Hace seis años inicié una aventura abandonando una cómoda vida en una gran empresa para ponerme por mi cuenta. Desde niño siempre he tenido ansia de conocimiento y cerca de los cincuenta mantengo esa sana costumbre. La causa fue adentrarme en los dos fenómenos que dominan nuestro tiempo y que yo no acababa de comprender bien: globalización y revolución tecnológica.
Ahora tengo el placer de poder anunciar que me han elegido para formar parte del Consejo Asesor del PNUD para América Latina. Luis Felipe López Calva, uno de los economistas que más y mejor han estudiado las causas de la pobreza y la desigualdad, es su responsable y el que me ha propuesto acompañarle en su apasionante reto de adaptar la institución a la nueva realidad de América Latina y del Mundo.
Nos conocimos en la segunda avenida de Nueva York coincidiendo en una asamblea de Naciones Unidas tomando una cerveza con Pedro Moreno de la Secretaría Iberoamericana, buen amigo común y desde el principio hubo química. El PNUD es una agencia de desarrollo que asesora a los gobiernos a diseñar políticas que permitan aumentar el bienestar de los ciudadanos. Tiene una enorme curva de experiencia y presencia local en los países y también se encarga de coordinar a todas las agencias de la ONU.
Tras la reforma que ha liderado Antonio Guterres, el actual secretario general de Naciones Unidas, el PNUD ya no se encargará de las tareas de coordinación y libera todos sus recursos al desarrollo.
El PNUD asume los retos de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que son los mismos que defiende desde hace décadas y a los que ha contribuido activamente con sus proyectos y sus análisis e investigaciones.
Pero los ODS necesitan contenidos y políticas concretas para conseguir cumplirlos. Y deben ser glocales. Lo que he aprendido desde que inicié esta aventura en 2013 es que muchos de los problemas y retos son globales. Pero las soluciones y las políticas en la mayoría de las ocasiones son locales. La experiencia y el conocimiento de campo del PNUD le da una gran ventaja competitiva para conseguirlo.
En Latam los tres caminos para llegar a los ODS son: productividad, inclusión y resiliencia. Y el lema de la institución me enamoró: que nadie se quedé atrás y llegar primero a los más rezagados.
Les regalé a los miembros del Consejo el libro clásico de Bernstein Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia, publicado en 1899 y que sigue siendo vigente a pesar del progreso humano conseguido en el siglo XX.
La productividad la medimos dividiendo el PIB por el número de trabajadores. Los economistas, desde Adam Smith, hemos llegado a la conclusión que es la variable determinante de la riqueza de las naciones. Pero Adam Smith escribió su libro en 1776 cuando empezaba la revolución industrial y no sabía muchas cosas que hoy sabemos.
La revolución creó dos nuevas clases sociales: burgueses o capitalistas y obreros. Además, coincidió con la Ilustración y la Revolución Francesa, que desarrolló la democracia. Los obreros se empoderaron y exigieron primero derechos políticos para conseguir derechos laborales con el objetivo de conseguir unas condiciones de trabajo dignas.
Desde entonces, la lucha de la pobreza y de la desigualdad ha sido constante y sigue siendo un ODS concreto. Especialmente en América Latina donde, a pesar de la intensa reducción de la pobreza severa de las últimas dos décadas, sigue siendo una de las áreas con mayor desigualdad del mundo.
Por eso, los objetivos de productividad e inclusión se deben estudiar como un todo, igual que a los fisiócratas, economistas y médicos del siglo XVII nos enseñaron que el todo en economía no es la suma de las partes, como sucede en medicina con el estudio del cuerpo humano.
La resiliencia en Latam también es determinante ya que los desastres naturales tienen una enorme capacidad destructiva de capital físico y graves consecuencias económicas, especialmente en el Caribe con los huracanes.
La globalización ha provocado un desplazamiento hacia el sur y hacia el este de la actividad económica mundial. Latam es el sur y a la costa del Pacífico se le abre un mundo de oportunidades y también de riesgos que hay que gestionar en la estrategia de desarrollo. Pero África está amaneciendo y la visión atlántica debe ser cuadrangular. En Latam cuando se hable de internacionalización hay que dejar de pensar exclusivamente en EEUU.
Una placa fotovoltaica hoy es diez veces más barata y produce el triple de electricidad que hace una década. Latam tiene muchas horas de sol y dispone por lo tanto de una energía abundante y barata. La fotovoltaica favorece el autoconsumo y permitirá que zonas remotas sin buenas redes de alta tensión puedan por primera vez en su historia disponer de energía en las mismas condiciones que las zonas más desarrolladas del área.
Sin duda, una gran oportunidad si se aprovecha. Pero para los países productores de petróleo es una amenaza y deben diseñar estrategias de desarrollo para adaptarse a ese nuevo mundo que ya está aquí.
El desarrollo de la nube permite acumular bases de datos gigantes que hace solo 20 años eran impensables. Y el avance de los procesadores permite ya analizar esos datos a 10 elevado a la potencia 18 veces por segundo. Estas dos grandes innovaciones han permitido el desarrollo de la inteligencia artificial y las máquinas van a sustituir procesos repetitivos que antes hacía el hombre.
Es una revolución con muchas similitudes como la del siglo XVIII con el descubrimiento de la máquina de vapor. Como entonces, el cambio tan intenso genera miedo e inestabilidad social que hay que gestionar. Los países que más se desarrollaron en la revolución industrial tuvieron un intenso desarrollo del movimiento obrero y sindical y diseñaron leyes laborales que permitían resolver el conflicto marxista entre el capital y el trabajo mediante la negociación colectiva.
En la era digital las condiciones de trabajo han cambiado y el mundo del trabajo se debe adaptar a la nueva realidad. Pero el objetivo sigue siendo el mismo que en el siglo XIX: conseguir buenas condiciones laborales y salarios dignos.
Y el crecimiento de la productividad será el que determine el éxito de los países en la educación, el capital humano y la innovación e incorporación de tecnología de sus empresas.
Los ODS exigen que ese desarrollo sea sostenible social y ambientalmente. Es un reto que América Latina debe asumir y los protagonistas de los ODS son las familias, las empresas y la sociedad civil que deben incorporar los 17 objetivos a sus decisiones.
Los gobiernos deben desarrollar regulaciones y orientar sus instituciones para acompañarles en sus decisiones. Los países que mejor coordinen y cooperen para conseguir los objetivos serán los que antes lleguen a la meta.
El resultado serán sociedades con más bienestar, menos desiguales y menos contaminantes. ¿Te unes al reto?