular los auditores y los asesores, se embolsaron opíparos emolumentos. Los sabios analistas, de proverbial clarividencia, recomendaron con fervor a sus clientes que compraran acciones de la compañía. Mantuvieron impertérritos sus consejos después incluso de que la sociedad se precipitara por el despeñadero.
El escándalo salpicó de lleno a altas instituciones. Así, Ana Botella, alcaldesa de Madrid, dio en ensalzar a Gowex como “referencia empresarial”. El entonces presidente del Gobierno Mariano Rajoy le hizo entrega del galardón Start-ex. El ministerio de Industria, encarnado en Juan Manuel Soria, le adjudicó subvenciones por valor de 1,4 millones.
Antes, Joan Clos, ministro de Industria a las órdenes de Rodríguez Zapatero, le había obsequiado en 2007 con un premio a la innovación, dotado con 200.000 euros.
Jenaro García, cual encantador de serpientes, embaucó a todo quisque. La jefa de la CNMV, Elvira Rodríguez, saltó rauda a sacudirse de encima cualquier responsabilidad, por si las moscas, y culpó del fiasco al socorrido maestro armero. A su entender, lo de Gowex fue una simple “desgracia”, como si sus trapacerías fraudulentas equivaliesen a una especie de fortuito tornado que irrumpió cuando nadie lo esperaba.
Los sucesivos Gobiernos sufrieron sus particulares embrollos financieros. A Felipe González le cayó en suerte el de Ibercorp, que desató el cese del gobernador del Banco de España, Mariano Rubio. A José María Aznar le tocó lidiar el de Gescartera, chiringuito montado por Antonio Camacho. Rajoy tuvo su ración con Gowex.
Los delitos económicos de bulto acaecidos en los últimos lustros se cuentan por docenas. Cada uno encerraba sus propias singularidades. Pero se dan dos notas comunes a todos ellos.
Una reside en que ni uno solo de los supervisores y auditores que revisaron los balances descubrió los chanchullos perpetrados. La otra consiste en que las beneméritas firmas de auditoría encartadas salieron de los lances sólo con leves daños. A algunas, las menos, se les impusieron sanciones pecuniarias y aquí paz y después gloria.
A Jenaro García, la posibilidad de pasar muchos años a la sombra parece que le resbala olímpicamente. Porque, igual que la cabra tira al monte, Jenaro parece que vuelve a las andadas.
La pasada semana, la CNMV proclamó una alerta al detectar que el caballero intenta otra vez captar ahorro privado. Por medio de una página web, ofrece participaciones de su nueva compañía Gow2x. A cambio de dinero contante y sonante, brinda a los inversores unos bonitos títulos virtuales o tokens, es decir, mero humo.
Según el supervisor de los mercados, Gow2x no cuenta con ningún tipo de autorización ni se ha inscrito en el registro oficial del organismo público. Después del devastador precedente de Gowex, semeja increíble que ningún incauto vuelva a caer en las garras de este depredador. Pero ya es sabido que la codicia rompe el saco.