Se llama Inés Arrimadas. Quiere ir al Congreso de los Diputados. A hacer política superior, de Estado. Cataluña ya le queda pequeña. Ya consiguió lo que nadie había conseguido hasta el 21 de diciembre de 2017: ganar la elecciones autonómicas con un partido defensor de la Constitución española. Ahí le dio a los partidos indepes. En toda la cresta. Si hay un pero es que no se presentó a President de Cataluña y nos quedamos sin conocer su programa de gobierno para la Generalitat. Pero este apartado es discutible y fue muy discutido. Hay opiniones para todos los gustos y todas respetables. Ya no cuenta, porque no sucedió y el pasado no existe. Vayamos por el futuro.

El futuro es que irá al Congreso. Saldrá elegida diputada por Barcelona. Y su candidatura se lee como que Ciudadanos quiere transformar todos los votos que recibió en la elecciones autonómicas en diputados nacionales. Para alcanzar el mayor número posible y aspirar a presidir el Gobierno de Madrid. Sin perder ni un solo voto, pues todos serán muy necesarios, según predican las encuestas, que todos sabemos que se equivocan. Aspira al futuro. A ser una estrella del futuro político de España. El futuro que quiere conquistar se apoya en el pasado.

Porque si Inés Arrimadas no hubiese ido aquel día perdido del año 2010 al Teatro Romea donde se celebraba un acto político de Ciudadanos es posible que no se hubiese producido el cambio de ser una consultora anónima a una estrella de la política. Agradecimiento para la amiga que la llevó al acto. Esas combinaciones que produce la vida, estar en el sitio apropiado en el momento justo. Preparada, con voluntad de hierro, audaz y muy trabajadora. Trabajar y trabajar. Ahí está el éxito. Con permiso de Rivera Riverita, que algún palo meterá en su rueda. Al tiempo.

Su historia ya es conocida. Su brillante oratoria se va conociendo. Más se conocerá el día que suba al estrado del Congreso. Abrirá los telediarios. Se asombrarán hasta en mi pueblo, que sólo se ve La 1 de TVE. Oratoria y pasión. Seguro que lo va a conjugar bien. Como lo ha hecho en el Parlament de Cataluña al combinar valentía y pasión con limpieza oratoria sin insultos, cosa rara en la política actual española, donde han desaparecido los grandes oradores y han crecido los insultos tabernarios para suplir la escasez de argumentos elevados. Limpieza. Nada de insultos. Seguro que enriquecerá este circo del Congreso, que últimamente su discurso está por los suelos.

Pues empieza una nueva etapa, una nueva vida para Arrimadas. El Congreso siempre impone. Pero ya está Albert curado de espantos para aconsejarla, aunque no lo precise. Van a dar la batalla. Porque la batalla es, como en la elecciones andaluzas, el independentismo en Cataluña. Ese es el tema importante en la elecciones del 28 de abril. Cataluña. Ay, Cataluña. El tema lo domina. Por eso ayudará. Ayudará a su líder Albert Rivera Riverita a conseguir el máximo para que sea presidente del Gobierno. Lo dijo el sábado en el centro de Madrid, en la Plaza de la Villa, donde todos admiramos su discurso claro y directo. “Me voy a dejar la piel para que Albert Rivera sea el próximo presidente del Gobierno”, afirmó, rotunda, Arrimadas. Se terminaron las dudas, por si las había, que algunos ya predicaban con maldad incluida. Y, de paso, han comenzado los miedos en los demás partidos de la orilla derecha del Manzanares, el PP y Vox. Miedo, temblor por si los desborda. Incluso al PSOE le tiemblan las piernas.

Ya empezó su campaña. Bien en Madrid, donde nos impresionó a los asistentes. Regular en Waterloo, donde fueron cuatro a hacer teatro. Que no existe la República ya lo sabe el mundo, no hace falta ir a gritarlo a Waterloo. Campaña electoral o precampaña, que tanto monta. O ya la había empezado antes, cuando la manifestación de Colón. No acudió. Lista. “Fue muy lista cuando dijo que perdió el avión”.  Para eso también hay que ser lista. Y lo fue, sí señor.

El que seguro está contento y respira es Quim Torra. Lo que se quita de encima. Seguro que hace fiesta en cuanto se vaya del Parlament. Desquiciado lo tenía en el Parlament con la bandera de España, con el Quijote y con los carteles de que la República no existe. Desquiciado estaba Torra. Ha respirado.

Su llegada a Madrid causa expectación. Y su campaña lo mismo es similar a la Catalana. “Vamos a conseguir una nueva España y vamos a salir a ganar”, a imitación de su lema catalán. Si lo consigue, tendremos una estrella de la política en Madrid. Esta mujer aspira a lo máximo. Tiemblan en Moncloa.